Descubriendo la noche

La noche se está abriendo como un gran horizonte productivo, de flexibilidad horaria y de descongestión

Una trabajadora de noche en la oficina | iStock
Una trabajadora de noche en la oficina | iStock
Barcelona
12 de Septiembre de 2023

Mañana. Tarde. Noche. Cuatro estaciones. El tiempo que necesita aproximadamente la tierra para girar sobre sí misma, en torno a su eje. Decimos aproximadamente porque el resto de los planetas también van a sus anchas: Júpiter y Saturno tardan unas diez horas; Urano, unas 14; y Marte, por no ser menos que la Tierra, unas 25 horas. Todo es relativo. No hace falta invocar a Johannes Kepler para demostrar que las leyes de los movimientos planetarios son accidentales. Si hay desviaciones en esta unidad de medición planetaria, ¿qué no ocurrirá con las actividades de trabajo, escuela, recreo, ocio o reposo repartido a lo largo de las cuatro estaciones, que en definitiva son tres, que corresponden a lo que entendemos por día, y una, por la noche?

El teletrabajo se ha instalado. Quizás no de forma mayoritaria en las relaciones laborales, pero ha cambiado radicalmente la forma de trabajar hasta ahora. Muchas empresas están volviendo atrás al permitir que sus trabajadores lo hagan en remoto fuera de las dependencias físicas de la compañía. Pero, el impulso del teletrabajo, acelerado a raíz de la pandemia, ha dejado atrás el concepto de hora de trabajo, el valor de la presencia, la medición de la productividad en el lugar físico de trabajo, para entronizar definitivamente los de responsabilidad por tarea, trabajo por objetivos, autoorganización del tiempo, flexibilidad horaria... Este estropicio del modelo anterior productivista presencial ha impulsado otro aspecto: los horarios de trabajo se han convertido en una curva cotidiana. A las fórmulas tradicionales -mañana y tarde, jornada partida, horario intensivo, media jornada, fines de semana, a horas- horas dispersas- se añaden ahora opciones diversas de trabajar a cualquier hora del día o de la noche continuadamente, separada o interrumpidamente. En esta ocasión, aparte de las horas diurnas, ¿hay oportunidad para las nocturnas?

Las primeras Factory Acts inglesas de 1802 y de 1819 establecieron que los niños entre nueve y trece años solo podían trabajar ocho horas, ahora bien, en franjas entre las seis de la mañana y las nueve de la noche. A los legisladores les parecía fantástico el trabajo infantil... siempre que fuera de día. Era para aprovechar la luz solar, se diría; o porque la productividad es mayor. Sobre el aprovechamiento de la luz solar, dos cosas: 1) este concepto es muy relativo, si comparamos la luminosidad de Hamburgo respecto a la de Barcelona; y 2) en la mayoría de las fábricas del XVIII y XIX en Manchester o Liverpool, por poner un par de ejemplos, no había demasiada preocupación para que la luz entrara en las naves por la salud de los trabajadores. Sobre la productividad, un par más: 1) no es homogénea, porque depende de cada persona, tipo de trabajo, entorno o clima; y 2) porque la adaptación del ser humano a las circunstancias se ha demostrado suficientemente a lo largo de la historia.

Siempre se han asociado a lo largo de la historia las franjas diurnas con las horas productivas y las nocturnas, con el ocio, la gresca y el descanso

Trabajar de día ha sido, con ligerísimas modificaciones, la tendencia general sobre la que se han organizado las sociedades desde la revolución industrial. Se han acortado tanto los días laborales como las horas de trabajo, a medida que la productividad aumentaba y los trabajadores conquistaban nuevos derechos, con franjas cada vez más dilatadas para comer, descansar, conciliar. De hecho, los horarios europeos presenciales estándar se sitúan en la actualidad entre las ocho y las dieciséis o diecisiete horas, con un descanso de treinta o sesenta minutos para comer, aunque la mejora de la productividad que han significado los horarios intensivos ha incrementado enormemente.

La hora de entrada a la escuela y la vendimia nocturna

Ahora que acaba de recomenzar el período escolar, la polémica vuelve a estar servida. Hace dos años, un estudio de la Universidad de Harvard recomendaba que los chicos no iniciaran las clases nunca antes de las diez de la mañana. Pues bien, excepto las escuelas de negocio, las facultades universitarias, la formación profesional y algunas academias -a la baja-, que disponen de secciones nocturnas hasta como tarde las diez de la tarde, la mayoría absoluta de las escuelas programan el ingreso de sus alumnos bastante antes de esa hora. Incluso, con preaulas desde las siete y media para aquellas familias que deben ir a trabajar. En la práctica totalidad de los países europeos, la jornada escolar transcurre entre ocho y nueve -la mayoría a las ocho y media-, para terminarlas entre la una y media y las tres de la tarde. Solo España e Italia finalizan entre las cuatro y media y las cinco, con horario partido. El motivo que aduce el informe es que a partir de ese momento del día la productividad es superior: los alumnos tienen la cabeza clara y pueden ofrecer el más alto rendimiento. Cuando en la jornada partida o no, la mitad de los psicólogos y pedagogos apoyan la primera opción y la otra mitad a la otra.

Siempre se han asociado a lo largo de la historia las franjas diurnas con las horas productivas y las nocturnas, con el ocio, la juerga y el descanso. La frontera imaginaria se sitúa entre las diez y las once de la noche, que es el momento óptimo para acostarse; según los expertos de The Sleep Council, este es el momento exacto en el que la temperatura del cuerpo y los niveles de cortisol disminuyen, a medida que el cerebro comienza a producir melatonina, la cual acomboía por dejarse en brazos de Morfeo.

Cada vez hay más funciones laborales que se desarrollan durante la noche para descongestionar el resto de horas: carga y descarga, limpieza, teleoperación...

Europa impulsa los trenes nocturnos para sustituir a los aviones. Los hoteles buscan fórmulas para utilizar las habitaciones durante el día, dado que la mayoría de los clientes las utilizan de noche. Los franceses inventaron hace más de tres décadas la vendimia nocturna para aprovechar la menor temperatura de la noche, que ayuda a la maduración y frescura de la uva, especialmente, la blanca. Aparte de las actividades programadas veinticuatro horas, cada vez hay más funciones laborales que se desarrollan durante la noche para descongestionar el resto de horas: carga y descarga, limpieza, teleoperación, puesta a punto, servicios internacionales, tareas para el hogar y cuidado de las personas, seguridad... Una parte importante de la formación online se desarrolla en horarios nocturnos. La gestión de la IA, de los big data o del Internet de las cosas se programan de forma ininterrumpida las veinticuatro horas.

Los neoyorquinos se vanaglorian de que un tercio de su actividad productiva se realiza durante la noche: excursiones urbanas, ferris, terrazas y bares, espectáculos, actos deportivos,... además de los otros trabajos. Desde esa perspectiva, la noche se está abriendo como un gran horizonte productivo, de flexibilidad horaria y de descongestión.