Un rápido paseo por las poblaciones comerciales más destacadas de Catalunya de los años setenta u ochenta permite constatar una evidencia: el cierre de tiendas no cesa y, en las condiciones actuales, se vuelve imparable. Solo hace falta dar una vuelta por Barcelona, Reus, Manresa, Sant Cugat, la Seu d'Urgell, Balaguer, Tortosa, Lleida, Figueres, Girona, Sabadell, Terrassa, San Coloma o l'Hospitalet, por citar algunas de las principales plazas, y contemplar los efectos de las mordeduras de las crisis del sector dejando calles desvalijas. ¿Qué ha sido de aquellos emporios comerciales que dominaban muchos ayuntamientos, marcaban la vida de las poblaciones, y se organizaban a nivel nacional, incluso a través de tres asociaciones a la vez? Si no hubiera hecho quiebra Banca Catalana, una de ellas habría sido propietaria del Banco de los Comerciantes (Banco de Girona).
La organización de autónomos UPTA calcula que en el Estado español han bajado la persiana unos cinco mil a lo largo de 2024
Cada vez es más evidente que hay dos tipos de comercio: uno dirigido al consumo diario de los nativos (alimentos, ropa...) y el otro a los visitantes y turistas (lujo, souvenirs y baratijas). Algunos sufren más que otros, pero el resultado final es la pérdida persistente de tiendas en el centro de las poblaciones grandes y pequeñas. En la última década, se han cerrado unos 50.000 de las 800.000 existentes en todo el Estado español y desde la pandemia el goteo se acelera: la organización de autónomos UPTA calcula que en el Estado español han bajado la persiana unos cinco mil a lo largo de 2024 en poblaciones mayores de 50.000 habitantes y aún más en las menores. Los ingresos habrían caído a la mitad desde 2005 y el sector ha perdido más de cien mil trabajadores en los últimos diez años.
Limpieza de competidores ilegales
El Ayuntamiento de Barcelona está tomando medidas drásticas que deberían aplicarse al resto de poblaciones de Catalunya. Nos referimos a las inspecciones en los autoservicios y supermercados, y a todas aquellas dark stores que abren las veinticuatro horas del día o a lugares ilegales, generando infracciones de calidad de los productos, de salubridad, de vivienda e inseguridad. Esta es una de las medidas indispensables para limpiar el sector comercial, hacer cumplir las normas. Pero, a pesar del avance de estas acciones encomiables, solo representan una parte del problema. El otro es el más grande.
El Barómetro de los Gestores Administrativos de este año evidencia que una cuarta parte de los negocios de las pymes comerciales vive en pérdidas; en 2024, los estados de cuentas han mejorado ligeramente, pero la facturación sigue a la baja, crecen los problemas de liquidez y aumenta el endeudamiento. El comercio informal representaría el 16% de la facturación global del sector, un porcentaje francamente escalofriante en Europa. Por otro lado, dentro de unos días, el 1 de enero, vence la moratoria contable para evitar la liquidación por pérdidas concedida a raíz de la pandemia, lo que podría añadir de golpe otros cinco mil establecimientos a la lista de los cierres (la mayoría, comercios y restaurantes).
El Barómetro de los Gestores Administrativos de este año evidencia que una cuarta parte de los negocios de las pymes comerciales vive en pérdidas
No se trata de una crisis pasajera que pueda remontar en el próximo ciclo expansivo, si es que se produce, porque la cifra de negocios del sector minorista físico en conjunto crece un 13% anual desde 2022 y las franquicias un 5% (INE). El comercio electrónico, por su parte, aumentó el año pasado un 22,7%, según NielsenIQ. Algo no están haciendo bien los minoristas individuales para adaptarse al nuevo escenario de consumo cuando el sector crece y ellos no; si está clara la necesidad del pequeño comercio para mantener una oferta armónica, ampliamente solicitada por los consumidores, su decadencia demuestra que no son capaces de ofrecer aquellos valores que los clientes demandan.
Es cierto que una parte de la competencia juega con ventaja: las grandes tecnológicas, por ejemplo, que han creado un ecosistema para maximizar ganancias con impuestos mínimos. Mientras se reclama resolverlas urgentemente, estas graves disfunciones no deberían ser un freno para el cambio radical necesario.