"El mundo está pendiente de Argentina", sostiene Javier Milei. Y tiene parte de razón, por más que no vaya más lejos en explicar las razones del genuino interés internacional por lo que sucede en el país austral. En confesar, por ejemplo, que lo que interesa a la política y sus instituciones, a los politólogos y observadores, pero aun en mayor medida al sistema financiero y a la derecha mundial, es el resultado del proceso inaugurado el pasado 10 de diciembre en ese laboratorio político que viene siendo desde hace muchos años Argentina; y muy en particular su viabilidad a medio y largo plazo. Como referencia, modelo a reproducir y sueño húmedo del neoliberalismo más extremo, protagonista hoy de la ofensiva más intensa y global llevada a cabo desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Pero es cierto, sí. Tras la supuesta victoria del nuevo líder Javier Gerardo Milei en la batalla argentina, una ola de entusiasmo recorre los campamentos mediáticos del ejército neoliberal en su avance por la conquista de nuevas hegemonías. Los titulares de cierta prensa internacional lo certifican: “Otro éxito de Milei: la pobreza en Argentina se desploma más de 10 puntos en un año”, “Argentina avanza 61 puestos en el índice de Libertad Económica”, “¿Ha comenzado el milagro económico argentino?”. Y no son solo los medios. Mientras Morgan Stanley, uno de los principales bancos de inversión global, recomienda a sus clientes invertir en los bancos argentinos, señalando que el sector financiero del país presenta un alto potencial de crecimiento en los próximos años, el gigante JP Morgan, con numerosos exempleados en el Ejecutivo y la Administración mileinista y fuerte implantación operativa en el país, mejora sus pronósticos para Argentina en 2025 y habla ya de un crecimiento del PBI del 5,5%. Sin que falte la voz del inquisitivo fiscal de la vida argentina, el Fondo Monetario Internacional que, a través de su directora gerente, Kristalina Georgieva, en su balance del 2024 y en medio de las negociaciones con el gobierno argentino para un nuevo préstamo multimillonario, define la política económica de Javier Milei como "el caso más impresionante de la historia reciente”.
Un entusiasmo, el de Wall Street, que rentabiliza y adorna el propio Milei con sus acostumbradas hipérboles: “El mundo hoy vuelve a poner su mirada sobre Argentina por los motivos correctos. Ciudadanos e inversores de todo el mundo evalúan la posibilidad de vivir aquí. […] EE. UU. está diseñando su propio ministerio de desregulación a imagen y semejanza del nuestro”, […] “Hemos superado la prueba de fuego, estamos saliendo del desierto, la recesión terminó y el país finalmente ha comenzado a crecer” […] “Se vienen tiempos felices en Argentina”. Augurios que remata Luis Caputo, su ministro de Economía, señalando que la recuperación, más que en forma de b se elevó como un cohete. Los escépticos, los analistas y la oposición, se jacta Milei, han tenido que tirar a la basura sus manuales.
Hay prisa, mucha prisa por celebrar anticipadamente el triunfo de Milei. Es decir, la primacía de las finanzas sobre el resto de las variables de la economía, del capitalismo especulativo sobre el productivo, la victoria del mercado sobre los derechos sociales. Demasiada alegría para un presente que a muchos argentinos mayores de cincuenta años los retrotrae, a los años de la convertibilidad, al proyecto de Carlos Menem y su ministro de Economía, Domingo Cavallo, que supuso el prólogo de lo que acabaría siendo el corralito del año 2001. Demasiada autosatisfacción para un gobierno que no tuvo ningún reparo en meter sus manos en los bolsillos de 6,5 millones de jubilados para sacarles 9 billones de pesos, también con b, con el fin de que cuadraran las cuentas de su ajuste y se cumpliera su objetivo de transferencia de riqueza de los más empobrecidos hacia los más poderosos. Demasiado festejo para “un año de fiesta para pocos y de castigo para muchos”, como ha titulado la prensa no oficial.
Demasiado festejo para “un año de fiesta para pocos y de castigo para muchos”, como ha titulado la prensa no oficial
Sobre la celebración del milagro de Milei y de las fuerzas del cielo que lo acompañan, surgen diversos interrogantes. ¿Cómo es posible, cabe preguntarse, con un punto de ingenuidad y retórica, que la cúspide del sistema financiero mundial festeje con tanto ardor el éxito de una figura que se autodefine como un anarcocapitalista que odia al Estado y cuyo declarado objetivo es acabar con él? ¿Es ese modelo argentino seguido con suma atención en buena parte del mundo el canon que se propone imponer al neoliberalismo en el futuro si se consolida en el país austral? ¿Es sostenible, política, electoral y socialmente un modelo de esas características? Y, por último, un experimento exitoso, como aparenta ser de momento el de Milei, ¿puede considerarse legítimo en una democracia si se soporta en una brutalidad social sin parangón? Son algunas de las grandes preguntas que surgen en el primer aniversario del gobierno de Javier Gerardo Milei, y que, por los modos y métodos de la crispada batalla cultural en la que está sumido el país, encuentran solo respuestas irreconciliables.
Incertidumbres y faltas bajo la alfombra
La pirotecnia programada para coincidir con el balance oficial del primer aniversario del gobierno Milei ha evitado, como es obvio, referirse a las sombras y zonas pantanosas de la otra cara de la gestión anarcocapitalista. No era el momento de aguar la fiesta de quien tantas esperanzas suscita en ciertos palacios del poder global. Pero lo cierto es que, más allá de la publicitada bonanza nacional y del marketing libertario, la débil economía argentina sigue mordisqueada por multitud de dudas e incertezas, como apuntan numerosos economistas independientes o críticos. La capacidad del gobierno para mantener el precio del dólar bajo control en los próximos meses, argumentan, es una incógnita, como lo son los riesgos que subsisten por la crónica falta de reservas y la escasez de instrumentos para gestionar las políticas fiscales, monetarias y cambiarias. O el nivel de endeudamiento alcanzado en sus primeros doce meses de gobierno: casi 100.000 millones de dólares, el más alto de los últimos 22 años. Un endeudamiento -llevado en secreto- que crece al mismo tiempo que cae el PIB, erosionando la hoy alabada situación fiscal del país.
Los avances, explican esos economistas, no significan que se estén haciendo de forma asumible para la mayoría social o el largo plazo, y si bien se han logrado muchas de las metas que el gobierno se había propuesto, como la reducción sustancial del gasto público, en el futuro va a ser necesario, dicen, renunciar a algunas de las metodologías utilizadas, si se quiere, por ejemplo, conseguir reducir realmente el gasto sin recurrir a la treta de no pagar las deudas, que fue, en parte, lo que ocurrió en realidad.
Milei miente sobre la base de interpretaciones estadísticas incorrectas, y lo hace no solo a menudo sino con plena conciencia de que está mintiendo
El recelo y el escepticismo de los economistas respecto a las cifras en las que el oficialismo basa sus éxitos proviene del recurso convertido en norma por el gobierno: Milei miente basándose en interpretaciones estadísticas incorrectas, y lo hace no solo con frecuencia, sino con plena conciencia de que está mintiendo. Como cuando afirma que los haberes de los jubilados han subido por encima de la inflación y elabora sus cifras comparando peras con manzanas. Un hábito poco académico, pero muy rentable en la comunicación libertaria, más atenta a imponer su relato que al rigor y la veracidad. El periodista y analista económico Alfredo Zaiat sostiene que el relato económico liberal-libertario en lo cuantitativo del 2024 está viciado de origen: el índice de precios al consumidor está desactualizado, afirma, y por lo tanto todas las comparaciones con otras variables entregan una imagen distorsionada. El Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República, Indec, tiene un nuevo indicador que refleja, de forma más precisa, estadísticas sociales y laborales, pero el presidente Javier Milei no quiere mostrarlo. Entre las muchas fake económicas del pasado año, apuntan los expertos, figuran la inflación, que fue más elevada, los salarios, que no se recuperaron tanto, la pobreza e indigencia, que no retrocedieron mucho, y el atraso cambiario, que fue más pronunciado.
“La realidad macroeconómica y social, por más que se esfuerce en camuflarla el oficialismo y sus voceros nacionales e internacionales no es esa” (la de una Argentina feliz), afirma José María Rinaldi, economista, docente y miembro del Grupo Fénix. “Cuando se refieren a la realidad macroeconómica en realidad se están refiriendo a la situación monetaria, que es solo una baldosa del circuito económico, olvidándose de mencionar las variables reales como la caída del consumo y la inversión, la reducción de las exportaciones por la sobrevaloración del peso y la apertura discriminada de las importaciones, que va a provocar escasez de dólares y a la vez mayor endeudamiento”.
En el amplio escenario de la economía real, la caída en la inversión, tanto interna como externa, y la ausencia de políticas industriales claras, reflejan el desarme de un sistema productivo que no levanta cabeza. Una economía de excesiva concentración en materia de ingresos, extracción de recursos naturales y exportaciones, que no genera empleo de calidad, salvo en la economía del conocimiento, y que destruye empleo formal y fomenta el informal y la fragilidad del trabajo autónomo. En suma, que repite nota a nota la partitura del menemismo en los años 90 y que condujo a la megacrisis del 2001.
La caída en la inversión, tanto interna como externa, y la ausencia de políticas industriales claras reflejan el desmantelamiento de un sistema productivo que no levanta cabeza
Muchos son los economistas que abogan por un cambio de rumbo en las líneas maestras del plan económico para potenciar la producción, el desarrollo tecnológico y el trabajo como motores de progreso, superando las lógicas económicas que soportan el plan libertario, basadas en el extractivismo y, en este primer año, en el mantenimiento del tipo de cambio de forma artificial. Una variable fundamental para la economía argentina. Con la macroeconomía estabilizada, parecería indispensable que uno de los objetivos prioritarios fuese lograr ese mayor crecimiento de la actividad económica, incluyendo por supuesto un decidido apoyo a la industria que, por el momento, es uno de los sectores más olvidados -podría decirse que despreciados- por la administración liberal-libertaria. Sin embargo, no parecen ser estos los propósitos de Milei, que en su discurso a la Nación con motivo del primer aniversario de su mandato ha anunciado la profundización del ajuste y su deseo de seguir situando sus prioridades fuera del marco de la microeconomía.
¿Dos Argentinas o una Argentina bipolar?
En el todavía joven ciclo político de Milei no hay lugar para la paciencia. La nueva generación de ultraliberales obedece a la consigna de “como Martínez de Hoz, como Menem, como Macri, pero más rápido”. Por eso los deseos y las promesas se venden como realidades fácticas. De hecho, recuerdan los ortodoxos, dejando de lado lo que supone confirmar tendencias en un país tan volátil y cambiante como Argentina, cuando Milei y el oficialismo han puesto en marcha los fastos de celebración solo se había producido un trimestre positivo, cuando, para salir de la recesión, según mandan los cánones económicos, hay que contar con dos trimestres positivos. Su discurso, siempre próximo al lacónico positivismo de los regímenes autoritarios, está trufado de mensajes breves, categóricos y aventurados. Pensados para las redes. Que la sostenibilidad de su plan económico en el 2025 dependa en gran parte de si Trump acude en su ayuda apretando al FMI para que el organismo financiero termine concediendo a la Argentina los 15.000 o 20.000 millones de dólares que el presidente y el ministro de Economía han solicitado -como hizo Trump en 2018 para el megacrédito de 57.000 millones de dólares al gobierno de Macri-, no figura en condicional en la comunicación gubernamental. Se hará realidad. Como lo será el amanecer económico que surgirá detrás de las montañas de divisas procedentes de las exportaciones del gas de Vaca Muerta y de los recursos petrolíferos y mineros que todavía no han sido extraídos.
Para algunos economistas, así como para muchos observadores y ciudadanos, la principal novedad de este primer curso de Milei es la evidencia de que se están consolidando dos argentinas, la Argentina feliz, de la que se ufana el presidente, y la Argentina deprimida, que se esfuerza en olvidar. De hecho, la división no es nueva, siempre existió y fue afianzándose con los años, pero la motosierra ha acelerado de modo exponencial el corte del país en dos, y lo ha profundizado: de un lado, el país de los trabajadores, los jubilados y las pymes, el de los argentinos más vulnerables, víctimas del ajuste y la desregulación, el desempleo, la caída de ingresos y el aumento desenfrenado de las tarifas, y que por supuesto no tiene motivo alguno para brindar por el primer aniversario del proyecto de Milei; del otro, los ganadores, las corporaciones y grandes grupos económicos nacionales favorecidos justamente por esa desregulación y esos mismos tarifazos: energéticas, petroleras, alimenticias y financieras, cuyos escandalosos resultados -inimaginables en el contexto europeo- se hicieron públicos a principios de diciembre en la prensa: empresas energéticas que aumentaron sus resultados netos un 700%, petroleras con un 800%; alimenticias con un 600%, financieras con un 400%. La Argentina de la plata dulce.
Se están consolidando dos argentinas, la Argentina feliz, de la que se ufana el presidente, y la Argentina deprimida, que se esfuerza en olvidar
Una economía dual, dos argentinas, dos miradas, dos relatos. Y más preguntas: ¿en qué Argentina se ha puesto la mirada para hacer balance de este primer año de gobierno? ¿A qué Argentina se refiere Kristalina Georgieva cuando define la gestión realizada por Milei en esos 12 meses como “el caso (económico) más impresionante de la historia reciente”? ¿A la República de los ganadores, a la de los perjudicados? La respuesta es sencilla: Milei, el oficialismo y los sectores económicos y financieros que lo respaldan solo ven -y celebran- la Argentina de los ganadores.
Si se afronta desde la visión estrictamente macroeconómica, el paisaje por el que se ha abierto camino la gestión de Milei es un poblado bosque de productos, instrumentos y operaciones financieras, bonos soberanos, commodities, divisas, acciones, cupones y amortizaciones, letras intransferibles, política monetaria, alzas y descensos del riesgo país, compra de dólares, rebotes, operaciones en el mercado oficial de cambios, préstamos repo y vencimientos de deuda, entre otros protagonistas. Un mundo complejo, técnicamente exigente, virtual y de lógicas inaccesibles para la mayoría de los ciudadanos, mileinistas o no, y cuyos beneficios no se traducen en mejoras para otros sectores de la población. Un paisaje amurallado, extraterritorial, residencial, ajeno y opuesto al entorno en que vive otra realidad, o la única realidad en que le es permitido vivir. La que contiene a esos miles de trabajadores públicos y privados despedidos con un telegrama o un WhatsApp en el que se les anuncia simplemente que han perdido su empleo y no deben reincorporarse a su puesto de trabajo. Muchos sin tan siquiera indemnización gracias a la aprobación por el Congreso de la ley de Bases el pasado mes de junio con los votos de los tránsfugas del radicalismo y el peronismo.
“La bicicleta financiera del ministro Luis Caputo ubicó al sector financiero en el ranking de los ganadores”, escribía Sebastián Cazón a principios de diciembre en Página 12. “A partir de los balances contables de las compañías que cotizan en la Bolsa de Comercio, el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP) reveló, por ejemplo, que el Banco Santander –hasta el tercer trimestre del año– aumentó sus ganancias netas un 427 por ciento. El Macro y el BBVA Argentina también reportaron incrementos significativos en sus resultados operativos y netos. La fortuna de las entidades financieras no se dio por arte de magia. Se explicó por la diferencia que existe entre la tasa que el Tesoro Nacional abona a los bancos por la Letra Fiscal de Liquidez (LeFi) y la menor tasa que reciben los ahorristas por sus depósitos a plazo fijo. Es decir, el Estado le paga caro a los bancos y los bancos le pagan barato a los ahorristas”.
El modelo desregulador del gobierno ultraliberal también ha sido una bendición, por ejemplo, para las empresas energéticas y las compañías farmacéuticas, que alcanzaron aumentos muy por encima del nivel general de precios. En esas mismas fechas se conocía que en la primera mitad del año, el laboratorio Richmond incrementó su resultado operativo neto ¡un 1.325%!, y según el Centro de Economía Política (CEPA), de noviembre de 2023 a noviembre de 2024, el promedio de los 10 medicamentos que más aumentaron en el último año alcanzó una subida interanual del 194%, muy por encima del 167,3% de inflación interanual. Por su parte, los medicamentos con cobertura del Programa de Atención Médica Integral (PAMI), un organismo que ejecuta funciones públicas y administra servicios sociales de salud de jubilados, pensionados y personas mayores, registraron una inflación acumulada del 340%. Precios inflados en un contexto de pérdida de ingresos y recortes superiores al 30% en la cobertura de la obra social más grande del país.
Precios inflados en un contexto de pérdida de ingresos y recortes superiores al 30% en la cobertura de la obra social más grande del país
Esa Argentina vive esperanzada el posible comienzo de un nuevo ciclo histórico, de ruptura con el pasado. La otra, golpeada, tirada a la cuneta, es la de la clase media, la de los trabajadores, la de la educación y la cultura, la ciencia, la memoria, la sociedad atenta a la defensa de los derechos humanos y sociales y que reivindica un futuro con dignidad. En esta, los viejos símbolos nacionales, el mate, la carne, van diluyéndose ante los nuevos dioses digitales, los nuevos paradigmas sociales y el precio. De momento, solo resisten el fútbol -amenazado- y el tango, cada vez más traspasado de los desamores al egoísmo y la pobreza cotidiana. Y el dólar, la Divina Majestad argentina por encima de Gardel, la Difunta Correa o el mismísimo Dieguito.
2025, un año crucial
2025 será un año difícil para el gobierno, a pesar de la aparente sensación de bienestar para la clase media acomodada -no así la baja-, con acceso a importaciones con mejores precios gracias a la supresión del riesgo país y el atraso cambiario. La mayor incógnita a enfrentar en el terreno de la economía es qué va a pasar cuando se libere el tipo de cambio, que necesariamente va a modificar muchas variables económicas, teniendo en cuenta los riesgos que subsisten debido a la escasez de reservas y de instrumentos para gestionar las políticas fiscal, monetaria y cambiaria. Ese es el talón de Aquiles de la arquitectura económica creada por Milei y Caputo y, en consecuencia, el del propio gobierno de cara a las elecciones legislativas que van a tener lugar en octubre. De ahí que el Gobierno no quiera abrir aún el cepo por temor a una desestabilización del plan que viene llevando a cabo con éxito y, si le es posible, espere a la celebración de las elecciones que, en principio y según todos los pronósticos, les van a ser favorables.
Según el economista Christian Buteler, votante de Milei, “no se trata únicamente de a cuánto se va a ir el dólar y qué va a pasar con la inflación, sino también qué va a pasar con la política monetaria, cuáles van a ser las tasas a partir de ahora, y cuál va a ser el nivel de superávit fiscal de parte del gobierno para hacer frente a todos esos movimientos. Un reto que pondrá a prueba todas las variables que se pudieron solucionar en este año”. Por su parte, la consultora Abeceb planteaba en un reciente informe enviado a sus clientes que "es imposible pensar escenarios para 2025 sin incluir las incertidumbres que hoy muestra la economía global; desde los eventos fiscales y cambiarios en Brasil y el deprimido precio de la soja, a las modificaciones que Trump prometió que introduciría en aranceles y políticas inmigratorias y fiscales".
En la cristalizada polarización política que vive la Argentina, el único puente transitable entre las diversas orillas ideológicas es el de los tránsfugas, seducidos cada vez más por el clima propicio que rodea al oficialismo, el mantenimiento del apoyo de importantes sectores de la población a la figura de Milei, y las previsiones de los estudios de opinión favorables a la victoria de La Libertad Avanza (LLA) de Milei en estas próximas elecciones. Un horizonte que ocupa a dos de los miembros del denominado triángulo de hierro del gobierno, Karina Milei y Santiago Caputo, en su empeño de engrosar las filas de LLA con los prófugos y mercenarios a tanto el voto con los que constituir la fachada del partido hegemónico de la derecha argentina, desplazando a Mauricio Macri al museo de la política. A todas luces, el objetivo político y estratégico de Milei y su armada Brancaleone para este 2025. Un propósito que exige sí o sí mantener la estabilidad financiera y monetaria hasta la consulta electoral.
El reciente ultimátum de Milei a los industriales tras sus quejas por la política cambiaria del gobierno, “adaptarse o morir”, vale también para la mayoría de la población argentina
Fiel a su estilo, la euforia de diciembre no ha estado exenta de amenazas. El reciente ultimátum de Milei a los industriales tras sus quejas por la política cambiaria del gobierno, “adaptarse o morir”, vale también para la mayoría de la población argentina. Sobrevivirán quienes sean capaces de adaptarse a la nueva Argentina que surgirá de su disruptivo y darwinista mandato. “Vamos a continuar con nuestro programa de ajuste para poder bajar impuestos y devolverle el dinero al sector privado y poner en la mesa un ajuste”. El ajuste, con la motosierra como símbolo, continuará.
Reflexión final
¿Una Argentina feliz? En realidad, hablar justamente de Argentina como nación de una sola identidad, unida en un único sentir, es absurdo. Pocos países contienen una diversidad tan amplia y compleja como ella. Hay infinidad de argentinas que cohabitan en ese territorio reunido bajo ese nombre unificador. Existe la Argentina urbana y la de las provincias, la originaria y la procedente de una corriente de inmigración de siglos, y dentro de esta la herencia de todas las nacionalidades, culturas y credos del planeta, la peronista y la antiperonista, la republicana y la autoritaria, la devota de Boca y la de River, entre muchas otras. Y sí, por supuesto, puede existir una Argentina feliz con Milei y su ultraliberalismo, con su proyecto de país y sus beneficiarios. Y otra que lo aborrece, o lo sufre, o ambas cosas a la vez. Una Argentina doliente, que no está de fiesta y que reclama su derecho a existir. La del mate amargo.