Entretenidos como estamos con koldos, maniobras judiciales y diversos pactos, hemos hecho como si no escucháramos a propósito de los tamboresdeguerra que han proliferado en Europa en las últimas semanas. El expansionismo militar ruso y un eventual retorno a posiciones aislacionistas de los Estados Unidos, si Trump vuelve a ganar en noviembre, están en el origen de dos mensajes que se complementan: el de un eventual conflicto directo con la Rusia de Putin y la necesidad de asumir más gasto en defensa si Trump tiende a desentenderse de la seguridadeuropea y del conflicto en Ucrania. Sin embargo, quizás el primero, el del conflicto, solo sirve para justificar ante la opinión pública europea el segundo, el rearme.
El propósito de este artículo no es valorar la bondad de este escenario belicista, sino evaluar su eventual impacto sobre nuestra economía. Es un propósito tan arriesgado como necesario para ayudar a conformar una visión colectiva de un escenario de futuro inmediato y probable.
El sentimiento antibelicista
En Catalunya hace décadas, por no hablar de siglos, que todo lo que suene a militar nos causa angustia. La experiencia, desde hace más de 300 años hasta ahora, de hegemonía militar española nos hace desconfiar de todo lo que nos recuerde tambores y cornetas. Sin embargo, una sociedad que aspire a disponer de los instrumentos de un estado propio también debe asumir las partes menos amables del poder.
En la Europa liderada por Alemania le pasa también una cosa similar a Catalunya. El profundo y aún reciente trauma de la SegundaGuerraMundial ha provocado que la mayoría de los países se conformen con el paraguas militar, y nuclear, americano y limiten sus inversiones y esfuerzos en defensa. Lo mismo podríamos decir de Japón.
La experiencia, desde hace más de 300 años hasta ahora, de hegemonía militar española nos hace desconfiar de todo lo que nos recuerde tambores y cornetas
En Europa, son excepción los británicos, bastión inexpugnable contra el nazismo, pero ahora fuera de la UE. Y Francia que, con su habilidad diplomática tradicional, logró sentarse a la mesa de los vencedores y desarrolló una fuerza atómica limitada pero con suficiente capacidad disuasiva. Y ha sido precisamente el presidente francés, Macron, quien ha soltado un mensaje más belicista: una eventual participación directa de soldados europeos para defender Ucrania y la oferta de ampliar el paraguas nuclear francés a toda Europa, incluida Turquía.
El compromiso del 2%
Hace años, desde antes de Trump, que desde Estados Unidos se reclama más implicación europea en los gastos de defensa. De hecho, existe un acuerdo en la OTAN para que los miembros europeos aumenten el gasto militar hasta alcanzar el equivalente al 2% del PIB. El gobierno español ya aumentó el año pasado en una décima del PIB este gasto (hasta el 1,23% del PIB), con el objetivo explícito de llegar al 2% en 2029.
Aparte del Reino Unido (2,2%), la gran mayoría de países europeos estaban, en datos de 2022, por debajo de este objetivo del 2% de gasto militar en relación con el PIB. Ni siquiera Francia (1,9), Alemania (1,4) e Italia (1,7) son los otros grandes estados europeos que no alcanzan la meta establecida. Luego, hay casos muy particulares, como los países bálticos o Polonia (esta con el 2,4% del PIB dedicado a defensa), donde la amenaza del oso ruso se ve más cercana. Otro caso singular es el de Grecia (3,7), en este caso temerosa del expansionismo turco.
Utilizamos el indicador del gasto militar en relación con el PIB porque queremos incidir en el esfuerzo que hace la economía de cada país. Sin embargo, en términos absolutos, el ranking no coincide. Estados Unidos, con 877 mil millones de dólares, destina el 3,5% del PIB al gasto militar. Le sigue China, con 292 mil millones (pero solo el 1,6% del PIB). Y Rusia, con 86,4 mil millones de dólares que representaban en 2022 el 4,1% del PIB.
¿Cañones o mantequilla?
Este es el célebre dilema planteado por la jerarquía nazi a la población alemana. Burro o cannoni, en versión de la Italia fascista. De hecho, si no manteca, muchos otros alimentos salieron de la España franquista hacia la Alemania nazi mientras aquí se pasaba hambre y racionamiento. Pero en cualquier caso, la dicotomía ha hecho mella en el pensamiento colectivo y armamento o gasto militar y bienestar de la población parecen conceptos antagónicos.
De hecho, desde Estados Unidos se ha argumentado a menudo que el detonante de la caída del régimen soviético fue la carrera armamentista, debido al sobreesfuerzo que, con una economía mucho más pequeña, estos últimos tuvieron que hacer para mantener la pugna militar con Occidente. Y en concreto se habla del famoso, en su momento, escudo antimisiles.
En realidad, las causas de la caída soviética son mucho más complejas y provienen fundamentalmente de la falta de flexibilidad y eficiencia para lograr niveles de crecimiento real similares a los occidentales. En esta ecuación de gasto militar en relación con el PIB, es en el denominador donde se encuentra la causa inmediata del hundimiento soviético.
Si repasamos los países que hemos enumerado antes y algunos otros adicionales, vemos que no hay una relación de causa-efecto entre esfuerzo militar y crecimiento de la economía. Comenzando por los Estados Unidos, que tienen un gasto absoluto -y también uno de los más altos en términos relativos- entre las economías más importantes. Otro ejemplo es Israel, con un gasto militar del 4,5% del PIB y una economía que hasta ahora ha sido bastante próspera.
Elevados esfuerzos en gasto militar -Rusia, Grecia- conviven con resultados económicos mediocres
De ejemplos contrarios, también los hay. Elevados esfuerzos en gasto militar -Rusia, Grecia- conviven con resultados económicos mediocres. Por lo tanto, habría que redefinir la proclama nazi por cañones y/o mantequilla. Depende de cómo lo hagas.
El origen militar de Internet
Para desmitificar la relación del PIB con la prosperidad, nos explicaban en la facultad que si todo el mundo se dedicara a hacer agujeros en la tierra y a volver a llenarlos -siempre que se les pagara, por supuesto-, subiría el PIB pero no el bienestar de la población. O con el ejemplo de eventuales prestaciones a las amas de casa o al trabajo no remunerado en general.
Podríamos extender el concepto a la industria de armamento y al gasto militar en general, pero no tiene por qué ser literalmente así. No es lo mismo que te dediques exclusivamente a comprar armas que no producirlas también en un volumen similar. O que hagas exportaciones netas. La industria de armamento puede ser igual de importante y trascendente para la economía que la de producir vehículos civiles, por ejemplo. O más. El efecto multiplicador y de arrastre -suministros, salarios, beneficios- puede ser bastante similar.
Aún más, en la medida que la industria de armamento se caracteriza por la continua necesidad de innovar para mejorar las prestaciones respecto a la de los potenciales enemigos, las mejoras alcanzadas se pueden trasladar fácilmente a fines y productos civiles. Esto es lo que ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial, con un gran desarrollo de nuevos materiales que se aplicaron a la industria, desde los vehículos hasta los electrodomésticos pasando por la farmacia y la medicina en general. Recordemos, más recientemente, que en su origen (1969), Internet fue una fórmula de comunicación interna de carácter militar (ARPANET). En última instancia, un fenómeno similar, pero mucho más importante -por los recursos que se destinan-, a la industria espacial.
La palanca del financiamiento europeo
Hay un elemento decisivo en la propuesta europea -de VonderLeyden- sobre rearme, más allá de alcanzar el compromiso ya adquirido del 2% del PIB en gasto militar. Y se trata de replicar lo que se hizo primero con las vacunas del covid-19 y luego con los fondos NextGeneration. Compras conjuntas europeas para lograr mejores condiciones económicas -además de resolver la compatibilidad de las diferentes armas- y financiamiento a cargo de los presupuestos europeos. Más concretamente de bonos emitidos con la garantía de la Unión Europea. Esto significa que, a corto plazo, los recursos no irían en detrimento del gasto habitual de los presupuestos de cada estado. De la manteca, vamos. Y evidentemente, las condiciones financieras serían las más favorables posibles dada la máxima calificación internacional de la deuda emitida por la Unión Europea.
España, sobre todo desde la época franquista, ha ubicado las fábricas de armas bien lejos de la frontera francesa
España, sobre todo desde la época franquista, ha ubicado las fábricas de armas bien lejos de la frontera francesa y de eventuales ataques aliados. Marruecos, entonces, no contaba como amenaza. Navantia, heredera de la famosa Bazán, tiene los principales astilleros e instalaciones en la bahía de Cádiz y en Ferrol (del Caudillo, en época franquista). AirbusDefence (antigua CASA), tiene los principales centros de trabajo en Getafe (Madrid) y en Sevilla. Urovesa, fabricante de vehículos militares, también está en Galicia. A corto plazo, es aquí donde habría el principal impacto de un aumento de la demanda de armamento español.
Catalunya, donde la tradición metalúrgica proviene en parte de la producción bélica -sobre todo en el Ripollès, por las minas de hierro-, cualquier industria de armamento quedó desmantelada con el franquismo. Fueron los casos de la HispanoSuiza y la Elizalde, que producían motores de aviación y blindados objetivos preferentes de los bombardeos sobre Barcelona. Así como durante la Guerra del 36, en la que el consejero Tarradellas logró reconvertir buena parte de la industria del metal en proveedora bélica -en Terrassa, Manresa, Reus y Sabadell, estas vinculadas a los aeródromos-, eventualmente alguna empresa actual podría ampliar su actividad hacia el armamento. Ya se había hablado de algún eventual participante en la reindustrialización de Nissan.
El armamento, que es cada vez más sofisticado y con más componentes tecnológicos, podría ser provisto de programación por parte del clúster del sector que ya existe en Catalunya, comenzando por importantes proveedores de Airbus. En todo caso, el rearme tendría, a corto plazo, efectos limitados sobre la actividad productiva catalana.
Conclusiones
Para terminar, quiero remarcar que este artículo no pretende defender el rearme o la industria militar. Sin embargo, debemos reconocer que no podemos aislarnos del mundo occidental en el que vivimos y que la decisión de incrementar el gasto militar y de armamento nos vendrá dada y ni siquiera el gobierno español presuntamente más progresista podrá restarse al margen.
Tendremos que hacer todo lo posible para que los eventuales efectos positivos que puede tener el gasto militar reviertan en la competitividad de nuestra industria
Considerando el rearme como una condición externa en la que difícilmente podremos influir, tendremos que hacer todo lo posible para que los eventuales efectos positivos que puede tener el gasto militar reviertan en la competitividad de nuestra industria y servicios anexos y, en última instancia, en la mejora de la calidad de vida de nuestra sociedad. Siempre que no tengamos que usarlo mucho, claro.