El Mobile World Congress (MWC) se queda en Barcelona. Como mínimo hasta el 2023. A pesar de todos los malgrats que, como una gota malaia han minado de titulares apocalípticos los diarios. Y las bocas de los políticos, que incluso han querido mojar pan para llevarse el congreso de los móviles de la capital catalana. Ferrocarriles, metro, taxis, Urbana y proceso independentista han sido la bestia negra a que el consejero delegado de la GSMA, John Hoffman, se ha enfrentado para retener el MWC en Cataluña.
El MWC se ha convertido en el escaparate perfecto para cualquier reivindicación laboral. Era febrero del 2016 cuando Hoffman se mostró "muy decepcionado" por la huelga de metro de aquel lunes. El máximo responsable de la organización del MWC se enfadó, y no lo escondía, cuando vio que la huelga afectaba el arranque del congreso, a primera hora de la mañana, y decidió no ir a la inauguración con las autoridades, en que estaba anunciada su presencia, como protesta.
Hoffman afirmó, entonces, sobre la posibilidad que la huelga pudiera afectar la continuidad del Mobile en Barcelona, que cuando se acabara el congreso sería el momento de evaluar el impacto que habría tenido. Los intentos de la alcaldesa de Barcelona, Ada Coláis, para evitar la huelga fueron inútiles.
Por su parte, los Ferrocarriles de la Generalitat de Cataluña también anunciaron paradas durante el MWC de hace dos años. El motivo era el bloqueo de la negociación del convenio colectivo, que se había ido prorrogando anualmente desde que finalizó en 2005. Finalmente y a punto de la fecha tope del inicio de la feria, los trabajadores desconvocaron la huelga por los días 22 a 25 de aquel mes de febrero. El acuerdo firmado para desbloquear el convenio afecta una plantilla de 1.400 trabajadores de la red de FGC.
Para acabarlo de adobar, el servicio de autobús de TMB también aprovechó aquel MWC para sumarse a la huelga, así como los de Renfe y la plantilla de Adif. E incluso la Guardia Urbana. Este año, las aguas están más calmadas, al parecer. El taxi también ha levantado la bandera blanca durante el MWC, después de un año intenso de paradas contra Uber y Cabify.
En este contexto, la presidenta de la Comunitat de Madrid, Cristina Cifuentes, mojaba pan y apostaba para llevarse el MWC en Madrid:
5️⃣Mobile World Congress for @ComunidadMadrid: Miedo aportar más estabilidad, infraestructuras, comunicaciones y personal cualificado #MWC
— Cristina Cifuentes (@ccifuentes) 24 de febrero de 2016
Ninguna huelga, pero inestabilidad política
La del 2017 fue una edición de éxito con récord de visitantes. Sin embargo, este año pasado ha sido el año clave del proceso de independencia de Cataluña y del referéndum del 1 de octubre. La inestabilidad que ha provocado el Estado español con su represión a los votantes y en el Gobierno de la Generalitat no ha sido nada bueno por la imagen que el MWC espera para celebrar su congreso.
Pero aún así el MWC se queda en Barcelona. El 13 de octubre, la GSMA emitió un comunicado en que decía que la organización "continúa monitorant la situación en España y Cataluña y evaluando cualquier impacto potencial para la Mobile World Capital y el Mobile World Congress". Un posicionamiento que llegó después de que varias empresas comenzaran los trámites para mover sus suyos sociales fuera del Principado, animadas por el Gobierno central de Mariano Rajoy y su decreto por el traslado expreso.
En aquel comunicado, la GSMA recuerda que tiene un contrato con Barcelona porque el certamen se celebre en la ciudad catalana hasta el 2023. El año 2015 la patronal de los móviles anunció que renovaba con la capital catalana.
Llevarse el MWC de Barcelona significaría un golpe llevar por la Feria, que obtiene el 35% de sus ingresos durante el mes de febrero. El año pasado la institución ferial facturó 167 millones de euros. Para no hablar del valor económico que tiene el MWC para la ciudad y que se cifra en más de 450 millones de euros y más de 13.000 lugares de trabajo temporales. Así como de los lugares de trabajo que se han creado alrededor del sector mobile desde que el 2006 aterrizó el congres a la capital catalana.