Estamos dentro de una gran revolución, de uno de los mayores cambios de la trayectoria de la humanidad hacia la recuperación de unos equilibrios medioambientales que nunca tuvimos que haber perdido. Sin embargo, el viento de la historia va tan rápido que no nos deja captar la magnitud de lo que estamos viviendo. A nuestro lado, nacen miles de iniciativas, nuevas oportunidades, nuevas tecnologías, nuevas soluciones. A nuestro lado también quedan los restos de los sueños mal diseñados o, simplemente, equivocados. En este tornado, donde todo gira, están las iniciativas que, sorprendentemente, quedan en pie. Fijamos la mirada en una de ellas. Son las cooperativas agrarias catalanas que con más de cien años de historia acaban de recibir el 4 de julio de 2023 la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya. Estas, representadas por el presidente de la Federació de Cooperatives Agràries de Catalunya (FCAC) Ramon Sarroca, han expresado la voluntad de trabajar para potenciar el crecimiento y la competitividad del sector cooperativo agroalimentario desde el compromiso social y la sostenibilidad.
Cooperativas orgullosas y resilientes
Hoy las 189 cooperativas agrarias de la FCAC representan a 30.300 socios y socias y sus familias, mientras tienen presencia en casi 300 municipios. Detrás de estas cooperativas hay historia de nuestro campesinado, todavía están presentes algunas cooperativas fundadas a finales del siglo XIX. Hoy conservamos como tesoros arquitectónicos las bodegas cooperativas modernistas construidas a principios del siglo XX por arquitectos como Cèsar Martinell (discípulo de Gaudí), Josep Puig i Cadafalch o Pere Domènech i Roura, bodegas que se han convertido en monumentos emblemáticos. Al contemplar estas extraordinarias obras arquitectónicas, realizadas con finalidad industrial, adivinamos el esfuerzo y la voluntad de construirlas para prolongarse en el tiempo. De hecho, son un grito para trascender el presente y convertirse en resilientes a pesar de los cambios.
Las cooperativas son el altavoz que permite en estos pueblos expresar sus necesidades, demandas y preocupaciones
Por otra parte, detrás de las cooperativas está el territorio rural disperso, ya que las cooperativas agrarias son todavía en muchos lugares los nódulos que conectan en red las villas rurales con el conjunto del país. Las cooperativas son el altavoz que permite a estos pueblos expresar sus necesidades, demandas y preocupaciones. Sin embargo, sobre todo, en muchos casos las cooperativas son las facilitadoras del derecho a producir en tierras a menudo pobres y arrugadas que no tendrían otra opción que no proviniera de la unión de voluntades y de la solidaridad. En parte, éste es el sentido de muchas cooperativas.
Valores tangibles e intangibles
Con una facturación global anual de 1.952,3 millones de euros, aportan el 36% de la Producción Final Agraria de Catalunya (49% agrícola y 28% ganadera). Pero más allá del valor estrictamente económico, que se traduce en una remuneración al agricultor en contraprestación a su actividad, los valores de la cooperativa son en gran parte los intangibles. He mencionado el derecho a producir, pero deberíamos añadir como fundamental la fuerza que proviene de la unión cooperativa y que permite alcanzar mayor capacidad de negociación en el seno de las relaciones con los clientes, a menudo grandes distribuidoras. La unión cooperativa permite agrupar su demanda y acceder a mercados más remuneradores. La unión cooperativa permite transformar la producción añadiendo valor, normalmente en cooperativas de segundo grado. La unión cooperativa permite obtener mejores precios de compra a proveedores. La unión cooperativa aporta garantías sobre la venta incluso en situaciones desfavorables del mercado, en el peor de los casos supone un reparto de pérdidas entre muchos. La unión cooperativa permite la creación de servicios que resuelven necesidades y mejoran la calidad de vida de los agricultores ya sea en abastecimientos diversos, asesorías, formación, intercambio de horas de trabajo para facilitar espacios familiares y personales de vacaciones y descanso y un larguísimo etcétera de posibilidades.
La unión cooperativa permite agrupar la demanda y acceder a mercados más remuneradors
El camino para hacerse grandes sin perder la identidad
Pregunté hace pocos días a una cooperativista qué le aportaba la cooperativa y me contestó lacónicamente: "es el sentido de ser, me siento alguien, no una campesina desvalida". Esta respuesta me recuerda una cita del historiador Andreu Mayayo: “El fenómeno de la explotación campesina hay que contemplarlo dentro del contexto de la subsistencia, en el que los campesinos prefieren renunciar a un incremento de la renta si esto comporta el riesgo de perderlo todo”. No me cuesta imaginar a los rabassaires a finales del siglo XIX veían cómo morían día a día las cepas que garantizaban su supervivencia. Entonces quisieron contradecir la desdicha y optaron por la opción cooperativa. Pasaban a no estar solos y para hacerlo evidente construyeron algunos de los mejores edificios modernistas que tenemos en nuestro territorio. Con menos esfuerzo podrían haber tenido unas buenas bodegas, pero a veces el orgullo debe expresarse con ladrillos y arcos parabólicos.
El cooperativismo agrario no es ajeno a las dificultades, pero ha demostrado gran resiliencia a lo largo de su trayectoria histórica y sobre todo en momentos de crisis. Las cooperativas son la herramienta que disponen las pequeñas y medianas empresas agrarias para formar grandes estructuras empresariales con dimensiones mucho más capacitadas en todos los aspectos económicos, sociales y tecnológicos sin perder su entidad, su personalidad de pequeña empresa o, de otro modo, de explotación agraria. Esto es, la oportunidad de ganar dimensión para hacerse competitivas. El cariz social de la cooperativa no puede hacer olvidar que esta se encuentra dentro del mercado local y global y su continuidad como empresa depende en gran parte de su capacidad competitiva.
Cosas que hay que tener en cuenta
Sin embargo, a veces las contradicciones provienen de donde menos te las esperas. Fui profesor de estrategia cooperativa durante bastantes años. En cada curso preguntaba a los alumnos: “¿quién tiene mayor capacidad de negociación el proveedor (socio de la cooperativa) o el comprador (la misma cooperativa representada por su Junta Rectora)?”. El cien por cien de las veces los alumnos contestaban a que la cooperativa. Respuesta evidentemente errónea dado que el socio es el propietario y es quien puede imponer su voluntad a través de los órganos representativos de la entidad. A partir de esta relación proveedor – comprador el socio a menudo acaba imponiendo una mayor distribución de ingresos en detrimento de la necesaria autofinanciación de la propia cooperativa. Este hecho ha traído consigo trayectorias regresivas en algunas cooperativas. Contra esto se mencionan a veces los valores del liderazgo pero, en mi opinión, habría que establecer normas estatutarias que garantizaran la formación de reservas estratégicas.
El cooperativismo agrario no es ajeno a las dificultades, pero ha demostrado una gran resiliencia a lo largo de su trayectoria histórica y sobre todo en momentos de crisis
Las cooperativas no pueden prescindir de su espíritu solidario, pero viven en el mercado. Ser absolutamente conscientes de ello es clave para su supervivencia. Los indicadores del mercado deben ser la guía para fijar precios y, consecuentemente, determinar los resultados. La liquidación a resultas nunca puede ser el camino para esconder malos aseos de gastos inadecuados, la liquidación debería contar en todo momento con unos condicionantes establecidos a priori sobre imputación de costes directos e indirectos, criterios de autofinanciación y otros compromisos de la cooperativa.
Otro factor de dificultad es la débil exigencia de la disciplina de venta obligada en la cooperativa. Conocemos cooperativas exitosas con criterios estrictos y otros que no. Cuando se tolera que el cooperativista sea a la vez competidor en el mercado (salvando espacios preacordados) la cooperativa se convierte en el receptor del peor producto mientras que el socio vende la mejor oferta directamente. Un paso directo a la pérdida de valor de la cooperativa.
Estamos en guerra contra el cambio climático y en lucha por la recuperación de los equilibrios medioambientales malogrados por la actividad humana sin freno ni visión de futuro en un mundo con recursos escasos
La cooperativa es una forma de integración de empresas agrarias, pero a su vez la integración entre ellas es un paso más en el reforzamiento del espacio cooperativo. Esta función la cumplen las cooperativas de segundo grado. Al mismo tiempo, en ocasiones, la viabilidad de pequeñas cooperativas requiere su integración. Desde la FCAC se está propiciando este proceso de integración entre pequeñas cooperativas. Sin embargo, es un tema no exento de contradicciones dado que la supresión de una cooperativa puede suponer la pérdida de algunos servicios básicos por algunas poblaciones. El camino de las fórmulas mixtas puede convertirse en la respuesta en el marco de la generosidad y solidaridad de unos y otros. Precisamente al cerrar estas líneas se acaban de fusionar las bodegas cooperativas de Vila-Rodona con Agrícola de Bràfim. Asimismo, no es necesario descartar formas mixtas privado-cooperativo donde la cooperativa conserva el control, pero organiza por criterios de operatividad y eficacia parte de su actividad en una empresa como sociedad mercantil.
He empezado el artículo hablando de la gran transformación que estamos viviendo. Estamos en guerra contra el cambio climático y en lucha por la recuperación de los equilibrios medioambientales estropeados por la actividad humana sin freno ni visión de futuro en un mundo con escasos recursos. Esto nos exige esfuerzos de mitigación, adaptación, recuperación medioambiental. Las cooperativas de Catalunya, amparadas en el marco de la FCAC, están decididamente comprometidas con los retos estratégicos y con el uso de las más modernas tecnologías en estrecho contacto con los centros tecnológicos en el seno de programas propios y programas de ámbito europeo. Pero en todos los casos, todos estos esfuerzos tienen una traducción directa en costes. Para hacerle frente es el momento de cooperar, para ganar dimensión, para ganar capacidad de inversión, para ganar capacidad de negociación. Las cooperativas nacieron para afrontar las dificultades, hoy son más necesarias que nunca.