Pienso que todavía hace demasiado frío y mientras no veamos los 50 grados a la sombra no nos tomaremos seriamente que el cambio climático es una realidad en todo el planeta y que la Cuenca del Mediterráneo es uno de los territorios más amenazados para este fenómeno. Si recurrimos a la memoria, el parlamento catalán declaró formalmente el 14 de mayo del 2019 la emergencia climática para lograr los objetivos en materia de mitigación establecidos en la ley de cambio climático. Una serie de compromisos y buenos propósitos para revertir el incremento de temperatura global, lograr por el 2030 la reducción del 45% de las emisiones de CO2 y frenar la extinción de especies al planeta. Unos meses más tarde, el 21 de enero del 2020, el gobierno español hacía exactamente lo mismo con la misma pomposidad declarativa para mostrar su "compromiso firme", "prioridad", "transversalidad", "rapidez" y "ambición" respecto a la emergencia climática. Poca broma, ahora sí que estábamos salvados del apocalipsis final y podíamos dormir tranquilos.
Normalmente cuando un Gobierno declara una emergencia nacional es que la situación es de vida o muerte y pasan cosas importantes, concretas y visibles: desde que salga el ejército a la calle (medida que no aplicaría para este tema aquí y ahora...) hasta racionamientos de bienes y servicios básicos, confiscaciones masivas, restricciones en la movilidad de las personas, presupuestos extraordinarios y un largo etcétera de medidas que rellenarían las portadas del medios durante el periodo que durara esta emergencia. En el ámbito energético se generarían grandes consensos políticos y sociales, puesto que nos iría la piel. Aceleraríamos la transición energética con el mínimo impacto para las empresas y los ciudadanos desburocratizando los trámites para instalar fuentes energéticas sostenibles, desplegaríamos un marco fiscal homologable en el resto de países, revisaríamos las tarifas de acceso y los cargos impropios que nos penalizan en 17.000 millones de euros al año, facilitaríamos las redes digitalizadas distribuidas para facilitar la creación de comunidades energéticas apoderando a la ciudadanía consciente, fijaríamos los precios minoristas en función del momento y lugar donde se produjera la demanda e impulsaríamos la eficiencia energética. Pues bien, viendo los hechos concretos, pienso que coincidiremos en que la emergencia climática es una posverdad más del Gobierno catalán y del Gobierno español.
Cuando un Gobierno declara una emergencia nacional es que la situación es de vida o muerte y pasan cosas importantes, concretas y visibles
Recientemente hemos tenido conocimiento del último y muy interesante informe del Observatorio de las Energías Renovables de Catalunya, donde participa activamente la patronal Cecot, donde se afirma que Catalunya continúa lejos de los objetivos de soberanía energética renovable por 2030. La ciudadanía tendríamos que ser mucho más exigentes con nuestra clase política y exigir rendimiento de cuentas permanente. Demasiados discursos, proclamas y declaraciones que, como decían nuestros abuelos, de buenas intenciones el infierno es lleno.
Analizando los datos que aporta se puede constatar que estamos muy cerca de llegar a la demanda eléctrica que teníamos en 2019, antes de la pandemia, pero el más interesante que apunta es que la "demanda eléctrica ha sido cubierta por la nuclear en un 52%, los reactores nucleares han aportado siete veces más electricidad que la hidráulica, nueve veces más que la eólica y 62 veces más que la solar fotovoltaica". En plena batalla de definición de la taxonomía energética europea entre el que es energía verde, energía sostenible y energía renovable, cualquier manifestante que salga a la calle reclamando el "¡Nuclear no, gracias!", puede acabar en la prisión fabricando cirios pasquales. Tenemos nucleares para rato, olvidáis su desmantelamiento prometido ahora para el 2035. Las anteriores proclamas post Fukushima de los políticos europeos han sido borradas del discurso oficial como hacían los faraones en las paredes de los templos egipcios con los antecesores que querían borrar de la historia. Tiempo de modernidades líquidas, como decía en Zygmunt Bauman, donde el tweet emocional gobierna el mundo por encima de las evidencias científicas y económicas. Muchos errores políticos en Europa que no son penalizados electoralmente pero con un altísimo coste social y ambiental.
Sigue el informe indicando que en el 2021 la capacidad de generación eléctrica renovable ha crecido en 88,74 megavatios, muy lejos de los 1.197 megavatios que, según estima el PROENCAT 2050, habría que implantar cada año de aquí al 2030. Para resumir, en 2021 hemos logrado el 7,4% de los objetivos fijados por el gobierno. A este ritmo, tardaremos 134 años, más de cinco generaciones para lograr los 12.000 megavatios que necesita el país para lograr los compromisos firmados.
Es cierto que crece el autoconsumo fotovoltaico gracias al Decreto-ley 24/2021 y las ayudas de la Unión Europea, pero continúa habiendo un colapso administrativo en la gestión de los proyectos solicitados que habían superado la Ponencia (para los neófitos, la Ponencia es el órgano colegiado de la Administración que analiza la viabilidad administrativa de un parque fotovoltaico) y que todavía duermen al son de los justos. Como que la colaboración publicoprivada continúa siendo un tabú nacional, preferimos atrasar cinco generaciones la resolución del problema antes que buscar la ayuda de organismos profesionales externos a la administración y delegar la resolución de los expedientes con garantías y celeridad. Recordad la imagen del entrañable Gollum en el Señor de los Anillos protegiendo su tesoro aunque le acabara costando la vida.
¿Será este el resurgir de la antigua Corona de Aragón con en Lambán I como rey y señor?
Finalmente y como bien señala el informe, al ritmo actual, el 94% de los objetivos fijados por el gobierno catalán de energía renovable para el 2030 solo se podrán cubrir con importaciones de fuera Catalunya y de básicamente de Aragón en un 80%. ¿Será este el resurgir de la antigua Corona de Aragón con Lambán I como rey y señor? Suerte tuvimos de Aragón hace 600 años para alimentar de trigo y carne los condados catalanes hambrientos y suerte tendremos ahora con su aprovisionamiento energético.
Emergencia climática? Pas du tout!