Distopías ya tenemos muchas, mejor pensar en nuevas utopías. Y cuando hablamos del mercado laboral, todavía es más importante teñir el futuro de cierto optimismo. El consultor y divulgador de temas sobre el futuro laboral Albert Cañigueral tiene claro que estamos a medio camino de una revolución. Todavía no hemos dejado atrás las formas de trabajar tradicionales, pero hemos empezado a incorporar otras nuevas, que el miembro del colectivo Ouishare considera que deberían tener una mayor protección. Explica cuáles son los nuevos modelos laborales y desgrana cómo cree que evolucionarán en su último libro, El Trabajo ya no es lo que era. Cañigueral cree que la pandemia ha ayudado a poner algunas cosas en su lugar, como ver cuáles son los sectores realmente esenciales. Los problemas, asegura, ya están identificados, pero faltan soluciones.
¿Cuál es tu respuesta cuando te preguntan a qué te dedicas?
En mi caso, es muy difícil explicarlo, y por eso tengo Ouishare, que me da sentimiento de pertenencia y de continuidad en un entorno fragmentado. Es una asociación sin ánimo de lucro, en la que todos somos autónomos y compartimos un espacio de trabajo -que es un coworking-, una reputación colectiva, un sistema de valores e intentamos trabajar juntos. Somos una especie de cuadrilla laboral de colegas, en la que cada uno hace su trabajo.
¿Esta colectivización es el futuro del mundo laboral?
Apuesto a que será la próxima revolución del mercado laboral. Podemos organizarnos a diferentes niveles: están las tribus tipo Ouishare, los gremios o colegios y asociaciones como ATA o los sindicatos en una escala superior. Pero se tiene que ir con cuidado de no fragmentarnos en cinco millones de gremios diferentes, porque la capacidad de negociación será limitada. La acción colectiva ha sido una manera histórica de luchar contra las desigualdades, y ahora la tecnología nos ayuda.
"Existe otra forma de trabajo, pero la administración no la quiere ver porque le desmonta todos los esquemas"
¿Cómo hemos llegado de la relación tradicional entre empresa y trabajador hasta estos nuevos modelos?
La manera tradicional de ver el trabajo es muy industrialista, de ir a un lugar físico durante muchos años a hacer una tarea bastante similar y desarrollar la carrera dentro de esta estructura. Cada vez más, las generaciones tenían la expectativa de ir encadenando trabajos más o menos estables de cinco o seis años. Pero lo que está pasando ahora es que las relaciones laborales cada vez son más cortas. En algunos casos porque los contratos son temporales y en otros porque las empresas cada vez trabajan más por proyectos. Es la frase aquella de "mi padre tuvo un trabajo; yo tendré siete a lo largo de mi vida; y mi hijo tendrá siete trabajos a la vez". Es mucho más fácil saber quién eres y qué eres en el primer escenario que en los dos últimos.
Muchas veces relacionamos este modelo más fragmentado con la precariedad.
Hay este relato de que los autónomos estamos peor que los asalariados. Todavía tenemos una visión de que la única manera correcta, canónica y deseable de trabajar es con el modelo de asalariado y hay mil maneras de trabajar y generar fuentes de ingresos. Hay un concepto en inglés, que es slasher [slash significa barra]: por la mañana eres cocinero; por la tarde, profesor; y los fines de semana, monitor de esquí; y no pasa nada. Dependiendo de los ingresos que se puedan generar, se puede gestionar de mejor o peor manera esta flexibilidad. Si lo haces porque no tienes más opciones, esto empuja a la precariedad. Para que no haya esta precariedad o la podamos reducir, es importante que los sistemas de protección social evolucionen reconociendo esta realidad. Narrativamente, está en un plan inferior y, normativamente, menos protegida.
¿Con qué fórmula se podría dar más protección a los nuevos modelos de trabajador?
Tenemos un sistema de paro, que quiere decir que una persona asalariada ha ido contribuyendo a lo largo de los años y, si pierde el trabajo, tiene derecho a unos meses de prestación. En este ejemplo, la persona solo tiene un trabajo y el concepto de trabajar es binario: o trabajo al 100% o no trabajo, estoy al 0%. En los nuevos escenarios, hay una fluctuación de ingresos. Por lo tanto, en lugar del paro, iría bien un modelo de seguro de ingresos, que es lo que se ha hecho más o menos con los autónomos durante la pandemia: si demostrabas que te había caído la facturación un 70%, tenías derecho a una serie de ayudas. Es un cambio de estructuras bestia.
"Dentro de la narrativa laboral, todavía tenemos esta visión de trabajo asalariado como superior a las demás formas"
¿Lo tiene que impulsar la administración?
Se puede actuar a varios niveles. Quien está empezando a hacer esto es el sector privado, donde aparecen seguros como Axa, en que si pagas una cantidad baja al mes tienes unos ingresos garantizados. El sector público ha invertido tanto y lo tiene todo tan programado para la manera tradicional de trabajar, que tiene una gran resistencia a estas cosas. Existe otra forma de trabajo, pero no la quieren ver porque les desmonta los esquemas.
La estructura de asociaciones que defienden los intereses de trabajadores y empresas es muy clara: hay patronales y hay sindicatos. ¿Quién puede defender los sistemas de protección para trabajadores que se enmarcan en los nuevos modelos laborales?
Dentro de la CEOE se integró la Asociación de Trabajadores Autónomos (el ATA) hace unos años; Glovo se ha integrado en Foment del Treball. Todo esto genera tensiones. Estamos en una etapa de cambio: los escenarios que emergen y son confundidos todavía no se han consolidado.
En Catalunya y el Estado español, ¿vamos atrasados en la colectivización del trabajo?
España es muy avanzada en el uso de plataformas para encontrar trabajo. Dentro de la narrativa laboral, sin embargo, sí que todavía tenemos esta visión de trabajo industrialista como superior a otras formas de trabajo. Francia, Inglaterra y Escandinavia han conseguido equilibrar otras formas de trabajo como igual de válidas, hecho que facilita que la parte normativa lo acompañe. Aquí, si ves al Gobierno y los sindicatos, no hablan de otra cosa que de los modelos de trabajo tradicionales: de falsos autónomos, de laboralitzar según qué trabajos como el de los repartidores... Yo defiendo un nivel de protección alto e igual para todo el mundo.
¿Nos tenemos que fijar en estos países?
También es interesante mirar qué hacen países que no tienen esta estructura laboral tradicional, donde hay mucha informalidad, como América Latina, el sudeste asiático o algunos lugares de África. Están creando estructuras sociales ya preparadas por las nuevas formas de trabajo. Aquí es importante el concepto leap frogging, cuando te saltas una etapa. Hay algunos países que, como no han tenido una estructura tan rígida de Seguridad Social y negociación colectiva como la nuestra, se adaptan más rápidamente a las nuevas formas de trabajo porque no tienen la mochila histórica. Están pasando cosas muy interesantes en Malasia, la India, Kenia...
"No me atrevería a decir que las empresas son ahora más humanas"
Además de las nuevas formas de trabajar, las empresas en sí también han cambiado. ¿Son más humanas?
No me atrevería a decirlo. El relato de la empresa de la época industrial era de empresa familiar: una persona entraba como mozo de almacén y acababa siendo el director logístico después de unas décadas, y era parte de la familia. Eran relaciones de larga duración por los dos lados y había una especie de acompañamiento y protección mutua. Con la estructura que tenemos ahora, las relaciones entre empresa y trabajador son más utilitaristas; hablamos de recursos humanos. A partir de los años 80, se empezaron a externalizar servicios de limpieza o informática, por ejemplo, y toda esta gente ya no formaba parte de la familia, de la empresa. El objetivo ahora es optimizar los costes salariales al máximo.
También hay mucha más rotación. ¿Es porque el trabajador es más exigente con la empresa que antes?
Hay una parte generacional que influye. Los jóvenes tienen más expectativas laborales y quieren encontrar seguridad, aprendizaje... Y hay otra parte de la empresa. En este entorno en el que se busca minimizar los costes salariales, no se contribuye a que las personas tengan una vida laboral interesante, no se las motiva. Esto lleva a que los trabajadores tengan esta visión de "estaré aquí de momento, aprenderé y cuando me canse, cambiaré". Yo cuando he estado en corporaciones y he parado de aprender, me he cambiado.
¿Qué lección nos deja la covid-19 en términos laborales?
Se ha visto que, sin las personas trabajadoras implicadas, no hay empresa. Parece que ha empezado a nacer una narrativa de "nos hemos pasado y tenemos que tener en cuenta las personas, que no son recursos y las tenemos que cuidar". Cada vez hay más directivos que buscan que las personas se desarrollen personal y profesionalmente en la organización. Lo que juega a la contra de todo esto es que la tecnología permite de manera eficiente la fragmentación de la empresa en proyectos y de proyectos en tareas, que se pueden repartir entre las personas de manera automatizada. Con esto es muy fácil deshumanizar toda esta parte.
¿La precarización es otra de las consecuencias de la pandemia?
Con la pandemia, hemos visto que tenemos poco valorados desde el punto de vista narrativo y económico algunos trabajos críticos, esenciales y de proximidad: repartidores, cajeros y cajeras de supermercado, médicos, profesores, los cuidados... Hemos visto que son esenciales, porque sin el director de marketing de Coca-Cola o un directivo del Banco Sabadell, la sociedad funciona perfectamente. Sin las cajeras de los supermercados, tenemos más problemas. No sé si conseguiremos actuar, pero el problema lo tenemos identificado.
"Una tecnología que no se haga preguntas éticas y filosóficas es distópica"
¿Cómo podemos actuar?
La manera con que creo que se puede compensar un poco es crear tu propia tribu: tú sola como periodista tienes una capacidad de negociación concreta y puedes llegar a un tipo de proyectos determinados, pero si te unes con cuatro o cinco personas más y creas una especie de tribu, tu capacidad aumenta. Esta colectivización rompe con la idea de que las personas autónomas tienen que estar aisladas; casi todos los trabajadores autónomos se agrupan. El otro tema está en qué acción de tipo sindical o gremial se puede hacer. Nos acercamos al modelo de Hollywood, donde están el gremio de los escritores, el gremio de los actores, etc. Si hay una acción sindical fuerte, puedes llegar a condiciones laborales diferentes.
En términos de precariedad, hay una diferencia muy clara entre profesiones tecnológicas y humanísticas.
Sí y se critica mucho, porque una tecnología que no se haga preguntas éticas y filosóficas es distòpica. En la universidad se tiene que aprender a aprender: te tienes que espabilar, tener compañeros, buscar información... Los conocimientos específicos que adquieres, raramente los usas directamente en tu ambiente de trabajo. Solo alrededor de un 30% de la gente trabaja de aquello que ha estudiado. Muchas veces vas cambiando de sector a lo largo de la carrera laboral también.
¿Cómo te imaginas un futuro laboral utópico?
Mi libro acaba con siete utopías. El primer punto que tenemos que tener en cuenta es el lenguaje: para construir el futuro que queremos, lo tenemos que poder describir. También es importante la diversidad, tenemos que aceptar que cualquier modelo laboral está bien. Las empresas no tendrían que considerar el trabajo un coste, sino que las personas son activos a desarrollar. El tema de tener derechos garantizados por ser y no por hacer: si eres asalariada, acumulas derechos y tienes una protección, pero quizás tenemos que buscar una protección más universal, que permitiría incluir al sector de los cuidados, por ejemplo, que no es un trabajo productivo. Como hemos hablado, hay una parte de tecnología ética, de colectivos, y, evidentemente, una parte medioambiental. Aprovechemos todo esto para trabajar y vivir de manera más sostenible, porque si no podemos respirar da igual de qué trabajamos. Es necesario crear estas utopías, porque no sirven para llegar a ellas, sino para avanzar.