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Del “España va bien” a “vamos como una moto”

La macroeconomía y la microeconomía son caras de una misma moneda y hay que prestar mucha atención para ver qué está pasando en la calle y estar alerta

Las declaraciones del entonces presidente del gobierno español, José María Aznar | EP
Las declaraciones del entonces presidente del gobierno español, José María Aznar | EP
David Garrofé es empresario y secretario general de la patronal catalana Cecot desde 1988 hasta 2021 | Mireia Comas
Empresario
Barcelona
18 de Febrero de 2025

20 años separan estas dos frases famosas pronunciadas por los presidentes del gobierno central, José María Aznar y Pedro Sánchez. Colores políticos y momentos históricos diferentes, pero ambas frases icónicas buscando lo mismo: transmitir ilusión a la ciudadanía de que la economía va bien. Y era y es parcialmente cierto. La macroeconomía, la mirada de la economía en su conjunto, nos proyecta hoy unos datos que son la envidia de muchos países europeos y de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Ver los grandes indicadores en positivo, con crecimientos en 2024 del 3,2% del PIB, cuatro veces más que el crecimiento de la zona euro, debería generar una gran esperanza para la mayoría de la población. Sin embargo, como ocurrió en 2007, la macroeconomía y la microeconomía son caras de una misma moneda y hay que prestar mucha atención para ver qué está pasando en la calle y estar alerta. Solo hay que recordar cómo terminó la fiesta en aquella ocasión, donde aún estamos pagando los platos rotos con organismos como la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB).

 

“¿Vamos como una moto?”, ¿cómo nos quieren vender? Depende de cómo se mire. No hemos sido capaces de reducir demasiado el endeudamiento del país. Estamos en un 104% del PIB y gastando más cada año de lo que ingresamos. Una deuda perpetua que pagarán nuestros hijos y nietos y que no crece más porque incrementan la fiscalidad desmesuradamente con tipos más altos y no deflactando las escalas fiscales con la inflación. ¿A quién afecta principalmente esto? Pues a las clases medias y bajas, donde encontramos un 25% de familias en riesgo de pobreza o de exclusión social, según los datos de la Unión Europea. Un desempleo que dobla la media europea, pero la macroeconomía no destacará que el “milagro” español se debe a la fuerte entrada de población inmigrante: el 18% de la población española y el 25% de la población catalana ha nacido fuera y se dedica, mayoritariamente, a trabajos de bajo valor añadido muy centrados en el turismo, pero nos hacen subir los datos del PIB.

La otra mirada es que la productividad media no levanta cabeza y es de las más bajas de Europa. Las inversiones en el tejido productivo presentan unos de los peores datos de los grandes países europeos según el Banco de España y Eurostat, concretamente 12 puntos por debajo de la media de los países de nuestro entorno. ¿Por qué invertir en maquinaria y renovación de equipos si lo puedo sustituir por mano de obra? Esto en Catalunya lo vivimos de forma especial en la década de los 60 en el sector textil, donde la llegada masiva de inmigración de otras zonas del Estado a bajos costos desestimulaba la inversión en renovación de maquinaria más moderna.

 

Hay que decir también, y positivamente, que si bien en 2008 las empresas estaban fuertemente endeudadas, actualmente se ha reducido prácticamente a la mitad, al 64% del PIB, y está 12 puntos por debajo de la media europea, en la línea de lo que han hecho las familias. Tenemos la paradoja de un sector privado contenido y ahorrador y un sector público con un gasto desbocado que drena incansablemente los bolsillos de las clases medias. ¿Dónde van, entonces, los excedentes de las empresas? Gran parte del empresariado, desde la anterior crisis y también a raíz de la covid-19, destina muchos de los recursos generados a sanear la deuda de las compañías. Quieren reducir su exposición a los créditos bancarios y no sufrir como lo hicieron en las anteriores décadas. ¿Es bueno o malo esto? Pues sería mejor no perder el tren de la inversión productiva para no perder competitividad, pero la ventaja es que mejora la solvencia de las empresas y las prepara para volver a invertir. ¿Qué hace el sector público para corregirlo? Pues ir en sentido contrario de lo que debería hacer y dar a las inversiones empresariales el peor trato fiscal de toda Europa, según destacan en el IEB-UB.

Si bien en 2008 las empresas estaban fuertemente endeudadas, actualmente se ha reducido prácticamente a la mitad, al 64% del PIB, y está 12 puntos por debajo de la media europea

Vamos como una moto, pero la renta per cápita española ha caído desde 2018. La brecha con la Unión Europea crece y ha pasado de 2.720 euros por persona a 3.720 euros anuales. La diferencia cada vez es más grande. Somos más ciudadanos, pero creamos menos valor; de aquí la paradoja del crecimiento del PIB: más a repartir el mismo pastel.

El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, rodeado de ministros y cargos del PSOE | EP
El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, rodeado de ministros y cargos del PSOE | EP

En contraposición, podemos ver qué pasa en otros países como Alemania, el país con el porcentaje más alto de inmigración, donde, por su modelo económico, no tienen esta caída de renta per cápita a pesar de las tensiones que están generando estos cambios demográficos.

Nos dicen, sin embargo, que con el empleo también vamos muy bien, y es parcialmente correcto. Los datos así nos lo dicen, y tenemos en estos momentos 21,3 millones de cotizantes a la Seguridad Social, pero no ponen el énfasis en el perfil de los contratos. Por la presión de la administración y eliminando los contratos temporales, hemos generado muchos contratos fijos discontinuos que antes eran contratos temporales. Por lo tanto, antes, entre trabajo y trabajo, esta población se contabilizaba como parada y ahora, a pesar de que trabajan solo 4 meses al año, nos salen en las estadísticas como ocupados todo el año. Estamos hablando de cerca de 1,4 millones de personas contratadas que, si utilizáramos parámetros de una década atrás, computarían como parados una gran parte de ellas.

La inflación, el incremento de costos, el retorno de los créditos ICO, el aumento del SMI y de las cotizaciones han sido muy decisivos para hacer crecer las insolvencias

Una atención especial merecen los concursos de acreedores, que han subido un 24% en 2024, alcanzando la cifra de 9.000 en todo el Estado, a pesar de tener desde 2022 una nueva ley concursal pensada para reducirlos sustancialmente. Las insolvencias están subiendo, aunque no son alarmantes, pero sí que marcan una tendencia que hay que seguir de cerca. La inflación, el incremento de costos, el retorno de los créditos ICO, el aumento del SMI y de las cotizaciones han sido muy decisivos para hacer crecer esta tendencia.

Más allá de los discursos motoristas, ¿qué opina la gente de la calle según el CIS? Una vez descartado el 20% de encuestados despistados que piden rebajas de impuestos con incrementos de servicios públicos, encontramos que a un 45% de la población le cuesta llegar a fin de mes y al 60% no ve nada claro que el problema de la vivienda se solucione pronto. Nada menor, pero el índice de felicidad continúa por encima del 70% de la población, y es que, al final, más allá de la macro y la micro, la vida enseña que la felicidad no es tener lo que quieres, sino querer lo que tienes. Y en este sentido, seguimos apreciando las pocas cosas que nos quedan.