
Un verano los hijos del gerundense Jordi Sitjas viajaron a Cataluña y se enamoraron, como muchos adolescentes, del futbolín. Decían que era una lástima que en Pekín, donde viven, no pudieran disfrutar de este clásico del entretenimiento catalán. Sitjas empezó a interesarse en la idea y a darle vueltas hasta que vio claro el negocio.
Contactó con la empresa Billares Córdoba y se pasó dos meses en Cataluña aprendiendo como fabricar con sus propias manos un futbolín con el material que esta casi centenaria empresa se comprometió a servirle. "Traía demasiado años trabajando por multinacionales y tenía ganas de hacer algo más artesanal", recuerda Sitjas, que normalmente dedica tres días al montaje de cada pieza.
De la afición al negocio
Billares Córdoba es una empresa barcelonesa nacida en 1926 que tiene la reputación de hacer unos de los mejores futbolines a la Península Ibérica. A pesar de que, como su nombre indica, gran parte del negocio de la compañía dirigida por Blai Sala se lo llevan los billares que venden en todo el mundo, el futbolín sigue siendo una fuente importante de ingresos. Y a la otra banda del mundo, Jordi Sitjas hacía años que tenía una buena red de contactos.
Llegó a la China en 1982 y esto lo convierte en uno de los catalanes más veteranos de los que hay en este país. Su paso por el que hace unos años era la agencia de internacionalización COPCA también lo ayudó a conocer de cerca la idiosincrasia de los negocios en este país. "Había hablado con mucha gente que estaba interesada al tener futbolines a sus locales y una vez había aprendido como hacerlos sólo había que trabajar con el modelo de negocio adecuado que dejara todas las partes contentas"
Confianza y control
Actualmente es difícil encontrar un bar en la zona universitaria de Pekín donde nohaya estudiantes haciendo partidas a tres iuans las nuevos bolas. Pero Jordi Sitjas no ha mecanizado la confección de futbolines ni ha anunciado a los cuatro vientos su producto. Compra la madera de la mejor calidad en Noruega, las herramientas y tornillos en la China, y Córdoba envía los hierros con los ninotets vestidos de los Barça y el Madrid. El resto es dedicarle unas horas al taller que tiene en las afueras de la capital de la China.
El hecho de trabajar pieza en pieza cada mesa hace que cuando las vende por el equivalente a 2.500 euros la unidad busque alguien de confianza. "Conozco a cada persona a quien he vendido los futbolines y me gusta ser para ver como está funcionando". Además de la primera venta, Sitjas pacta con los compradores un porcentaje sobre la recaudación que genera cada futbolín. Así, el negocio perdura recaudando el 50% de los tres, cuatro o cinco iuans (40, 50 o 60 céntimos de euro) que vale una partida según la zona donde esté ubicado.
Creciendo en número y forofos
Actualmente el impulso comercial de Jordi Sitjas ha hecho que en la China yahaya más de 250 futbolines repartidos entre Shanghai, Xian, Tianjin, Guangdong y sobre todo Pekín. Sus amistades también han hecho que los futbolines vayan más allá y con un socio que tiene en Corea yaha distribuido casi 50 a Seul. Con todo, Sitjas está satisfecho con la buena marcha del negocio, pero sobre todo con la labor social que genera cada mesa con el suyos 22 jugadores de hierro.
"En la Asia es cada vez más frecuente que los jóvenes se pasen horas enganchados a una maquina, el teléfono móvil o el ordenador. Un juego como el futbolín ha ayudado a muchos a ampliar su círculo social y a sacarlo fuera de la pantalla". Y es que como pasa por todas partes con el hermano grande del futbolín, siempre es mejor compartir con amigos o familia los partidos importantes.