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Filosofía entre bambalinas: lecciones filosóficas bajo la sombra de un árbol

Si pensamos en las empresas como árboles, hay muchas lecciones que podemos extraer y muchas malas dinámicas que podemos corregir

Es relativamente fácil generar metáforas filosóficas relacionadas con los árboles | iStock
Es relativamente fácil generar metáforas filosóficas relacionadas con los árboles | iStock
Arianda Romans | VIA Empresa
Politóloga y filósofa
Barcelona
01 de Febrero de 2025

Hace dos años vi uno de los árboles más grandes de mi vida, y hace unos días lo he visitado de nuevo. Es un árbol con unas raíces particulares que se esconden, pero también se dejan entrever un poco en la superficie, de una manera bastante poética, que recuerda que, quizá, el árbol tiene un punto en el centro desde donde nacen unas raíces hacia arriba y otras hacia abajo. No tengo ni la más remota idea de qué tipo de árbol es, pero lo admiro y creo que es una de las cosas más bonitas que he tenido jamás frente a mí.

 

Es relativamente fácil generar metáforas filosóficas relacionadas con los árboles. De hecho, muchas personas lo han hecho a lo largo de la historia: desde Aristóteles, en su Historia de los Animales, donde hace una clasificación exhaustiva de las especies vegetales y animales del reino natural, hasta naturalistas como Henry David Thoreau, Arne Naess, o ecofeministas como Vandana Shiva o Yayo Herrero. La comparación de los árboles con los procesos de la vida, como expresión de la sabiduría inherente de la naturaleza para organizarse y desarrollarse de manera autónoma, o como presencia que trasciende su utilidad inmediata, ha sido una idea recurrente en la filosofía. Por ejemplo, Martin Heidegger, en Ser y Tiempo, ofrece una reflexión especialmente bella que relaciona los árboles con la esencia misma de la naturaleza. También Baruch Spinoza, en su Ética, expresa que los árboles son un ejemplo fantástico de su teoría monista, donde todo forma parte de un mismo sistema y la naturaleza es una expresión de la sustancia divina.

La metáfora de los árboles no ha llegado a las empresas, y cuando lo ha hecho ha sido más bien de manera estética o superficial

Fuera de nuestro marco occidental, también ha habido muchas otras personas que han reflexionado sobre los árboles. Lao Tse, fundador del taoísmo, introduce la idea del wu wei (que se traduce como acción sin esfuerzo) y pone a los árboles como ejemplos de modelos que muestran este flujo de la vida en armonía con el flujo de la naturaleza. Vandana Shiva, filósofa y activista india, como parte del movimiento del ecofeminismo, también expresa en obras como Staying Alive: Women, Ecology, and Development que los árboles son elementos naturales con derechos inherentes y significados muy relevantes para la vida en las culturas ancestrales. Para estas culturas, los árboles no solo son símbolos del equilibrio entre naturaleza y cultura, sino también ejemplos poderosos de la lucha contra el capitalismo que oprime la naturaleza.

 

De alguna manera, la metáfora de los árboles no ha llegado a las empresas, y cuando lo ha hecho ha sido más bien de manera estética o superficial. Los árboles, con sus raíces, su tronco, sus ramas, sus frutos y sus hojas, representan claramente cómo un sistema debe tener diferentes funciones conectadas por una misma entidad, cada una con su rol, pero orientada hacia una sola misión: preservar la vida en conexión con la naturaleza.

Los árboles crecen, pero lo hacen en función de sus necesidades, no para competir con los otros árboles. Los árboles dan frutos para alimentar a los animales de la zona, a los que también ofrecen refugio si tienen suficiente espacio. Hay muchos tipos de árboles diferentes, pero todos tienen una función no solo para ellos mismos, sino también para su entorno. Por no hablar de la solidez con la que los árboles crecen y se desarrollan, convirtiéndose en organismos fuertes y estables que pueden perdurar incluso durante siglos. Si pensamos en las empresas como árboles, hay muchas lecciones que podemos extraer y muchas dinámicas negativas que podemos corregir. Entender que son ecosistemas que deben estar ligados a su entorno, proveer pero también adaptarse a los cambios, ser resilientes pero contundentes con sus valores, y estar conectados en todas sus funciones. Si están bien gestionadas, pueden perseverar durante muchos, muchos años.

Hay muchos tipos de árboles diferentes, pero todos tienen una función no solo para ellos mismos, sino también para su entorno

Hago otra pausa y me siento a la sombra del árbol, sospechosamente milenario. Lo observo y analizo cómo sus raíces exteriores han creado un espacio perfecto para sentarse. No lo hago, porque sé que probablemente está protegido. Alrededor de las raíces que dan a la terraza, se ha organizado un pequeño escenario donde, en verano, se realizan funciones de teatro al aire libre. Me siento al borde y observo el árbol un buen rato. El jardinero se acerca y me dice: “Es bonito, ¿verdad?”. Le digo que sí, y lo miramos juntos. “Tenemos que estar agradecidos de tener testigos de cuando todo esto ni siquiera era un teatro”, me dice. Le sonrío tímidamente y asiento con la cabeza. Realmente, los árboles son organismos impresionantes.