Desde hace años el sector carnico y ganadero es consciente de los potenciales desarrollos de la biotecnología y, en consecuencia, de la posibilidad de elaborar tejido carnico desde el laboratorio, sin la contribución de un animal vivo. Hasta ahora, cuando se hacía referencia a este tema se distinguía entre el futuro "gestionable" (basándose en la realidad actual) y el futuro a "largo plazo" (que no había que analizar). Pero el tiempo ha avanzado muy de prisa y hay que prepararse para una nueva realidad extraordinariamente disruptiva en relación al sistema alimentario actual. El 5 de agosto de 2013 se presentaba en Londres la primera hamburguesa producida en un laboratorio y desde entonces han seguido pasando muchas cosas. Ha llegado la hora que el sector agrario, la industria càrnica, la Administración Pública y, de hecho, toda la sociedad tome conciencia del tema y se establezcan las vías para abordar cambios que pueden llegar más temprano de lo que las previsiones divisaban.
La carne del siglo XXI
Si tomamos de referencia las estimaciones de la OCDE y de la FAO, se espera un incremento importante en la producción de carne en el mundo para los años próximos (se estima en un 15% hasta el año 2027). A la vez, en el caso de Catalunya y de España -que en 25 años ha casi triplicado las exportaciones de carne de cerdo- las previsiones son especialmente optimistas. Además, China, debido a la peste porcina africana, tiene unas serias dificultades para proveer de proteína a su población, al mismo tiempo que otros países emergentes están incrementando significativamente el consumo de carne, la cual tienen que importar. Pero todo ello puede maravillarnos y atrasar las respuestas necesarias.
El siglo XXI ha heredado un mundo con una fuerte y creciente tensión entre recursos disponibles y necesidades, unos recursos que a menudo hemos malogrado, y con un cambio climático cada vez más evidente, con costes y pérdidas de potenciales productivos. Pero el siglo XXI nos aporta también unos desarrollos científicos y tecnológicos extraordinarios que serán las herramientas para construir el futuro. El siglo pasado inició la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, hoy los desarrollos de estas tecnologías nos abren el mundo de la inteligencia artificial. A la vez este siglo abre las puertas a una nueva revolución, la biotecnológica. En resumen, todos estos elementos configuran el actual escenario, con tensiones globales de dimensión hasta ahora desconocida pero con potentes herramientas tecnológicas.
"Hay que prepararse por una nueva realidad extraordinariamente disruptiva en relación al sistema alimentario actual"
Las alternativas o las soluciones pasan por enderezar el camino que nos ha traído hasta aquí. Hay que buscar la máxima eficiencia en el uso de unos recursos limitados y hacer frente al cambio climático. Por un lado la bioeconomia circular acontece el nuevo paradigma en la gestión de los recursos. Por otro lado, los Tratados de París de 2015 son el acuerdo necesario para hacer frente al cambio climático. Unos acuerdos que, en su versión blanda, se proponen reducir entre un 40% y un 70% las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) en 2050 y dejar a cero las emisiones de GEI en 2100. Parecen objetivos increíbles pero los hechos y la respuesta de las futuras víctimas (los jóvenes), a pesar de los todavía negacionistes, serán la fuerza de cambios trascendentales a la sociedad que ahora conocemos.
En este contexto la producción carnica se sitúa en el bando del problema. El 46% de la producción mundial de cereales y soja se destina a alimentación del ganado. De acuerdo con ATKearney la carne convencional tiene una ratio del 15% de conversión de las calorías de la planta a la carne. Esta ratio (según esta fuente) estaría en torno al 70% en carne de laboratorio y del 75% en una dieta vegetal. Pero las amenazas sobre la carne convencional provienen también desde el punto de vista ético, representado por los movimientos animalistes y desde los nuevos hábitos de consumo saludable.
Todo ello puede poner en riesgo la producción carnica convencional? El elemento disruptor es la viabilidad de la carne por cultivo celular, viabilidad que tiene que contemplar múltiples aspectos: viabilidad técnica (parece ya lograda); viabilidad económica, con unos costes asumibles; viabilidad sanitaria sin efectos secundarios; viabilidad medioambiental, es decir que efectivamente sea más eficaz en el uso de recursos; viabilidad gastronómica, en cuanto que tenga un gusto agradable y, sin duda, con la aceptación cultural por parte del consumidor. Aun así, en el momento en que estas condiciones pudieran ser factibles el argumento ético pasaría a ser explosivo.
Estamos cerca de esto? Según ATKearney el 2040 el mercado de carne y productos alternativos se distribuirá así: 35% carne por cultivo in vitro, 25% productos sustitutivos de origen vegetal y 40% carne convencional. Otra referencia nos la ofrecen las conclusiones del Foro Económico Mundial de Davos 2018 que estima que en cinco años puede haber carne cultivada en restaurantes de alta gama y quizás en diez años en el mercado masivo.
Los impactos para el sector ganadero y en la industria carnica (una de las más importantes de Catalunya) pueden ser muy relevantes, no tan sólo por la reducción de demanda sino, posiblemente, por el cambio de actores, dado que la producción de carne de laboratorio requerirá inversiones tecnológicas importantes que podrán, posiblemente, ser asumidas sólo por grandes empresas, algunas de nueva creación. Así mismo habrá que contemplar impactos territoriales afectando la población rural, impactos que pueden repercutir en la agricultura de secano al perderse las sinergias actuales con la ganadería. Los impactos en la ganadería provendrán de diferentes vectores que afectarán de manera diferente especies de producción animal, con una resultante difícil de predecir. Los vectores que pueden condicionar los impactos son: en primer lugar, la eficiencia energética y productiva, vector que hará valorar las ganaderías más eficientes desde un punto de vista energético. En segundo lugar la proximidad genética, la cual es un factor de rechazo ético-cultural, en este sentido los más afectados serían los mamíferos. En tercer lugar, el grado de substituibilidad del producto, productos más difícilmente sustituibles (huevos y leche) tendrán un impacto inapreciable o mucho más moderado. En cuarto lugar la intensificación versus la extensificación, en este aspecto la ganadería extensiva, dentro de marcos medioambientalmente adecuados, tendrá un rol claro en el sostenimiento de los sistemas naturales y gestión del paisaje.
Economía, ética y cultura
Estamos ante un gran cambio en el sistema alimentario, hay que ser conscientes. Mirar hacia otro lado sólo puede añadir dificultades al futuro. Habrá que abrir un diálogo sereno en la sociedad con objeto de establecer los caminos que nos guíen en una mejor transición donde aspectos económicos y sociales confluirán con otros de éticos y culturales. Los cambios no serán inmediatos pero se producirán más deprisa que las previsiones iniciales. habrá posiciones defensivas legítimas pero los cambios históricos acaben imponiéndose. Qué hacer, pues? En primer lugar estar atentos, hacer un seguimiento de la evolución de las alternativas a la carne convencional, abrir la mentalidad al cambio y si fuera posible ponerse delante. Habrá que reforzar la orientación verso una producción ganadera de calidad (con un techo ecológico definido y una adecuada resolución de las problemáticas de deyecciones , bienestar y gestión sanitaria), al mismo tiempo que habrá que abrir la puerta a implicarse en la producción de los productos alternativos a la carne convencional. La aplicación de nuevas tecnologías requerirá la proximidad y el concierto con los centros de I+D+i. Y, en todos los casos, la cooperación y suma de intereses y energías será vital para hacer frente a este gran desafío.
"Cuando se satisfagan todas las condiciones de viabilidad de la carne de laboratorio el argumento ético pasará a ser explosivo"
Al mismo tiempo habrá que reforzar la producción agrícola, la más clara alternativa para absorber el impacto social y territorial de este proceso de transformación productiva. El impulso a la agricultura tiene que permitir acercar la producción con la ventaja medioambiental y la mejora consecuente de la autoabastecimiento. Este objetivo implica, sobre todo, optimizar los potenciales de regadío, cosa que algunos movimientos que se autodenominan ecologistas no han entendido todavía (sin agua no hay alimentos). Por ejemplo, habría que recuperar el sentido común en una infraestructura tal como el Segarra Garrigues. Habrá que defender los espacios agrícolas actuales y recuperar áreas cultivadas hoy abandonadas o transformadas espontáneamente en forestales, algo que la nueva Ley de Espacios Agrarios puede favorecer. La ampliación de servicios medioambientales y el impulso de las energías renovables irán también positivamente paralelos a este proceso.
Estos procesos de transformación repercutirán sobre personas y empresas que han demostrado saber hacer, profesionalidad y mentalidad innovadora desde la cual han desarrollado un sector competitivo con capacidad de dar respuesta a la demanda alimentaría de la sociedad. Hoy tienen que hacer frente a un gran desafío. La sociedad tendría que apoyarlos, por un lado con la aportación de medios, con objeto de moderar los impactos y minimizar los costes. Pero, por otro lado, con el respeto que se merece el sector que ha garantizado que nuestra despensa estuviera llena. El sector ganadero se merece una mirada de respeto, la defensa del cual tendría que ser una prioridad de las Administraciones Públicas y las organizaciones sociales. Hace falta, en este sentido, realizar una acción pedagógica que acerque a toda la sociedad la comprensión de la singularidad y complejidad del hecho alimentario y del valor de sus protagonistas.