La ligera moderación de los precios en los últimos meses le está permitiendo al Estado español una muy suave recuperación de la productividad. A pesar de esto, en vez de estar situado junto a Suiza, Suecia, Dinamarca, Países Bajos, los primeros de la lista, se encuentra con Indonesia, Letonia, Eslovenia, Italia, Hungría o India. No es la Champions, es la Primera RFEF. La posición tiene que ver con todos los parámetros de la economía, por lo que muy a menudo no todos los caminos conducen a Roma. Analicemos algunas de las razones de esta pérdida de competitividad, y nos referimos en concreto a las siguientes: el talento que marcha de las empresas a no se sabe dónde, y el de los seniors al jubilarse que no se canaliza; la falta de preparación para las nuevas tecnologías; la reducida dimensión empresarial; y las desigualdades económicas existentes.
La cosa viene de lejos. En el periodo 1995-2017, la productividad de la economía española muestra una caída del 4,5% respecto a la Unión Europea y empeora frente a las principales economías del entorno, como por ejemplo Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Reino Unido, o Portugal; incluso Grecia lo aumenta en estos años (BBVA, 2018). La pandemia lo ha agudizado.
En cinco años, España ha pasado del lugar 34 al 39 en el ranking mundial de competitividad del World Economic Forum. ¿Dónde nacen las ineficiencias que hacen que este país arrastre una tan baja competitividad? El Ranking de Competitividad Mundial que redacta anualmente la prestigiosa escuela de negocios suiza Institute for Management Development, IMD, detecta las principales deficiencias: las infraestructuras tecnológicas, la formación, el marco social, y las inversiones en salud y medio ambiente puntúan muy bajo. El Informe de Competitividad Regional en España 2021, publicado por el Consejo General de los Economistas, añade otro factor de pérdida de competitividad histórica, la evolución económica asimétrica entre los territorios. Junto a estos aspectos que constituyen un tipo de metatesiofobia, es decir permitir que todo se pudra para no cambiarlo, los Economistas apuntan que la salida solo se producirá si se consigue una economía más inclusiva, sostenible, digital y resilient.
¿Dónde nacen las ineficiencias que hacen que este país arrastre una tan baja competitividad?
El talento que marcha
En el anterior artículo, intentábamos encontrar dónde están aquellos trabajadores que han sido sustituidos por los emigrantes llegados. Sigo buscándolos. Un porcentaje estimable se ha establecido por cuenta propia en la vida empresarial en campos que no tienen nada que ver con el puesto de trabajo abandonado, se han apuntado a las nuevas tecnologías y los vemos triunfantes. Pero la gran mayoría languidece: muchos viven de renta; otros se han apuntado a las múltiples subvenciones; cultivan la pasividad; coquetean con la economía sumergida; o han dejado de trabajar. Si a todo esto le añadimos que permanecen fenómenos prehistóricos como por ejemplo las prejubilacions anticipadas o la desmovilización del talento sénior, una parte cuantiosa de la población aporta muy poco a la productividad del país cuando la mayoría querría y podría.
La falta de preparación para las nuevas tecnologías
La Unión Europea tiene en marcha centenares de líneas de financiación para programas de investigación. Se ha emperrado, y lo conseguirá, al ser al final de esta década el adalid en el uso de las nuevas tecnologías digitales y en la sostenibilidad. Hablas con el sector público y parecería que nos ha tocado la lotería; hablas con el sector privado, sobre todo con las pymes que representan la mayoría absoluta del cuerpo productivo, y los empresarios te replican que los recursos no llegan. IMD valora extremadamente bajo el impulso hacia la digitalización, a la formación en turno los nuevos modelo de negocio y la investigación en general. Este estudio recomienda hacer un buen uso de las ayudas europeas, para crear puestos de trabajo de calidad. Dice que es la gran oportunidad; si no se crean de calidad, los jóvenes se incorporarán tarde y mal como hasta ahora o emigrarán, abriendo más la puerta a la fuga del talento.
La reducida dimensión empresarial
El otro día, Xavier Roig, se refería en estas mismas páginas a "la escasa ambición de proyección" y a "el exceso de individualismo" que hacen que muchas empresas "tengan muy pocas ganas de crecer". El 99% de las microempresas y el 70% de las pymes facturan menos de dos millones de euros anuales, según datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social (2021), y casi un tercio de estas por debajo del millón. Hace dos décadas, podría ser una facturación media oportuna. Hoy los modelos de negocio digitales obligan a redimensionarla al alza, ajustando todos los factores productivos para aumentar la competitividad. Solo de este modo, las empresas serán saludables.
Las desigualdades
A la pérdida de competitividad tienen mucho que decir las desigualdades existentes en un país, tanto en lo que afecta a las rentas individuales/familiares como a las regionales. El estudio Los ingresos del capital y la desigualdad de la renta en España, 1980-2020 (Fundació La Caixa, 2021) identifica la geografía de las desigualdades según: la concentración de las rentas del capital y el aumento creciente de los ingresos de los más ricos; la brecha generacional que aumenta en el mercado laboral -quizás hay menos ninis, pero sí más mileuristas- y de acceso a la vivienda; y la fiscalidad. Para reducir las desigualdades, el estudio propone dos medidas: 1) reformar la arquitectura fiscal para asegurar una mayor aportación de los más ricos, incentivando la lucha contra el fraude fiscal y evitando la competencia a la baja de la fiscalidad entre las comunidades autónomas; y 2) apoyar a los jóvenes para acceder al mercado de trabajo para frenar el paro estructural.
Demasiadas fugas de competitividad, bastante identificadas.