El pasado jueves por la noche, los brillantes periodistas del diario Ara Àlex Font Manté y Albert Martín incendiaron las redes sociales dando la primicia de que Caixabank y Bankia estaban planeando fusionarse. Se produce la coincidencia que hace sólo unas semanas, en esta misma sección, publicamos un artículo titulado No-capitalismo donde explicábamos cómo las fusiones empresariales acaban por generar necrosis en los sectores donde operan porque empobrecen de manera drástica uno de los pilares del capitalismo, la competencia. En general, en las fusiones, la mayoría de actores salen perdiendo porque, como explicábamos en el artículo mencionado, los consumidores pasan a tener menos opciones donde elegir -y con un consiguiente incremento de precios o reducción de calidad en el servicio por la falta de competencia- mientras que los trabajadores se ven obligados a disputarse las sillas que se salvan de la quema, porque no es ningún secreto que uno de los objetivos recurrentes de este tipo de procesos es la reducción de gastos, que es una manera de decir que hay mano de obra excedente, lo que los teóricos de todo esto denominan "redundancias". Pero no todo el mundo sale perdiendo, porque en general los grandes triunfadores de las fusiones acostumbran a ser los altos directivos que sobreviven al proceso de unificación de las dos compañías, dado que gobernarán una entidad más grande y, por lo tanto, tendrán argumentos para incrementarse generosamente el sueldo y todas las retribuciones asociadas.
Donde sí aportan valor las fusiones es en aquellos mercados demasiado atomizados, donde operan toda una serie de firmas que no han llegado a la masa crítica por ser eficientes y por poder competir en los mercados exteriores. En esta situación particular, sí que un proceso de concentración puede ser estrictamente positivo para todos los implicados.
En el caso que nos ocupa, parece que no podemos obviar que detrás de todo existe un componente político, puesto que el Estado español es accionista relevante de Bankia, con cerca del 62% del capital, muy por encima del segundo accionista, el fondo de inversión americano Artisan Partners, que atesora sólo el 3%. Los catalanes sabemos por experiencia que cuando el aparato del Estado pone sus manos sobre algún negocio, acostumbramos a salir perdiendo. La voracidad centralizadora de los poderes españoles hace que este sea un elemento negativo más a sumar a los ya expuestos en un párrafo anterior (aquello de menos poder para el consumidor y más sufrimiento para el trabajador), y que hace peligrar la ya menguada industria financiera catalana (aquí no entraremos en bromear como es recurrente sobre la valencianidad de Caixabank).
Además, parecía que con la crisis financiera iniciada en 2008, todos juntos habíamos aprendido de los peligros de tener un mercado con operadores de un volumen excesivamente grande -aquello tan repetido del too big to fail- pero resulta evidente que los ideólogos de esta fusión o bien no comparten este enfoque, o bien lo comparten pero se quieren beneficiar de ello. No es ningún secreto que el nivel de solvencia de las dos entidades está por debajo de los grandes bancos españoles y europeos, porque mientras Caixabank obtiene una nota de BBB+ y Bankia de BBB, otros bancos como Santander, BBVA, HSBC, BNP o Crédit Agricole están cómodamente instalados en el A, o incluso, el AA.
No es ningún secreto que el nivel de solvencia de las dos entidades está por debajo de los grandes bancos españoles y europeos
¿Quién decide en la Fundació "la Caixa"?
Pero pongamos la lupa en el caso concreto de Caixabank, donde seguramente su equipo ejecutivo encabezado por Gonzalo Gortázar Rotaeche es partidario de sacar adelante el proceso de fusión. Aquí es donde tenemos que suponer que el máximo accionista de la entidad financiera de la Diagonal tendrá voz. Y este máximo accionista no es otro que la Fundació Bancària "la Caixa", que tiene una agobiante mayoría del 40% del capital del banco. ¿Qué decidirá "la Caixa" respecto a la fusión? Resultaría muy ingenuo pensar que rechazarán el proceso, pero cuanto menos, vale la pena averiguar quién -con nombres y apellidos- tiene que tomar una decisión tan trascendente.
El órgano de gobierno de la Fundació Bancària "la Caixa" está formado por quince personas llamadas patrones, de las cuales dos ocupan los cargos de presidente y vicepresidente. Hay que suponer que una decisión de esta envergadura implicará una votación entre todos los miembros del patronato y que no será una decisión unilateral del presidente, y todavía menos de los ejecutivos de la fundación. En este sentido, como presidente encontramos al incombustible Isidro Fainé Casas y como vicepresidente, al notario y tertuliano Juan José López Burniol. Los dos con vinculaciones estrechas con "la Caixa" cuando era una entidad de ahorro, es decir, antes de la transformación en banco y en fundación bancaria. De entre el resto de patrones hay un buen contingente que también proceden de los órganos de gobierno de la antigua caja de ahorros, o bien de su perímetro empresarial; son Salvador Alemany Mas, Isabel Estapé Tous (hija del economista Fabian Estapé Rodríguez), Javier Godó Muntañola (propietario de La Vanguardia y otros medios de comunicación), Jaume Lanaspa Gatnau (antiguo jefe de recursos humanos de "la Caixa" y exdirector de la Fundació), Asunción Ortega Enciso y Artur Santos Silva (procedente del banco portugués BPI que fue adquirido años atrás por "la Caixa"). Todo este núcleo procedente de la estrella azul difícilmente se opondrá a un plan donde seguro que su presidente Fainé ha intervenido de manera decisiva.
De entre los patrones que podemos considerar independientes, hay el expresidente de Telefónica César Alierta Izuel y el exministro y exsecretario general de la OTAN Javier Solana Madariaga. Ninguno de los dos, a priori, parecen especialmente sensibles a los intereses de los catalanes. Quien también está es el exconsejero Francesc Homs Ferret (no confundir con Quico Homs), alguien que por su trayectoria política tendría que alinearse con los intereses del país. Más inclasificable resulta Shlomo Ben-Ami, embajador de Israel en España durante la segunda mitad de los ochenta y muy cercano desde el punto de vista emocional al Estado español. Finalmente, los tres miembros restantes lo son en representación de varias entidades y es aquí donde comprobamos la pérdida de poder de los catalanes que se produjo cuando "la Caixa" se transformó en fundación bancaria. Si antes las cinco entidades fundadoras de la caja de ahorros (Ateneu Barcelonès, Institut Agrícola Català de Sant Isidre, Foment del Treball, Cambra de Comerç y SEBAP) tenían representación en los órganos de administración, ahora todas ellas tienen que hacer turnos para ocupar una única silla. En otras palabras, han pasado de una presencia relevante en los órganos de gobierno a acontecer una simple anécdota vestigio del pasado. En el año 2019, la plaza como patrón estaba en manos del Ateneu Barcelonès, con la representación por parte del filólogo Carles Llorens Vila, mientras que este año recae en Antoni Fitó Baucells, de la Cambra de Comerç.
Las cinco entidades fundadoras de la caja de ahorros han pasado de una presencia relevante en los órganos de gobierno a acontecer una simple anécdota vestigio del pasado
Los otros dos miembros que corresponden a entidades lo hacen en nombre de organizaciones que, según los estatutos, tienen que defender intereses colectivos. Este año, estas entidades son la Cruz Roja y Cáritas. En nombre de la primera de ellas, quien ocupa la silla es Luis Carreras del Rincón, presidente de Cruz Roja Sant Cugat y socio del bufete de abogados Carreras Llansana; en nombre de Cáritas hay Eugeni Gay Montalvo, exvicepresidente del Tribunal Constitucional y padre de Maria Eugènia Gay Rosell, decana actual del Colegio de Abogados de Barcelona.
De todos los miembros mencionados, de momento sólo uno ha levantado la mano para hacer público su posicionamiento respecto a la fusión: se trata de la Cambra de Comerç que, por boca de su presidente, Joan Canadell Bruguera, ya ha avisado de que estará rotundamente en contra.
Por lo tanto, en función de lo que hemos visto hasta ahora, parece poco probable que el máximo accionista de Caixabank ponga pegas a la fusión con Bankia, con lo que abre un escenario de reflexión para todos sus clientes catalanes. No hace falta mucho trabajo intelectual para llegar a la conclusión de que, si se confirma la fusión, a los catalanes mínimamente activistas les quedan muy pocos argumentos para continuar siendo clientes de la entidad de la estrella azul. Si Caixabank se descatalaniza definitivamente, ni la solvencia de la entidad -peor que la mayoría de sus competidores- ni el nivel de servicio -a años luz de lo que había sido en el pasado- no parecen argumentos lo suficientemente sólidos para permanecer. Llegados a este punto conviene poner sobre la mesa un concepto que trataremos algún día con la profundidad que se merece, como es la necesaria desbancarización de la economía, un tránsito consistente en que los bancos se dediquen a hacer banca y dejen negocios paralelos que en las últimas décadas han ido invadiendo sin aportar ningún valor añadido, más bien lo contrario. Estas actividades son los seguros, la gestión de fondo o el asesoramiento de patrimonios, entre otros.
Hay que pensar que pronto conoceremos el desenlace definitivo de este esbozo de fusión, pero difícilmente veremos un giro en la trama que nos permita ser optimistas.