El descubrimiento el 1928 de los antibióticos por parte de Alexander Fleming es con mucha probabilidad la innovación que más ha ayudado a prolongar la esperanza de vida de la humanidad. Aun así, como en otros muchos adelantos, su uso no está exento de fragilidades. La más preocupante es la capacidad de las bacterias para adquirir resistencia a determinados antibióticos, de tal manera que desaparece la capacidad terapéutica de estos. Según las previsiones del economista Jim O'Neil (recogidas por la FAO), se estima que, en caso de no actuar, la resistencia a antimicrobians (RAM) será el 2050 la causa de diez millones de muertos al año y supondrá una reducción de entre un 2% y el 3,5% del PIB mundial, o, el que es el mismo, 100 mil millones de USD.
A pesar de que no se disponen de datos cumplidos la FAO estima que en 2010 el consumo de antimicrobians al mundo fue de 63.151 toneladas. Así mismo, prevé que el 2030 las cantidades de antibióticos utilizadas al mundo se dupliquen y que la China consuma 1/3 de los antibióticos disponibles mundialmente. De este incremento del consumo dos tercios corresponderán a su uso para la ganadería.
"One Health"
Las cifras son preocupantes y evidencian que el tema trasciende el marco de la sanidad humana. Queda patente lo sin sentido de un tratamiento separado entre salud humana y sanidad animal, si bien con la absoluta prioridad de la primera sobre la segunda. Se trata de un problema global, con implicaciones multisectorials que requerirá actuaciones coordinadas en el ámbito mundial y encaradas desde enfoques multidisciplinarios.
One Health, una sola salud, es el lema de un cambio necesario. Además de las actuaciones en el ámbito de la salud humana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) a la 68a Asamblea Mundial de Salud de 2015 ha establecido una serie de recomendaciones sobre prácticas óptimas en antimicrobians destinados a la producción de alimentos. Por un lado, una reducción general del uso de antimicrobians. Por otro lado, restricción completa de toda clase de antimicrobians destinados a estimular el crecimiento de animales y, también, los destinados a prevenir enfermedades todavía no diagnosticadas. A la vez, en forma prioritaria, restricción completa del uso de antimicrobians de importancia crítica y/o de máxima prioridad en la medecina humana, aunque sea sobre una enfermedad de animales diagnosticada clínicamente. Y, de cara al futuro, restricción completa para animales, sacado de indicación expresa de la OMS, de nuevos antimicrobians u otros no utilizados hasta ahora.
De alguna manera la OMS está pidiendo que la sanidad animal abandone el rol como herramienta de producción y se limite a ser una herramienta de salud. En paralelo la Unión Europea está haciendo los deberes.
"La OMS está pidiendo que la sanidad animal abandone el rol como herramienta de producción y se limite a ser una herramienta de salud"
Así la Comunicación de la Comisión Europea del 17 de noviembre de 2011 estableció un Plan de Acción sobre Resistencia a los Antibióticos. De acuerdo con esto se decidió la elaboración de un Plan Estratégico y de Acción a concretar en cada país siguiendo las directrices europeas.
Un reto añadido a la ganadería
En España este Plan se adoptó el 2014 con una fuerte implicación de las organizaciones de productores. En concreto se está realizando una acción decidida verso la reducción de los usos más preocupantes de acuerdo con las indicaciones de la OMS: prohibición del uso de antibióticos como promotores de crecimiento y (más reciente) prohibición del uso de antibióticos con cariz preventivo, así como un programa de reducción del uso de la colistina en cerdos (entre 2015 y 2017 había disminuido en un 80%).
Se ha apostado para mejorar el conocimiento del problema mediante una vigilancia cuidadosa del consumo y de la resistencia a los antibióticos. En este sentido, a partir de 2019 los consumos serán gestionados desde sistemas informáticos integrados.
Otras líneas clave de actuación son: la formación y concienciación de los profesionales del sector sobre las mejores prácticas de bienestar animal y de higiene dirigidas a la prevención; orientación de la I+D verso la obtención de nuevos y más efectivos antibióticos y a la obtención de vacunas eficaces que eviten la enfermedad y, por lo tanto, el uso de fármacos y, también, la comunicación y sensibilización a toda la población sobre el problema de la resistencia de los antibióticos.
Por lógica sanitaria y por lógica económica -que en este caso tienen objetivos coincidentes- hace falta que estas prácticas se extiendan a todos los ganaderos del mundo y por todas partes se haga un uso responsable de los antibióticos. Efectivamente, en términos médicos, de nada serviría frenar las resistencias a antibióticos en un país si estas se desarrollaran en otros lugares, atendida la realidad de un mundo global híper-conectado. Un hecho, por lo tanto, que refuerza la función de una governança sanitaria mundial.
En sentido económico, unas exigencias sanitarias diferenciadas se traducirían en formas de dumping comercial que acabarían castigando en los países con mejores prácticas. Así pues, a carencia de una actuación global, hará falta una adecuada vigilancia y protección en frontera que garantice los equilibrios competitivos.
Impacto en el mercado y en las estructuras productivas
La actuación contra la resistencia a los antibióticos es un más de los vectores verso un nuevo modelo de desarrollo sostenible. Salud humana, salud animal, bienestar animal, calidad medioambiental son objetivos con fuertes interrelaciones e implicaciones sinérgicas. De alguna manera, a modus de ejemplo, podríamos decir que las actuaciones realizadas en bienestar animal mejoran las bases de actuación contra la resistencia a los antibióticos y esta, a la vez, reduce los riesgos en salud humana.
Hay que observar como, en esta dirección, el sector ganadero ha tenido que hacer frente en pocos años a una reestructuración técnica de acuerdo con las nuevas normas de bienestar animal, ha tenido que asumir nuevos y más exigentes requerimientos medioambientales y atender orientaciones destinadas a mitigar el cambio climático. Todo ello tiene un impacto en el mercado y en las estructuras productivas de la ganadería.
Los cambios que se están implementando suponen una modificación significativa en la gestión de las granjas y esto lógicamente tiene implicaciones económicas que afectan la cuenta de resultados. Sin duda, unas mayores exigencias técnicas acaben concretándose en unos costes y unos precios más altos, los cuales, aunque fueran compartidos por toda la posible competencia, acabarían afectando el consumo.
Por otro lado, los costes de adaptación pueden acontecer un factor más de selección competitiva y un nuevo paso verso la concentración empresarial. Las estadísticas nos confirman ambas tendencias, originadas en parte por estos factores, es decir: reducción del consumo (a países desarrollados) y una producción más concentrada. En sentido positivo, estos necesarios esfuerzos en la asunción de los cambios tienen que acabar siendo un argumento de valoración cualitativa del producto y de mejora de la imagen del sector. Aun así, el nuevo escenario requerirá establecer límites frente a estructuras desequilibradores y potenciar estructuras flexibles y dinámicas basadas en la cooperación.