"Cuando todo esto pase, nada será como antes". No se ha dicho nunca. Este es el mantra que tertulianOs, gurús del cambio y en general gente afectada de Dunning-Kruger repiten sin solución de continuidad estos días de pandemia. Son los mismos expertos que antes del 2008 decían que el tochoo no bajaría nunca y que cuando hubo la crisis financiera corrieron a decir que nada seria cómo antes. Pues no, el tocho bajó y superada la crisis todo volvió a ser cómo antes.
"Pues no, el tocho bajó y superada la crisis todo volvió a ser cómo antes"
Pero mientras sólo lo digan los expertos y gurús del cambio no tenemos que sufrir demasiado. Hace sufrir más cuando lo dicen políticos, gobernantes, y más todavía cuando lo dicen tecnológicas y telecoms, gente con poder de verdad. Demasiadas veces, algunas muy recientes, con la excusa de la excepcionalidad nos han hecho pasar gato por liebre.
La Patriot Act y la Waron Terror que siguieron los atentados de la 11M del 2001 sirvieron como excusa para restringir muchos derechos de los ciudadanos. IBM proveyó la policía de Nueva York de la tecnología capaz de analizar vídeos de cámaras de seguridad, el problema es que sus algoritmos tenían en cuenta criterios étnicos. El Sindicato Americano para los Derechos Civiles (ACLU) criticó la iniciativa y demostró con un experimento práctico los riesgos de basar decisiones vitales en tecnologías que no conocemos lo bastante y de las que no sabemos prever el impacto social.
Los estados que han combatido con éxito la covid-19 han utilizado intensivamente las capacidades de vigilancia que les da la tecnología; el reconocimiento facial de IBM del 2001 es de P3 comparado con el del estado chino del 2020. China, Singapur o Corea del Sur han conseguido contener la pandemia combinando la geolocalización de sus ciudadanos, la obligatoriedad de llevar aplicaciones de autodiagnosis en el mòbili y la presa de temperatura con cámaras térmicas en los lugares públicos. Sabíamos que en situaciones de crisis la gente no tiene ningún problema para sacrificar libertad por seguridad, pero ahora la ecuación es todavía más clara: libertad a cambio de salud.
Pero del mismo modo que cuando renunciamos a la privacidad a cambio de seguridad nos quedamos sin ni la una ni la otra, si renunciamos a la privacidad acabaremos sin salud. No son opciones contrapuestas sino complementarias. Si entendemos que sin salud no puede haber privacidad y que la privacidad es parte esencial de nuestro bienestar veremos que estamos en un falso debate.
Tendríamos que ir con cuidado con las pociones milagrosas a base de datos masivas conductuales, inteligencia artificial y video-vigilancia porque quizás pueden ayudarnos a resolver un problema global pero pueden crear otros de tan o más graves que no podemos prever. Lo que peor me sabría es que los gurús del cambio esta vez tuvieran razón.