Segundo día de clase virtual en la UPF y parece que ya lo tenemos. Es curioso como cambiamos con las restricciones de la comunicación no presencial y adaptamos nuestros hábitos al entorno. Hablar para 28 personas que no ves, que hacen clic al icono de levantar la mano cuando tienen una duda y que esperan pacientemente su turno en su casa tiene su gracia.
No sé como ni cuando acabará la crisis —parece que va para más largo de lo que nos pensamos— pero lo que sabemos ya del cierto es que la covid-19 no sólo pone en crisis el sistema de salud, el productivo y el económico, sino que toca todas nuestras estructuras de organización social. Y en su base —en la base de todo— hay la educación.
"La covid-19 no sólo pone en crisis el sistema de salud, el productivo y el económico, sino que toca todas nuestras estructuras de organización social"
Si alguien hace 300 años hubiera viajado en el tiempo hasta nuestros días no entendería nada del mundo actual. Imaginaos que llega un día al trabajo y os ve hablando por el móvil y os pregunta qué es. Imposible hacerle entender.
En cambio, si nunca tenéis que explicar qué es un móvil a una persona de nuestro tiempo que no ha visto nunca ninguno, sólo le tendréis que decir que es como el teléfono de toda la vida, pero sin cables y que va por radio como… la radio. Quizás le costará de creer pero una vez pasado el efecto uau podrá establecer relaciones con conceptos que le son familiares. El viajero del tiempo lo primero que os preguntaría después de la analogía telefónica seria "y qué es un teléfono?". Y volveríamos a la casilla uno. Nos podemos comunicar con alguien porque compartimos un marco de referencia cultural común.
Imaginamos ahora que nuestro viajero del tiempo llega en domingo y en lugar de llegar a vuestro trabajo llega unos metros más allá, a la iglesia del borde (en Mortensen tenemos una al otro lado del pasaje). Mientras durara el oficio pensaría que no hemos cambiado tanto, que no hacemos cosas tan diferentes de su tiempo y que todo aquello ya lo había visto antes. El mismo efecto le haría aterrizar a la lección magistral de un profesor en cualquier universidad del mundo. Déjà vu espacio-temporal.
"Nos podemos comunicar con alguien porque compartimos un marco de referencia cultural común"
Hasta hoy. Debido a la covid-19 los profesores de universidad ya no hacemos lecciones magistrales de tres horas mientras unos alumnos contrastan aquello que les explicamos en directo en su portátil y los otros están pendientes de las redes sociales. Los límites de la comunicación hacen que las lecciones magistrales se reduzcan a una curación de los contenidos a estudiar, una serie de recomendaciones prácticas y la compartición de recursos en linea: desde tuits a vídeos de ejemplo o presentaciones que cada alumno estudiará a su paso cuando le vaya mejor.
Si nuestro viajero temporal llegara a una clase hoy no tendría ninguna déjà vu; le tendríamos que explicar que las clases son como las de su tiempo pero que funcionan como un móvil: sin cables, a cualquier hora y desde donde se quiera.