A solo 30 kilómetros al norte de Barcelona, una comarca "satélite" de la gran capital, el Maresme, planea construir el parque de Economía Circular más importante del arco mediterráneo y, posiblemente, el más ambicioso de Europa. El Parque Maresme Circular es una propuesta necesaria y, desgraciadamente, avanzada a un tiempo que necesita gestionar con urgencia sus residuos, pero todavía lo plantea como una necesidad a medio plazo. Grave error. El problema hace años que se arrastra y las administraciones, las empresas y la ciudadanía ya hacemos tarde. La Economía Circular se basa en una premisa clara y sencilla: el mejor residuo es el que no existe. Por lo tanto, el concepto articula toda una serie de actuaciones para evitar el residuo: reparación, reutilización, compartición de materiales... pensar, en definitiva, en una segunda e incluso una tercera vida para todo lo que se fabrica, todo lo que se construye.
Como muestra de la necesidad imperiosa de repensar cómo fabricamos y cómo gestionamos el residuo, un único dato: Meses antes de comenzar la pandemia, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ya informaba de que se habían rechazado unas 79 millones de toneladas de residuos plásticos directamente a la naturaleza: en suelos y océanos, para quemar en fosas abiertas o en vertederos ilegales. La falta de conciencia es global y no atiende a los avisos que nos está dando el planeta. De acuerdo con estos datos, y sólo en 2019, se había liberado en la naturaleza una quinta parte del total de residuos plásticos del mundo. La pandemia no ha hecho más que acentuar la tendencia.
Y, aunque datos como esta hacen de la Economía Circular una misión obvia y un objetivo noble, uno de los principales problemas que afronta el Parque es la necesidad de explicar este concepto, vital pero desconocido para el gran público. Lo necesita hacer con honestidad, gravedad y urgencia, con el problema añadido de que la mayoría de su audiencia –que en definitiva es todo el mundo- no interpreta bien la información o la liga automáticamente con términos que con el paso del tiempo han conseguido cuajar en la sociedad, como "reciclaje". El márketing, no lo negaremos, ha jugado también un papel demonizante durante muchos años y lo sigue haciendo actualmente, dando cobertura a falsas iniciativas sostenibles que cobijan actuaciones y filosofías realmente dudosas (por no decir denunciables) de muchas empresas de reconocido prestigio.
Durante años, la trampa se ha ido perfeccionando a base de ingredientes básicos: autoproclamarse "verde" cuando lo único que se hace es cumplir los requisitos legales, vender "la parte por el todo"
Con los primeros avisos serios del agotamiento del planeta, en los años 80 del siglo pasado, las grandes empresas comenzaron a apostar por el reciclaje o, al menos, lo hicieron ver. Fue en aquella época cuando la palabra "Greenwashing" comenzó a circular por departamentos de márketing de todo el mundo, una manera rápida (y engañosa) de generar una imagen responsable con el medio ambiente de empresas, entidades y gobiernos. Durante años, la trampa se ha ido perfeccionando a base de ingredientes básicos: autoproclamarse "verde" cuando lo único que se hace es cumplir los requisitos legales, vender "la parte por el todo", disfrazando de esfuerzos titánicos a favor del medio ambiente lo que simplemente son detalles nimios con un coste económico irrisorio, estirar el juego semántico hasta los límites de la lengua, con conceptos difundidos o abiertos a todo tipo de interpretación, datos "científicos" poco transparentes o desvirtuados o, incluso, el uso indiscriminado de las "no-verdades", que tan cerca se sitúan de la mentira.
Ahora, con la inmediatez de un desastre ecológico sin precedentes, con climas abochornados por la acción del hombre que saltan del verano a invierno en un día o nos castigan con tormentas y sequías de manera casi caprichosa, es hora de invertir en un márketing de responsabilidad social honesto y directo, que sea capaz de conseguir que cualquier persona vea claramente la diferencia entre el greenwashing y la iniciativa real y comprometida. Sólo con este empuje, iniciativas pioneras y espectacularmente relevantes como la del Parque Maresme Circular ocuparán el lugar que les corresponde y podrán liderar una verdadera transición hacia la Economía Circular. Quizás vamos tarde, pero no por ello tenemos que perder de vista el objetivo.