A mediados de esta semana hemos sabido que Víctor Grífols Roura ha decidido poner punto final a varias décadas en los órganos de gobierno de la compañía de su familia, la farmacéutica Grifols, dado que ha anunciado que abandona su posición en el consejo de administración de la firma. En la sociedad actual, Grifols SA, figuraba como consejero desde el 8 de julio del 1991, pero su trayectoria en la empresa es bastante más larga y relevante, porque ya hace medio siglo que se había incorporado a su primer cargo directivo (departamento comercial, 1979). Posteriormente, asumió la responsabilidad de ser el máximo ejecutivo de la compañía, aquello que a menudo se denomina CEO (Chief Executive Officer), una posición que abandonó en 2016 después de una trayectoria de treinta y un años. Más tarde ha sido presidente y presidente honorario.
En estos últimos tiempos le ha tocado vivir las turbulencias más intensas que ha sufrido la empresa en su larga historia, cuando la deuda acumulada para financiar la expansión se ha revelado como una losa que ponía en riesgo el futuro de la misma compañía. La deuda ha llegado a situarse en los 9.000 millones de euros, una cifra que provoca temblores. Si en verano del 2021 las acciones de Grifols en la bolsa española cotizaban por encima de los 25 euros, en noviembre del año pasado vimos como tocaban fondo marcando precios alrededor de los 8 euros, en lo que se manifestaba una caída del 68%. Por el camino de esta trayectoria bajista y en medio de una fuerte crisis, Víctor Grífols Roura tuvo que dejar el cargo de presidente y dar paso a un presidente ejecutivo, Steven Francis Mayer, con el objetivo de calmar los mercados y que los analistas recibieran el mensaje que se estaban tomando medidas para enderezar el balance de la compañía. Hay que decir que Mayer, que hasta entonces era miembro del consejo de administración de Grifols como independiente, era un hombre que provenía del mundo de los fondos de inversión (es el primer ejecutivo de Iron Horse Acquisition) y, por lo tanto, se entendía que hablaría el mismo lenguaje que los analistas que hacen la cobertura de la empresa .
En estos últimos tiempos (a Víctor Grífols) le ha tocado vivir las turbulencias más intensas que ha sufrido la empresa en su larga historia
Unas caídas tan fuertes del valor de la acción pusieron Grifols en riesgo de recibir una OPA por parte de alguien, una inconveniencia que ahora parece haberse conjurado, puesto que el precio del valor ha empezado a escalar posiciones y ya supera los 14 euros (un 75% por encima de los mínimos, pero todavía a casi un 80% de los máximos). Sin embargo, la recuperación no ha sido coser y cantar, porque en febrero de este año, cuando precisamente había llegado a los 14 euros como ahora, los títulos de la farmacéutica se volvieron a desplomar casi hasta el mínimo anterior. Desde entonces han pasado muchas cosas: la salida sorpresiva de Mayer, que duró muy poco en el cargo y, sobre todo, unos resultados trimestrales (primer trimestre del 2023) que gustaron a los analistas y que el mercado premió con una subida próxima al 10%. También ha supuesto un reforzamiento de la confianza de los mercados que durante el verano saliera la noticia de una probable venta de la filial china -un verdadero dolor de muelas para Grifols- por al menos 1.900 millones de euros.
Es en este escenario de recuperación que Víctor Grífols Roura corta el último vínculo formal que lo ligaba a la compañía de su familia. A lo largo de su carrera ha recibido un gran número de distinciones, cómo la Creu de Sant Jordi (2017), un doctorado honoris causa por la Universidad de Massachusetts (2017) o el premio al liderazgo de la cámara de comercio americana en el Estado – AmChamSpain (2011). El nombre del sucesor, el debutante en el consejo de administración, es Albert Grífols Coma-Cros, nieto de Josep Antoni Grífols Lucas, y que entró en la empresa en 2004. Desde entonces ha ido ocupando diferentes responsabilidades. Si su primer apellido deja claro que proviene de la familia fundadora, el segundo, la rama materna, también revela que forma parte de una estirpe de mucho peso en el país, porque los Coma-Cros (nada que ver con los Cros de la industria química) tuvieron mucha importancia en el sector textil del país durante décadas. La ascensión de la familia en el mundo de los negocios empezó en 1910, cuando Joan Coma Cros transformó el negocio de compraventa de algodón que le había legado su padre en una empresa industrial de hilaturas y de fabricación de tejidos. La factoría que tenían en Salt llegó a ser tan importante, que durante muchos años se podía ver competir al máximo nivel un equipo de hockey patines llamado Coma-Cros, en un caso parecido al de las Indústries Riva y el Voltregà de este mismo deporte. En 1999, después de siglo y medio de actividad algodonera, la familia bajó la persiana del negocio. Desde entonces, se han dedicado fundamentalmente a la explotación de su ingente patrimonio inmobiliario a través de la sociedad Fisa74 (28 millones de euros de activos), de la que el nuevo consejero de Grifols también forma parte como consejero.