Para los valencianos hay axiomas inexcusables: al menos un esmorzaret a la semana, comer paella en familia los domingos, llamarnos ‘nano’ cuando somos jóvenes y quemar en marzo las fallas para hacerlas renacer un año después.
Pero también subyace una verdad inmutable: las Fallas son arte efímero. Pueden quedar patentes en llibrets, fotografías o exposiciones, pero una vez se queman el fuego deja atrás el trabajo realizado. Purifica el año laboral. Y comienza otro sin dilación ni miradas al pasado.
En ese tránsito ocurren muchas cosas, más allá de la aparición de una pandemia. Se da trabajo a los maestros, aunque cada vez queden menos. Se financian actividades en los casales que generan movimiento económico en la ciudad. Se compran telas que usan los artesanos para convertir en trajes regionales. E incluso se fomenta la invasión de churrerías casi en cada esquina de cada barrio de la ciudad.
No deja de ser curioso que una fiesta de tanto calado internacional reduzca a cenizas su esencia, aunque es precisamente esto lo que la hace diferencial. Pero sí, de un tiempo a esta parte, muchos colectivos se preguntan cómo hacerla más sostenible. Y, de paso, menos estacional.
El auge de los NFT puede ser comparable a una obra abstracta incomprendida por el 99% de la población mundial
Los activos digitales pueden parecerte una burbuja (ahí está la enorme bajada de cotización de bitcoin en el último mes) o la única manera de saltarte un corralito (como le está ocurriendo a muchas personas que no pueden acceder a sus ahorros en Ucrania). Y si los vinculas al mundo del arte, el auge de los NFT puede ser comparable a una obra abstracta incomprendida por el 99% de la población mundial. Y, sin embargo, cada vez más artistas de referencia están no sólo vendiendo sus modelos exclusivos a través de este formato, sino incrementando su producción en vista de que poco a poco la educación digital va calando en posibles inversores.
2022 será el primer año de la historia donde una falla se tokenice. De hecho, el NFT de Sevilla-Denia está ya disponible para pujar por él, con diversos objetivos según las empresas que han unido sus conocimientos para crearlo. Desde el resguardo cultural de la ciudad y su tradición a la preservación de la memoria no solo del monumento, sino también de las experiencias vinculadas a él como recorridos virtuales y vídeos explicativos del artista. Asimismo, la intención no es únicamente la permanencia temporal, sino el acceso a nuevas maneras de financiación que puedan mejorar las condiciones económicas y laborales de las personas que han trabajado en su creación.
De este modo, el hecho de volver a aglomerarse en la capital del Turia durante más de la mitad del mes de marzo no va a traer solamente de nuevo millones de sonrisas. Miles de acentos no nacionales. Y emociones perdidas desde 2020 en el colectivo fallero.
Este año traerá las primeras fallas digitales de la historia. Y, posiblemente, un punto de inflexión en la manera de gestionar a nivel cultural, tecnológico y económico una fiesta que seguirá siendo considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad, pero a la que habrá que ponerle un interrogante en el término inmaterial.