Uber paga impuestos en los Países Bajos, pero opera miles de VTC en España. La central europea de Amazon opera desde Luxemburgo y es complicado saber cuánto factura en el Estado español. La sede fiscal de Facebook en Europa está en Irlanda, con un impuesto sobre sociedades del 12%. De las grandes firmas tecnológicas estadounidenses que operan en España, Facebook es la que menos impuestos paga. Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft pagaron en conjunto 31,7 millones por el impuesto sobre sociedades a Hacienda el 2017, un 8% menos que el año anterior. Donde tienen que pagar impuestos estas empresas? Donde tienen la sede o donde hacen el negocio? El negocio digital rompe los esquemas fiscales del siglo XXI. Es por eso que la Unión Europea y la OCDE están planteando crear una tasa global sobre este sector específico, la tasa Google o tasa GAFAM (por Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft).
Juan-Creix: "Esta tasa pretende que estas grandes empresas digitales tributen allá donde prestan el servicio y no donde están localizadas físicamente"
"Esta tasa pretende que estas grandes empresas digitales tributen allí donde prestan el servicio y no donde están localizadas físicamente, al final es un tema de armonización de impuestos", explica el experto en derecho digital de la UOC, Sergio De Juan-Creix.
El negocio de estas empresas está basado en la economía digital, es decir: datos, publicidad online o propiedad intelectual, por lo tanto los tributos actuales no se acaban de adaptar. Y esto lo aprovechan para crear entramados de empresas y pagar menos impuestos.
"La disparidad fiscal de cada Estado dentro de la Unión Europea propicia que estas empresas busquen el mejor postor, determinados países tienen tipos impositivos muy atractivos para estas compañías, principalmente hablamos de Irlanda, Luxemburgo y otros países nórdicos", dice el experto. Estas empresas trasladan sus sedes fiscales a países donde obtienen un tratamiento beneficioso, como por ejemplo Irlanda, Luxemburgo o los Países Bajos y desde aquí crean filiales al resto de países que operan como sucursales o intermediarios que cobran por los servicios a la matriz, que es la que realmente vende el producto o servicio. Así, la mayoría de los beneficios vuelven a la sede madre y los impuestos que dejan en el resto de países son muy menores.
"Publicidad, intermediación, venta de datos, etc. estas actividades no necesitan una sede, una fábrica, la pregunta que se hace este impuesto es: donde se realiza el negocio, donde está la sede o donde se presta el servicio?", dice el profesor de la UOC.
"La pregunta que se hace este impuesto es: donde se realiza el negocio, donde está la sede o donde se presta el servicio?"
Este modus operandi de las empresas ha levantado mucha polvareda y recelos en la Comisión Europea, que ha condenado en varias ocasiones estas compañías por evasión de impuestos: Apple por ayudas fiscales en Irlanda o Amazon por acuerdos tributarios con Luxemburgo. Es por este motivo que la CE y ahora también la OCDE proponen esta tasa que gravaría la facturación y no los beneficios de las empresas, porque las ganancias se pueden esconder. "El que se busca es que las empresas de gran medida tributen y la manera de medirlas es a través de la facturación, el volumen de negocio, porque si apretan el margen, el beneficio siempre puede quedar recortado", detalla De Juan-Creix.
Estas empresas facturaron en conjunto en 2017 más de 594.000 millones de euros según Bloomberg.
Guerra comercial, guerra digital
Este tributo será una guerra con muchos intereses cruzados, porque hay muchos interlocutores involucrados: "Se trata de un conflicto macroeconómico y macropolítico, estamos hablando de empresas que la facturación de las cuales es equivalente al PIB de países enteros", dice el experto.
Sólo hay que repasar el último encuentro del G7 en Biarritz, donde esta tasa ha sido uno de los temas estrella. Según se ha pactado, Francia y los Estados Unidos copresidiran un grupo de trabajo técnico en el marco de la OCDE sobre la fiscalidad de la economía digital con el objetivo de conseguir un acuerdo en el primer semestre de 2020. Este impuesto implicaría 130 países para crear un modelo de fiscalidad a escala internacional. Pero el reto es complicado: los principales desafíos para el grupo de trabajo son establecer un vínculo fiscal entre las empresas y los territorios donde hacen su negocio, tengan o no presencia física; el nivel del impuesto; los tipos de empresas; y la especificidad para las digitales.
Este acuerdo deriva del compromiso que habían conseguido a mediados de julio los ministros del G7 y sirve para aparcar las tensiones de las últimas semanas entre París y Washington por el impuesto digital francés, que los Estados Unidos amenazaba de sancionar subiendo los aranceles a su vino.
Francia se comprometió ante los EE.UU. –que según el presidente Donald Trump, se sentían atacados- a renunciar a la tasa GAFAM desde el momento en que haya un acuerdo internacional, sin esperar que sea ratificado por todos los Estados implicados para su puesta en vigor. Además, devolverá a las empresas la diferencia entre lo que desde este año hayan tenido que pagar por este impuesto francés y lo que habrían tenido que abonar por el sistema internacional que todavía está por definir.
Este sistema, según el convenido por los ministros del G7 y cómo quería los Estados Unidos, se aplicará a todas las empresas, y no únicamente a las digitales. Sin embargo, al mismo tiempo también incluirá -como pretendía Francia- un enfoque para tener en cuenta la especificidad de internet y la dificultad de grabar compañías que obtienen beneficios en un país sin necesariamente tener una presencia física.
España ya lo intenta
La complicación de las negociaciones puede hacer que la tasa quede diluida y que, finalmente, la UE o los diversos Estados tomen iniciativas individuales, como es el caso de España, según opina el experto.
El Gobierno del PSOE ya intentó implantar una tasa parecida a la francesa, pero las elecciones estatales frenaron la iniciativa. La ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, defiende la aprobación en España de la tasa y ha indicado que la posible repercusión de este impuesto que puedan hacer las empresas tecnológicas sobre sus clientes es un "mito" que siempre aparece en este tipo de debates.
Montero: "El que no hay derecho es que la fiscalidad tradicional esté pesando más en los pequeños comercios tradicionales que en estas compañías"
Montero afirma que el comercio de la esquina paga mucho más que una multinacional tecnológica que está facturando 3 millones de euros. "Lo que no hay derecho es que la fiscalidad tradicional esté pesando más en los pequeños comercios tradicionales que en estas compañías", asegura la ministra.
En este sentido, indica que el debate sobre las sedes fiscales de las multinacionales es uno de los "más importantes" en Europa, puesto que una compañía tecnológica puede tener la mayoría de sus clientes en España pero no contribuye a la actividad económica de este país, sino dónde tiene la sede fiscal, y esto hace que la fiscalidad tradicional "no encuentre acomodo" ante estas nuevas realidades.
El tira y afloja todavía durará, pero según la opinión de Juan-Creix "si finalmente no se ponen de acuerdo y cada Estado va por su parte o la UE tira adelante y aplican impuestos, no creo que estas grandes empresas renuncien al mercado europeo, es demasiado importante para ellas", concluye.