En estos momentos hay la sensación generalizada que el nivel de incertidumbre es máximo. Cuando todavía no habíamos superado del todo los efectos del covid, nos encontramos con importantes problemas geopolíticos (invasión rusa de Ucrania, tensión China-Taiwán...), de sostenibilidad, por el cambio climático; y económicos (restricciones en la cadena de suministro, incremento del precio de la energía, aumento de la inflación...) y ahora, en medio de los interrogantes que plantea la inteligencia artificial, se han añadido los graves acontecimientos en Israel. Todo esto hace que muchas personas piensen que nunca habíamos estado en una situación tan grave de incertidumbre.
De acuerdo con el Diccionario del Institut d’Estudis Catalans, "la incertidumbre es la falta de conocimiento seguro o fiable sobre algo, especialmente cuando crea inquietud en alguien". Y un sinónimo de incertidumbre es la oscuridad. Sin duda, si pensamos en el futuro, hay oscuridad, porque hay muchas cosas que no sabemos. Pero esto ha pasado siempre y de esto vivían, entre otros, las pitonisas en la Antigua Grecia, por el hecho que muchos ilusos se creían que podían adivinar el futuro.
Sin duda, si pensamos en el futuro, hay oscuridad, porque hay muchas cosas que no sabemos. Pero esto ha pasado siempre
De todas maneras, si vamos a los datos objetivos, podemos consultar el índice mundial de incertidumbre que calcula el Fondo Monetario Internacional desde el año 1990. El último dato es de hace muy pocos días (el 13 de octubre) y el índice estaba en 17.905, lo cual es bastante alto. Pero es un dato mucho mejor que después del estallido de la burbuja puntcom del año 2000, cuando el índice llegó a 22.225. Y todavía era mucho peor el nivel de incertidumbre en abril de 2020, puesto que en plena pandemia de covid, y sin esperanzas de vacunas, el índice se situó en 55.685. Es, claramente, mucho peor que ahora, en octubre del 2023. Por lo tanto, una primera conclusión es que la incertidumbre, con datos objetivos, no está en máximos. Hemos vivido situaciones mucho peores en los últimos años y nos hemos salido.
Y hecha esta constatación: ¿Qué hacemos con los enormes interrogantes que tenemos delante? Está claro que los riesgos geopolíticos están. Cómo también las incertidumbres económicas y las dudas que genera el fenómeno de la Cuarta Revolución Industrial, que incluye la inteligencia artificial.
En primer lugar, es importante aprender las lecciones del pasado. Y una buena lección es que conviene no sobreactuar. Sí que merece la pena pensar en los posibles escenarios que tenemos delante y prepararnos para aquellos que tienen más probabilidades. Por ejemplo, un primer escenario, quizás el más probable, es que la economía continúe funcionando cómo hasta hace unas semanas, cuando todas las previsiones apuntaban que en 2023 y 2024 continuaremos creciendo por encima de la Unión Europea, con tasas alrededor del 2% y una inflación con una tendencia lenta a la baja, igual que los tipos de interés. Cuando escuchamos que hay mucha incertidumbre tendemos a magnificar lo que cambia, pero la mayoría de las cosas no cambian. En este escenario, tenemos que concentrarnos en innovar para aprovechar las nuevas oportunidades que ofrece la inteligencia artificial y para adaptarnos a las nuevas tecnologías y a los cambios en los hábitos de consumo y trabajo. Y tenemos que hacerlo de forma que mejoremos en sostenibilidad. Quién lo haga muy bien en este terreno avanzará mucho y creará más valor.
Tenemos que concentrarnos en innovar para aprovechar las nuevas oportunidades que ofrece la inteligencia artificial
Pero también hay un segundo escenario en el cual la situación geopolítica y los grandes conflictos (Ucrania, Israel...) empeoren mucho. En este caso tendremos que hacer lo mismo que en el primer escenario, pero previendo que se puede producir un incremento del precio del petróleo, un repunte de la inflación y de los tipos de interés y, por lo tanto, un mayor riesgo de recesión. Es un escenario que quizás es menos probable, pero seguro que su probabilidad no es cero. Pues tenemos que continuar desendeudándonos, si podemos, para tener un balance que pueda transitar mejor en tiempo de altos tipos de interés. Esto quiere decir hacer solo aquellas inversiones que sean imprescindibles para continuar ganando competitividad y que podamos financiar bien, si es posible con recursos propios. La combinación de los dos escenarios, nos lleva a actuar con prudencia en inversiones y endeudamiento; y a concentrarnos en innovar para poder ser más competitivos y sostenibles.