El pasado mes de febrero, el director general de la OMS alertaba que la covid-19 no era simplemente una crisis de salud. "No sólo estamos luchando contra una epidemia, estamos luchando contra una infodemia, donde la desinformación es mucho más rápida y fuerte que el virus", declaró Tedros Adhanom Ghebreyesus. A día de hoy, el virus ya no se está propagando a los ritmos de hace unas semanas, pero en cambio, la propagación de rumores y noticias falsas, no para.
Cuando la crisis por el coronavirus estalló, tomando rápidamente una dimensión global, el Instituto para la Sociedad y Tecnología (ITS) de Río de Janeiro y Digital Future Society ya estaban realizando una investigación conjunta sobre cómo combatir la desinformación. Esta misma semana se ha publicado el informe, Cómo combatir la desinformación: Estrategias de empoderament de la ciudadanía digital, donde se expone qué significa desinformación, las consecuencias de la misma y establece las claves para combatirla. En este sentido dotar al ciudadano de más herramientas de participación, que le permitan tomar mayor conciencia, participar en el debate y en la toma de decisiones es fundamental en la era digital. El informe también plantea una serie de recomendaciones dirigidas a los responsables de formulación política sobre cómo encarar la desinformación, tendencia de la que todos, de una manera u otra, parecemos habernos contagiado.
Estamos constantemente sujetos a una escala invisible de recopilación de datos en nuestras vidas digitales. Consumimos contenidos a todas horas sobre la pandemia y la propagación del virus principalmente procedentes de las redes sociales. A título ilustrativo: cada minuto, se envían 41,6 millones de mensajes por Facebook Messenger y WhatsApp; cada día circulan 38 mil millones de mensajes vía Wechat (2017).
"A pesar de que la infodemia no conoce fronteras, es un hecho que la desinformación no nos afecta a todos del mismo modo"
Como generadores de mensajes, las instituciones públicas y los líderes mundiales han contribuido a la polarización de la información relacionada con la pandemia. Las conversaciones en linea sobre el coronavirus evolucionan constantemente, en muchas ocasiones alimentando la confusión, el odio y las teorías de conspiración. De hecho, se ha constatado la confluencia de grupos existentes de desinformación a las redes que se está enmascarando bajo la etiqueta de coronavirus. Su influencia no se puede subestimar y es más urgente que nunca crear nuevas dinámicas sociales que permitan a la ciudadanía comprender, desactivar y romper estas cadenas de desinformación.
La pandemia está haciendo todavía más evidente muchas de las desigualdades y problemas sociales ya existentes. A pesar de que la infodemia no conoce fronteras, es un hecho que la desinformación no nos afecta a todos del mismo modo. En esta línea, los analfabetos digitales -aquellos que tienen dificultades para acceder o analizar información clara a través de las plataformas digitales- son los más propensos a la desinformación y, por lo tanto, son los que sufrirán más las consecuencias.
Actualmente estamos presenciando un armamento de desinformación sin precedentes. Necesitamos avanzarnos a este proceso, apoyando y capacitar a aquellos que sufrirán el mayor impacto de esta crisis, brindándoles las herramientas que permitan reducir la brecha digital, la desigualdad y la marginación. Sólo así podremos neutralizar la posición privilegiada que los grupos de desinformación tienen sobre el coronavirus en este momento.
"Tenemos que dotar a la ciudadanía con los recursos suficientes para que pueda cuestionar la información o las afirmaciones que absorbe en el entorno digital"
ITS y Digital Future Society abogan por la necesidad de comprender y actuar sobre la desinformación desde una perspectiva integral. En primer lugar, tenemos que apostar por una cooperación digital global que aglutine a todas las partes interesadas con sus múltiples estrategias. En segundo lugar, tenemos que evitar alimentar la polarización del debate público y de nuestra sociedad. Necesitamos poner en práctica la empatía en nuestras comunidades y darle más peso a la ciencia que al discurso populista. La alfabetización digital y mediática es crucial ante esta crisis, y ahora más que nunca, tenemos que invertir en las soluciones sugeridas en el informe de Digital Future Society, basadas en el enfoque integral, transversal y multi-estratégico.
Finalmente, tenemos que abordar, comprender y actuar sobre cada una de las tres fases de la desinformación: la producción, difusión y consumo del mensaje. Si bien la cadena de producción puede ser más difícil de identificar y orientar, las últimas dos fases pueden ser mitigadas por las acciones de los usuarios como consumidores críticos y conscientes el contenido. Las aplicaciones y los paneles de supervisión para las plataformas de redes sociales pueden ayudar, pero el tecno-solucionismo funcional por si solo no pondrá fin a la desinformación digital. Para lograr una sociedad con auténtico pensamiento crítico tenemos que dotar a la ciudadanía con los recursos suficientes para que pueda cuestionar la información o las afirmaciones que absorbe en el entorno digital, reflexionar sobre las mismas y tomar sus propias conclusiones.