En el mundo hay 4.600 millones de personas que viven en una "oligarquíaautoritaria". Si el eurodiputado irlandés MickWallace decía en un reciente discurso viral que "hay democracia cuando las personas pueden decidir cómo es la sociedad en que los ha tocado vivir", nuestras vidas digitales no son, ni mucho menos democráticas; y así lo apunta el estudio barcelonés Domestic Data Streamers en mucho de su trabajo. "El reto de los sistemas actuales de producción y desarrollo tecnológico nos toca mucho, nos afecta a todas y es muy difícil de dimensionar por su naturaleza intangible", explica la culture manager del estudio, MartinaNadal. La reflexión de DDS gira alrededor de la condición ciudadana de las personas usuarias de entornos digitales; del control físico y digital de la red; de "responsabilidades y derechos".
Esta visión de la estancia y la vida en entornos digitales queda plasmada a uno de los últimos proyectos del colectivo, la exposición El País de Internet, que ocupa la planta superior del Canòdrom – Ateneo de innovación digital y democrática de Barcelona. El concepto es sencillo, pero extremadamente expresivo: qué pasaría si internet fuera un país; si las empresas que lo gestionan fueran gobernantes y los usuarios, ciudadanos –o súbditos? La primera pieza de la muestra es inevitable: su página de Wikipedia, con los datos básicos que cualquier turista quiere conocer antes de visitar el Estado de la red. "Internet sería una oligarquía autoritaria gobernada por las grandes tecnológicas: Google, Amazon, Meta, Microsoft, Tencent y Alibaba", reza la llanura web creada por el colectivo, que se puede consultar en un monitor ungit a un altar junto a la bandera de internet, un sencillo ideograma de un planeta rodeado por una corona de laurel.
Nadal: "Se visualiza el poder de las empresas tecnológicas, las más ricas del mundo; un poder centralizado que toma decisiones que nos afectan a todas"
Con cerca de 5.000 millones de habitantes y una capital bicéfala repartida entre San Francisco y Shenzen, Internet es el tercer país que más energía consume del mundo, solo superado por China y los Estados Unidos. El dato, explica Nadal, apunta hacia uno de los objetivos principales de la reflexión que propone DDS. "Queremos romper con la idea que Internet ñes una nube: son kilómetros y kilómetros de cables submarinos, miles de satélites... una infraestructura con un consumo energético gigantesco", expone, con una imagen que facilita coger el conflicto central de los espacios digitales. Si bien es muy difícil imaginar la propiedad privada de aquello etéreo, es más fácil comunicar que una antena o una conexión interoceànica de fibra óptica de metros de diámetro son de alguien. "Se visualiza el poder de las empresas tecnológicas, las más ricas del mundo; un poder centralizado que toma decisiones que nos afectan a todas", alertan desde el colectivo.
Las organizadoras de la exposición aprecian, según declaran, la coincidencia con el espacio que acoge las piezas, el Canòdrom en los objetivos de "acercar a la ciudadanía a una serie de modelo de producción tecnológica mucho más democráticos". El director de Innovación Democrática del Ayuntamiento de Barcelona, Arnau Monterde, reivindica el "fomento de un espíritu crítico y recuperar los orígenes del internet no mercantil, que tiene más a ver con la colaboración entre iguales que no con los valores de mercado". El País de Internet, así, prueba no solo de luz poner sobre el efecto que tiene el internet y su gestión sobre la vida de las usuarias, sino de favorecer el acercamiento a mecanismos colectivos para generar alternativas. "En internet se deciden grandes temas de desigualdad, de gestión de recursos", apunta Nadal, que reclama que estas realidades desborden los pequeños nichos de ciudadanas especializadas para llegar al conjunto de la población.
Las cuatro patas de la internet de mercado
Como explican las organizadoras, la muestra está estructurada en cuatro piezas, que quieren evocar los cuatro pilares de la gestión de un país, sea físico, digital o algo entremedias. Así, en la primera pata, DDS atrae la atención sobre aquella oligarquía de la ficha técnica de la Wikipedia. El colectivo propone un hemiciclo, emulando una cámara legislativa de una democracia liberal homologable, donde los representantes son las siete principales tecnológicas del mundo, con una asignación de escaños según su market share en la web 2.0. Nadal, que ya remarcaba la materialidad de internet mediante la concentrada propiedad de los tubos y antenas que lo sustentan, añade otro análisis: el de la propiedad de los datos –la moneda, de hecho, del País de Internet–.
"Todo el conocimiento que generamos a las plataformas es de su propiedad", alerta la comisaria, construyendo un puente con una de las otras piezas del recorrido. El País de Internet explica el rol de este Estado hipotético en la gestión de los recursos públicos. Con un talonario, el estudio busca comunicar cómo, talmente cómo un trabajador fabril asemeja el producto que del que la empresa extrae el beneficio, las personas usuarias de internet fabrican el contenido que sirve a las big tech de alimento de su actividad económica. "Ofrecemos un cheque por 2.000 euros por visitante, los beneficios de las grandes empresas divididos entre todas sus usuarias activas", concreta Nadal. Con la obra dedicada a las infraestructuras, DDS añade a la materialidad de esta última, con unos contadores que mesuran el gasto energético necesario porque las Metas, Apples y Alphabets del mundo se mantengan operativas.
Una cuarta pieza se dirige al efecto cultural de internet sobre sus usuarias –uno que, si se observa la misma exposición, reconocen como no necesariamente negativo–. Con un diario en papel, The Data Times, DDS recoge algunas de los principales hitos, beneficiosas y también malignas, de la internet reciente: desde el cumpleaños de la Wikipedia, uno de los principales valedores de aquel sueño del internet social cómo una red democrática para compartir conocimiento fuera del alcance de la centralización corporativa; hasta el fomento de políticas reaccionarias en los Estados Unidos o el efecto perjudicial de Instagram sobre la salud mental de las personas jóvenes. El recorrido culmina con una parte interactiva, donde se plantean preguntas a los visitantes sobre la salud, las necesidades y el futuro de internet. El País de Internet, explica Monterde, espera una cierta adquisición progresiva de "conciencia crítica" alrededor del mundo de internet –una conciencia que abre la puerta a continuar con la formación, ya sea autodidacta, en alguno de los colectivos digitales de la ciudad o mediante las propuestas del mismo Ateneo–.
Amplia horquilla de públicos
Como coinciden secretario y organizadora, la exposición ha sido un verdadero éxito en cuanto al engagement entre varios perfiles. "El Canòdrom une públicos muy diversos", valora Nadal, que ha visto recorrer la muestra desde visitantes del barrio sin una gran alfabetización en cuestiones de economía política de la red hasta miembros de colectivos en defensa de los derechos digitales de la ciudad mucho más versados en el conflicto. En el primer caso, El País de Internet ha tenido la virtud de aterrizar una problemática que muy fácilmente puede desvanecerse en el aire. "Se simplifica una problemática muy compleja, y esto permite abrir espacios de diálogo", comentan desde el colectivo.
"No es fácil hacer un gesto tan básico como cambiar de Whatsapp a Signal si no entiendes los problemas reales de las empresas"
Desde el Canòdrom, en el que ha sido una primera aceleración conceptual del espacio, valoran la conexión lograda con el público como una herramienta para hacerse "abiertos y públicos". Monterde explica, de hecho, que el objetivo es mantener la muestra como exposición permanente "en un formato más recogido", que permita compartir el entorno con otras tareas. DDS celebran que el interés generado ha transcendido las fronteras del centro, y además del interés de varias entidades locales –institutos, por ejemplo– reconocen contactos con "un par de organizaciones que podrían itinerar la exposición", hacer móviles las fronteras del país que gobierna Google.
El Ateneo, además, ha usado esta iniciativa para "conectar las iniciativas que prepara para la sociedad", según detalla Monterde. "Si hay interés y se quiere profundizar, la idea es que el visitante genere un vínculo con el Canòdrom"; un camino del parlamento corporativo y los 2.000 dólares a actividades, charlas y mesas redondas de concienciación sobre usos alternativos de la tecnología que la equipación municipal ofrece. El mismo colectivo organizador confía, por su parte, que la exposición tenga cierta capacidad de influencia en los usos generales de las plataformas de aquellas personas que la visiten. "No es fácil hacer un gesto tan básico como cambiar de Whatsapp a Signal si no entiendes los problemas reales de las empresas", argumenta Nadal. En este sentido, El País de Internet brilla en la capacidad de estructurar nuevos usos, de generar "narrativas que hagan de las alternativas accesibles".