Jordi Gual fue presidente de CaixaBank desde el 2016 hasta el 2021. A lo largo de su trayectoria profesional, ha combinado la alta dirección con la academia: es doctor por la Universidad de California (Berkeley) y catedrático en IESE Business School, y ha pasado por consejos de administración en grandes compañías como Repsol y Telefónica. Ahora, después de vivir los dos mundos en primera línea, ha publicado Confiar no tiene precio, un libro en el que reflexiona sobre la confianza en el capitalismo, las políticas públicas y la economía.
Como muchos autores, admite que ha escrito este libro para entenderse a sí mismo, "para entender lo que he vivido y comunicarme". Y, por eso, en este análisis de nuestros tiempos que ofrece, bajo la perspectiva de la confianza, no solo bebe de la economía, sino de otras disciplinas, como la filosofía, la política, la sociología, la antropología... La vinculación de la economía con la confianza, en el fondo, no es algo nuevo. El mismo Adam Smith, padre de la economía moderna, antes de publicar La riqueza de las naciones, hizo el estudio La teoría de los sentimientos morales, en el que analizó la relación de sentimientos como la aprobación, la simpatía o la misma confianza, con la economía. El de Gual es un análisis de nuestros tiempos, y cuenta con diferentes prismas y actores: la confianza social, en la empresa, en los sistemas financieros, en las instituciones públicas, en los Estados o, incluso, en la Unión Europea.
Conversamos con él en la Cambra de Comerç de Terrassa, invitados por Ramon Talamàs justo después de un Pleno de la Cambra, para profundizar en las principales cuestiones de su libro y reflexionar sobre una de las conclusiones que se encuentran: sólamente con valores humanistas se podrá garantizar un capitalismo renovado.
¿De dónde le nace este interés por el impacto de la confianza en la economía?
Después de años en el mundo académico y de la investigación, el paso por el mundo financiero y por el mundo de la empresa me hizo reflexionar sobre nuestros modelos económicos. Quedaban cortos para comprender la realidad económica social. Los modelos, forzosamente, son como los mapas, que usas para orientarte en el territorio, pero no lo pueden llevar todo. Y en el mundo de la economía, especialmente, las personas, como ya decía Adam Smith, no sólo nos movemos por aspectos materiales, sino también por aspectos emocionales.
Cuando estuve en primera línea en el sector financiero, vi el descalabro que vivió el sector, y cómo afectó al estado de ánimo de las personas y de los sectores económicos.
Defiende que la confianza es muy valiosa a pesar de que no tiene precio.
La confianza influye a toda la sociedad y a toda la economía, y aquel que se piensa que puede prescindir, como les pasó a los creadores de las criptomonedas, se equivoca. El grupo de personas que crearon el bitcoin explícitamente dijeron en su documento fundacional que el objetivo era crear un instrumento de pago que sirviera para llevar a cabo transacciones sin necesariamente confiar en la otra parte de la transacción y también sin necesidad que hubiera ningún organismo central que validara aquella transacción. Pero se equivocaron radicalmente.
En el momento en que prescindes de la confianza, atraes justamente a todas aquellas personas que no son de fiar, que buscan obtener solo su beneficio y que los demás les importan bien poco y, por lo tanto, las probabilidades que haya escándalos como los que ha habido son muy altas. Además, la transacción, por muy electrónica que sea, también puede fallar.
Y esta lección se aplica al resto de las transacciones económicas: el empresario que se piensa que solo con pagar al trabajador, ya se han acabado sus obligaciones hacia él; a aquella persona que cree que se puede desentender de los problemas sociales de su entorno porque ya paga sus impuestos...
En el libro queda patente la crisis de confianza que vive nuestra sociedad actualmente, tanto social como hacia las instituciones públicas y empresas. ¿No confiamos suficiente?
La confianza es un acto que, aunque no tenga precio -puesto que no la puedes comprar- es muy costosa. Si yo confío en una persona que conozco más o menos bien, pienso que hará aquello que hemos quedado. Y si no lo hace, quizás sin mala intención, me decepcionará. En cualquier caso, confiar en alguien implica asumir un riesgo, y que alguien confíe en nosotros, también, porque asumimos una responsabilidad; como mínimo una responsabilidad moral de dar respuesta.
Gual: "Confiar en alguien implica asumir un riesgo, y que alguien confíe en nosotros, también"
Por lo tanto, la confianza es costosa, y fácilmente nos estamos de otorgar o de admitir la confianza. Te diré más, este fenómeno tiene un punto contagioso. Cuando nos decepcionamos por la rotura de una confianza, podemos dejar de confiar en otra gente. Se viraliza en positivo y en negativo. Si respondes adecuadamente a la confianza de alguien, aquella persona satisfecha probablemente confiará y pondrá en marcha más proyectos con más gente.
Y esto escala hasta la sociedad y a nuestro modelo económico.
Los que creen que la economía de mercado no es positiva, la acostumbran a acusar de egoísta, de individualista, que potencia la codicia y la búsqueda de bienes materiales. Pero esta percepción olvida que a las personas nos preocupa nuestro propio interés, pero también los demás, porque somos seres sociales. Y es precisamente este altruismo el que compensa el individualismo y hace que se genere confianza, y que funcione mejor la economía de mercado.
"El altruismo compensa el individualismo: hace que se genere confianza y funcione mejor la economía de mercado"
¿De qué depende que una empresa se gane la confianza del entorno?
En la empresa no solo contribuye el que pone el capital, el que es propietario de las acciones, sino que contribuyen los trabajadores, que se comprometen en mayor o menos grado, también los proveedores y clientes, e incluso la sociedad, el territorio en el que la empresa opera. Por eso, para que las empresas puedan ganarse la confianza de la sociedad, hace falta justamente que estas resuelvan necesidades de la sociedad, más allá de ganar dinero. Lo que permite la continuidad de una empresa es su propósito. Porque es con un propósito loable que la sociedad la legitima: entiende que obtiene beneficios como mecanismo para conseguir aquel propósito.
Y también es importante la confianza dentro de la empresa. Es decir, la responsabilidad de sus máximos dirigentes es confiar en los trabajadores y en los empleados de la empresa. Y no solo de palabra: lo que cuentan son los hechos. Y así, los que contribuyen en la generación de valor la empresa, se comprometerán con su cometido y ayudarán a la empresa a competir en el mercado de una manera distintiva.
Y esto es complicado. De hecho, es más fácil conseguir esta unión de objetivos si la empresa dispone de un capital paciente. Es decir, si la empresa dispone de accionistas que tienen suficiente control del capital y con una orientación a largo plazo. Cuando una empresa cotiza de manera muy dispersa en el mercado, las acciones están muy repartidas, y cuesta más tener este compromiso hacia los diferentes stakeholders.
¿Por qué la crisis del 2007-2008 supuso un punto de inflexión en la confianza de la sociedad hacia las economías capitalistas?
Supuso una pérdida de credibilidad muy grande para el conjunto de la economía de mercado. De hecho, los movimientos anticapitalistas crecieron y todavía están con nosotros desde entonces. La gente, con razón, pensó: cómo hemos llegado a esta situación? La misma reina de Inglaterra le preguntó a los economistas: ¿cómo es que no lo sabían?
Gual: "La misma reina de Inglaterra le preguntó a los economistas: cómo es que no lo sabían?"
El sistema había fallado. Muchas personas vieron que su futuro estaba comprometido y, sin que nadie les explicara muy bien qué habían hecho mal, se habían arruinado. Y cuando el sistema falla, la gente desconfía todavía más, por las expectativas depositadas.
¿Y después de la rotura y la desilusión?
Hubo unas políticas monetarias y de regulación financiera que facilitaron excesivamente el endeudamiento público. Bajar los tipos de interés es una tentación de los bancos centrales y las autoridades políticas, pero provoca mucha inestabilidad económica. Hemos llegado a tener los tipos de interés al 0% y, mientras los teníamos tan bajos, continuábamos hinchando la burbuja de la deuda, y esto causa estragos. Esta es una política bastante populista con la qie los gobernadores y los bancos centrales, que son personas humanas y están sujetas a la presión mediática y social, acaban llevando la economía a una situación de laxitud financiera, simplemente, para que nadie proteste, no pensando en la estabilidad a largo plazo. Están echando pelotas fuera y "ya lo pagará el siguiente". Y el libro es un llamamiento a la importancia de la estabilidad financiera, tanto desde la perspectiva del sector privado como desde la perspectiva del sector público.
De hecho, en Europa se ve que los países que lo hacen bien, que no son malgastadores, mantienen sus presupuestos en equilibrio y no viven por encima de sus posibilidades, tienen mejores índices de confianza de su población.
En el ranking, que sale en el libro, salen Dinamarca (73%), Finlandia (68%) y Suecia (62%) al frente. Quizás no es ninguna sorpresa. España tiene un 41% de confianza. Y en la cola están Portugal (16%), Rumanía (12%) y Grecia (8%).
Los que están al frente de este ranking, también son países en los que la ciudadanía e instituciones exigen a su sector público que rinda cuentas, de forma que las políticas de gasto público son transparentes y solo persiguen el bien común. El clientelismo político y la patrimonialización del estado por parte de los partidos políticos son dos enfermedades que tienen los países que no tienen una buena gestión de su sector público. Y esto afecta, claramente, a la confianza de su ciudadanía.
¿Cómo pueden restablecer la confianza de su ciudadanía estos estados que la han perdido y que están en la cola del ranking?
No podemos esperar que sean los estados los que restablezcan la confianza, sino que tenemos que ser nosotros, la sociedad civil, los que tenemos que trabajar para recuperar esta confianza, con los más próximos, desarrollando actitudes positivas de cooperación y organizándonos. También siendo más exigentes con los liderazgos políticos y los responsables de las administraciones públicas. Tenemos que recuperar este espíritu de comunidad. Es un complemento necesario a una economía de libre mercado como la que tenemos.
Gual: "No podemos esperar que sean los estados los que restablezcan la confianza, sino que tenemos que ser nosotros, la sociedad civil"
¿Y la confianza en la banca?
La palabra crédito y la palabra confianza provienen del mismo término del latín. No hay parte de la economía donde la confianza sea más fundamental que en el sector financiero. Yo, si te dejo dinero, me tengo que fiar de ti. Y si tú dejas dinero en el banco en un depósito, esperas poderlos recuperar. El banco central se basa en la confianza que tengamos en él: en el hecho que no hará perder valor a la moneda.
Ahora bien, la confianza en los bancos centrales ahora está malograda, después del descalabro de la crisis financiera y de las políticas monetarias que han llevado a cabo, que han provocado la actual inflación, que en términos acumulados es del 20%. No nos engañemos, las políticas de tipos bajos y de deuda es como aquel que quiere beberse unos cuantos whiskys sin ser consciente que después vendrá la resaca.
¿Hacia dónde vamos?
Después de la crisis financiera hemos ido generando, durante 15 años, una enorme burbuja de deuda pública. Y con esta burbuja, ¿cuál es la credibilidad de los estados? ¿Cómo se volverá esta deuda pública? De entrada ya hemos grabado un aumento de precios significativo y la pregunta que yo digo es: ¿en el futuro también querrán pagar la deuda con más inflación?
Gual: "¿En el futuro también querrán pagar la deuda con más inflación?"
Temo que el escenario que tendremos en los próximos años es una combinación de una inflación por encima de los objetivos oficiales, que son del 2%, y acabaremos al 3-3,5%; con unos intereses que estarán alrededor del 2,5%, pero que en términos reales (el tipo de interés menos la inflación), estarán en negativo. Y así, con el tipo real en negativo, el coste del estado para devolver la deuda es más bajo. Por lo tanto, es un modelo que a mí no me gusta puesto que, de alguna manera, continúa recompensando la deuda en vez de recompensar el ahorro y el acreedor.