Convencido de sus posibilidades de crecer en solitario, respaldado por la idea de que la coyuntura política juega a su favor y respetuoso con el legado de un padre constructor de bancos y de un tejido industrial de Sabadell históricamente fiel, el presidente del Banc Sabadell, Josep Oliu, resiste con fuerza el segundo intento de absorción por parte de un persistente BBVA que acaba de repartir 15.000 millones de euros en dividendos y observa, con apetito, la excelente posición del banco del Vallès como banco de pequeñas y medianas empresas en la llamada "zona mediterránea" y el norte de España.
Efectivamente, el Sabadell, que observa con cautela el riesgo asumido por el BBVA en países emergentes como México o Turquía, muestra buenas perspectivas de expansión en todo el Estado, donde da servicio a un 50% de las empresas del territorio, cuenta con un importante capital relacional en el ámbito de las pymes y disfruta de un buen sistema de prevención de riesgos.
Josep Oliu resiste con fuerza el segundo intento de absorción por parte de un persistente BBVA
Oliu, indirectamente fortalecido por la retirada del fondo estadounidense GQG Partners del accionariado del BBVA debido a su oposición al proyecto de fusión, advierte sobre los peligros de la creación de un mercado monopolístico en España, y, en línea con el Banco Central Europeo, apuesta más por operaciones internacionales dentro del continente que puedan hacer frente a la creciente competencia de los bancos estadounidenses.
En esta larga batalla, Oliu cuenta con el apoyo de las principales instituciones económicas (Cambra de Comerç de Barcelona, Foment del Treball, Pimec y Cercle d’Economia) y políticas del país, interesadas en que Catalunya no siga perdiendo peso financiero y, incluso, con un poco de suerte, que pueda retornar su sede social, hoy día radicada en Alicante.
En cuanto a la coyuntura política, y también por una cuestión de pura matemática parlamentaria, los intereses del gobierno de Salvador Illa en la Generalitat y los de su correligionario Pedro Sánchez en el gobierno español, ambos con el apoyo de partidos como ERC o Junts, coinciden con la posición defensiva del Sabadell.
Un minessoto de Sabadell
Antiguamente, los hijos de los empresarios del Vallès realizaban estudios de posgrado en Inglaterra. Nacido en una época más reciente, Josep Oliu no se fue a estudiar a Liverpool ni a Manchester sino a Estados Unidos, donde se doctoró en economía y se convirtió en miembro destacado del llamado clan de Minnesota, un estado donde el conocimiento florece, pero las tormentas son terribles.
En la Twin Cities University había profesores de calidad como el futuro consejero Andreu Mas-Colell, expertos que animaban a los mejores estudiantes del mundo a matricularse y distinguidos alumnos catalanes y españoles, del denominado “clan de los minessotos”, como la economista Teresa Garcia-Milà, entusiasta colaboradora de notas de opinión del Cercle d'Economia.
En plena forma a los 75 años, continúa disfrutando de un trabajo que considera instalado en una de esas tormentas permanentes
Fue allá donde se casó en primeras nupcias con Lynn Barton, una excelente violinista norteamericana, actual miembro de la Orquesta Sinfónica del Vallès. El segundo casamiento fue con el economista Victòria Quintana, con quien ahora comparte la vida, el interés por las ciencias económicas, la pasión por la natura, la lectura, la buena conversación y la propiedad de una sociedad patrimonial.
Los que le conocen dicen que también le gusta caminar, pedalear en una bicicleta eléctrica y disfrutar de la buena mesa. Probablemente, esto hace que, en plena forma a los 75 años, continúe disfrutando de un trabajo que considera instalado en una de esas tormentas permanentes que conoció en Minneapolis.
Su compromiso, formalizado consigo mismo y quién sabe si con la historia, es el de no retirarse hasta que no haya logrado el objetivo al que ha dedicado gran parte de sus mejores esfuerzos profesionales: dejar el banco en buenas manos y bien orientado de cara al futuro.
El textil, la academia y la política
Parece que una parte de estos objetivos ya está alcanzada, con el nombramiento de César González-Bueno como nuevo consejero delegado en sustitución de Jaume Guardiola, ya jubilado y actual presidente del Cercle d'Economia. Pero, a pesar de haber pasado a ejercer una presidencia no ejecutiva, parece que Oliu no termina de encontrar la solución perfecta, del mismo modo que hace muchos años le costó aceptar ser el sucesor de su padre al frente del banco.
Eran tiempos socioconvergentes en los “felices” años 80
Antes de hacerlo, y con un expediente académico lleno de matrículas de honor, el heredero de can Oliu había sido catedrático de Teoría Económica en la Universidad de Oviedo, profesor asociado de Economía y Econometría en la Universitat Autònoma de Barcelona, asesor del Banco Mundial, director de estudios y estrategia y director General de Planificación del Instituto Nacional de Industria con Carlos Solchaga como ministro de Economía. Y también del Govern de la Generalitat de Catalunya. Eran tiempos socioconvergentes en los “felices” años 80.
En realidad, Oliu podría haber entrado en los primeros gobiernos socialistas de Felipe González, donde entre 1983 y 1986 ejerció responsabilidades en el Instituto Nacional de Industria. Pero al final pesó más la llamada de su padre y su conexión con el tejido social de Sabadell que la atracción por una política estatal que al final tampoco acabó de gustarle.
El reto, o más bien el encargo, era convertir aquella entidad local de crédito en una institución capaz de jugar en la primera división de la banca española. Y una vez dado el primer paso, de pasarla de banco local a banco catalán, había que enfocar bien la segunda etapa. Y para liderarla, fue elegido todo un señor catedrático, con fuertes raíces en torno al Vallès, pero formado en la dureza climática de una universidad estadounidense rodeada de 10.000 lagos.
El reto era convertir aquella entidad local de crédito en una institución capaz de jugar en la primera división de la banca española
Así fue como, finalmente, Joan Oliu convenció a su hijo Josep, que en 1986 se inició como secretario general técnico de Banc Sabadell y en 1991 le sustituyó como consejero director general. El tercer y definitivo paso fue en 1999 cuando Josep relevó a Joan Corominas como presidente de una entidad que ya empezaba a contar entre los grandes bancos del país.
De Sabadell a Alicante
Nadie sabía entonces que la última renovación, en 2019, se produciría lejos de Sabadell e, incluso, de Catalunya, ni que tendría lugar en Alicante, donde la sede social de la entidad había migrado como consecuencia del terremoto político de octubre de 2017. Dicen que los hombres de gran proyección pública como Josep Oliu, no solo son responsables de su gestión ante clientes y accionistas, sino que también tienen consecuencias de país, que los diputados del Parlament de Catalunya quisieron analizar con él, a raíz de la decisión de trasladar la sede fuera del territorio.
Fue en febrero de 2020 cuando Oliu explicó que no había recibido ninguna otra presión que no fuera la de los propios clientes a la hora de decidir el cambio. El traslado, dijo en sede parlamentaria, había sido una respuesta debida a criterios puramente técnicos y no políticos, a partir del día 2 de octubre de 2017, cuando “comenzaron a salir fondos del banco”.
Durante la primera semana subsiguiente a la declaración unilateral de independencia, el Sabadell sufrió una fuga de depósitos de 4.600 millones de euros
“El diagnóstico implicaba cortar de raíz el riesgo y el miedo de que Catalunya pudiera salir de la Unión Europea”, explicó. “Es desafortunado, pero es así”, lamentaba. “No tiene nada de político, simplemente es una cuestión técnica y esperamos todo lo que se tenía que esperar. Es una desgracia, pero es el mundo que hay”, escucharon decir sus señorías.
En aquella sesión informativa, Oliu se proclamó catalán, pero señaló que durante la primera semana subsiguiente a la declaración unilateral de independencia, el Sabadell sufrió una fuga de depósitos de 4.600 millones de euros, procedentes en un 57% de impositores tan catalanes como él, lo que provocó la alarma en la comisión de riesgos del banco y acabó recomendando un cambio de sede.
¿A dónde? ¿A Madrid? Seguramente habría sido la mejor opción desde el punto de vista técnico, pero en este punto, Oliu, que confiesa que la decisión “fue extraordinariamente difícil y lamentable para mí”, quiso ser diplomático: ni Madrid, que habría sido una ofensa demasiado grande para la administración y para buena parte de la opinión pública catalana, ni el País Vasco, donde el Sabadell había absorbido el histórico Banco Guipuzcoano, pero que nunca se consideró una opción real, a pesar de la posibilidad de haber podido disfrutar de algunas ventajas fiscales.
Alicante, al sur del sur de la antigua confederación catalanoaragonesa, fue elegida, entre otras razones porque disponía de un edificio suficientemente representativo, antigua sede central de la CAM, que la entidad había absorbido y saneado en 2011.
"Una decisión amarga," según confesó, que fue acompañada de todo tipo de explicaciones presenciales a Carles Puigdemont y Oriol Junqueras y sendas llamadas de cortesía a Carme Forcadell, presidenta del Parlament de Catalunya, a Luis de Guindos, ministro de Economía, y a otras autoridades competentes del Banco de España y del Banco Central Europeo
La eterna fusión que no llega
La pregunta, sin embargo, es si una hipotética independencia de Catalunya podría haber impedido algún proceso de fusión bancaria como los que desde hace años intentan llevar a cabo diferentes entidades bancarias con el Sabadell. Porque el Sabadell parece no tener ninguna intención de dejarse absorber; su posición es más bien compradora, como lo fue con el Banco Atlántico, la alicantina Caja del Mediterráneo, Caixa Penedès o el británico TSB, un antiguo banco en pérdidas que ha acabado convirtiéndose en la actual joya de la corona en cuanto a rentabilidad.
Bastante después de absorber el Banco Atlántico y antes de absorber la CAM y Caixa Penedès, fue La Caixa quien quiso hacerse con la tan celebrada entidad vallesana
Con esto de las fusiones, a veces los números no cuadran y a veces las personas no encajan. Cuando llegó el momento de las últimas fusiones, bastante después de absorber el Banco Atlántico y antes de absorber la CAM y Caixa Penedès, fue La Caixa quien quiso hacerse con la tan celebrada entidad vallesana.
Pero, como explica el maestro Josep Martí Gómez en su libro sobre los Lara, Oliu se opuso al proyecto planteado por Isidre Fainé y José Manuel Lara Bosch, propietario de Planeta y poderoso accionista del Sabadell. En este caso, además de una posible competencia mal gestionada de egos, las razones principales fueron la falta de sinergias y la duplicidad de estructuras que se hubiera producido en un mismo territorio.
No sería la última vez. Martí Gómez, fascinado por el perfil psicológico de financieros como José Manuel Lara Hernández o Julio Muñoz Ramonet, no explica por qué, pero se sabe que el señor Oliu es un hombre intuitivo y orgulloso del legado que lleva consigo, y no le gusta que desprecien los valores que representa.
El primer intento de fusión por absorción a cargo del BBVA fue en noviembre de 2020. Una operación que parecía cerrada, hasta que un antiguo dolor de cabeza del BBVA, que arrastraba problemas derivados del caso Villarejo y que podrían haber afectado la presidencia de Carlos Torras, hizo surgir la posibilidad de que Oliu acabara siendo el primer ejecutivo del banco fusionado, lo que provocó la oposición de buena parte de la cúpula del BBVA y la inmediata reacción de Oliu, dando por finalizadas las conversaciones.
Demasiado trabajo tenía entonces el Sabadell con la complicada migración tecnológica del TSB, una entidad que el BBVA habría querido fuera del grupo, en contra de la opinión de Oliu, para embarcarse en otra confrontación de egos mal gestionada. Curiosamente, la maltrecha posición bursátil del Sabadell, atacada insistentemente por los temibles especuladores bajistas, comenzó a mejorar a partir de esa operación frustrada.
Dicen que Josep Oliu es mejor negociador que seductor. Pero aún no ve llegada la hora de poder dedicarse a la Fundación del Banc Sabadell. Para hacerlo, habrá que esperar a que pasen las tormentas.
Ya se sabe que en Minnesota las tormentas son largas; en la banca, aún más; y en Catalunya, no acaban nunca.