Juego de monedas

Ahora que el BCE ya ha aumentado los tipos de interés, Europa queda abandonada a la suerte de un mercado internacional convulso, volátil y tensado

Hoy, a cambio de un euro sólo podemos conseguir un dólar | iStock
Hoy, a cambio de un euro sólo podemos conseguir un dólar | iStock
Barcelona
09 de Agosto de 2022

En el año 2008, entregando un euro en los mercados de divisas se podían obtener más de 1,6 dólares. Hace un año se podían conseguir alrededor de 1,22 dólares por cada euro. Hoy en día, sin embargo, a cambio de un euro únicamente se puede conseguir un dólar. Es decir, el euro se ha depreciado frente al dólar casi un 40 por ciento desde el año 2008.

En términos generales, una divisa se deprecia frente a otra si la demanda de la primera disminuye con relación a la demanda de la segunda. En estos momentos, la caída en la demanda global de euros frente a la demanda global de dólares puede explicarse, esencialmente, como consecuencia de tres factores.

1. El superávit” comercial

Hasta 2020 era habitual que la eurozona encadenara considerables superávits comerciales cada mes, es decir, exportaba más de lo que importaba. Ese exceso tenía un valor aproximado de veinte mil millones de euros al mes que, a lo largo del año, significaba más de dos cientos mil millones de euros de superávit comercial.

Ahora mismo, sin embargo, ese superávit comercial se ha convertido en déficit comercial: la eurozona importa más de lo que exporta. Uno de los motivos es que la eurozona importa grandes cantidades de energía que se han encarecido de forma notable, mientras que las exportaciones de la eurozona, no energéticas, han caído. Por otro lado, este encarecimiento de la energía que importamos ha disminuido la competitividad de la eurozona.

Cada vez que un país exporta a otro país, el país comprador debe pedir de la moneda del vendedor para poder pagar. Si además se contempla que este “contrato” se prolongue en el tiempo, necesitará hacer acopio de reservas de esta moneda, para poder hacer frente a futuros pagos. Esta necesidad de disponer de la divisa hará que tenga que comprarla y provocará que se revalorice frente a otras. Así, un país que exporta mucho, provocará que la demanda global de su divisa se incremente y que esta se revalorice. Si, en cambio, exporta poco, la demanda global de su divisa decrecerá y su divisa se debilita frente a otras.

La actual fortaleza de las exportaciones en dólares provoca que se incremente relativamente la demanda de estos y, como explica Elisabet Ruiz, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, Europa se puede encontrar, incluso, que para la energía (u otros productos en el extranjero) que quiere comprar se le exige el pago en dólares, lo que encare aún más las importaciones y acaba empeorando la situación.

Ruiz: "Este es el peor contexto en el que se puede encontrar una economía"

“Si a esta situación le sumamos que estamos en un contexto de inflación muy elevada, que ésta viene del lado de la oferta, y que la demanda está estancada, no encontramos en un momento estanflación, en el que los precios se encarecen por un incremento de los costes de producción. Éste es el peor contexto en el que se puede encontrar una economía. Incluso, es posible, que las medidas correctoras que se están aplicando (por ejemplo, un aumento de los tipos de interés que desincentivan la compra por parte del consumidor) no sean suficiente y no consigan el efecto deseado", lo que se traslada al mercado internacional, continúa Ruiz.

2. Inversiones

Las divisas, además de para comprar bienes y servicios, también se demandan para efectuar inversiones internacionales. Entre muchos otros factores, los flujos de inversión dependen de los tipos de interés relativos. Si la rentabilidad por tipo de interés en EEUU es más alta que la rentabilidad por tipo de interés en la eurozona, los flujos de capitales financieros tenderán a ir más hacia EEUU que hacia la eurozona.

Hace un año, tanto la Reserva Federal (Fed) como el Banco Central Europeo (BCE) tenían sus tipos de interés al 0%. Hoy, sin embargo, la Fed, que está adoptando una actitud más agresiva en la lucha contra la inflación, ha elevado sus tipos de interés por encima del interés impuesto por el BCE y la expectativa es que sigan subiendo por encima de los tipos de la eurozona.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde | EP

La presidenta del BCE, Christine Lagarde | EP

Estas expectativas, sobre la actitud de cada uno los bancos centrales frente a la inflación se deben a dos razones. En primer lugar, tanto Estado Unidos como la eurozona parece que pueden entrar en recesión y que la recesión en Europa va a ser más intensa. De este modo, se espera que el BCE intente compensar esa mayor recesión con tipos de interés más cómodos que los de EEUU.

En segundo lugar, en Europa hay gobiernos que están tremendamente endeudados y que dependen de la provisión de refinanciación por parte del BCE. Así, el BCE se encuentra, hasta cierto punto, atado de pies y manos. Aunque quisiera subir más los tipos, no podría hacerlo sin arriesgarse a que haya problemas de sostenibilidad de la deuda soberana muy serios dentro de la eurozona, como explica Xavier Cuadras-Morató, director del Idescat y profesor de la Pompeu Fabra.

La Fed, en cambio, no tiene esa hipoteca y es más libre para fijar el tipo de interés que considere necesario. Por ello, los capitales buscan refugio en Estado Unidos, lo que aumenta la demanda de dólares para acceder a los tipos de interés en dólares, y disminuye la demanda de euros para no quedar atrapados en los bajos tipos de interés del euro. Todo ello significa, de nuevo, depreciación del euro frente al dólar.

3. La incetidumbre

A parte de para comprar y para invertir, hay un tercer motivo por el que se demanda una moneda: para mantenerla en su saldo de tesorería. ¿Por qué? Porque se considera que está divisa es más segura y está en una reserva internacional de liquidez en tiempos de incertidumbre.

Jerome Powell, presidente de la FED | Flickr

Jerome Powell, presidente de la FED | Flickr

Aunque el euro, en mayor o menor medida, también desarrolla esa función, claramente la moneda de reserva internacional de liquidez, en el conjunto del planeta, es el dólar. Si el dólar es la divisa refugio por excelencia, el temor de recesión incrementa la demanda de dólares relativamente frente a la demanda de reserva de euros. Lo que, otra vez, significa depreciación del euro frente al dólar.

¿Nos beneficia un euro más débil?

Después de que el dólar alcanzara la paridad con el euro, el tipo de cambio entre ambas monedas sigue anclado en ese mismo nivel.

La teoría de la bonanza de la depreciación nos dice que, cuanto más debilitado esté el euro más facilidades tendrá la eurozona para exportar, pues más se abaratarán nuestros productos locales en el extranjero y la demanda extranjera de esos productos locales aumentará. Esto encarecerá el producto extranjero frente al nacional y provocará que se demande más producto nacional, estimulando el crecimiento de la economía europea en base a un mayor consumo de sus bienes.

Desde la perspectiva de las importaciones, si el euro está débil, importar desde el resto del mundo nos sale más caro, ya que los productos importados tendrán un mayor precio relativo. Así, nos veremos obligados a importar menos e invertir más dentro de la eurozona.

Fernández: "Un euro débil, como el que tenemos actualmente, provoca encarecimiento en las importaciones"

Depreciar beneficia a los productores nacionales, quienes tienen más fácil exportar al extranjero o tienen menos competencia extranjera. Mientras, los consumidores nacionales no tienen tan fácil comprar fuera como antes, dado que la moneda local vale menos fuera, y ya no tienen tanto poder adquisitivo en el extranjero. No sólo eso, sino que los consumidores nacionales van a competir por la producción interna con los consumidores extranjeros, los cuales van a tener más fácil comprar dentro de un país debido a que su moneda extranjera se ha apreciado frente a la moneda local.

No obstante, imaginemos que el euro se deprecia, las exportaciones europeas no reaccionan y, a su vez, la cantidad de bienes que importamos desde el extranjero tampoco se mueve de manera significativa. En ese caso, un euro débil puede agravar la situación de la economía europea. Esta situación perjudicaría tanto a los consumidores, que compran más caro, como a los productores, que se ven obligados a seguir importando los mismos bienes que importaban antes de la depreciación, pero más caros.

Un euro débil, como el que tenemos actualmente, provoca encarecimiento en las importaciones, algo muy dañino en un contexto inflacionario como el que estamos sufriendo. Esto da lugar a lo que llamamos inflación importada, es decir, una subida de los precios que no tiene su origen en los costes de producción, sino en el coste de las importaciones, a su vez causado por un euro débil”, explica Alfons Fernández, miembro de la Comissió d’Economia Financera del Col·legi d’Economistes de Catalunya. 

Por tanto, los productores tendrán que pagar mucho más para poder acceder a la misma cantidad de bienes que importaban y, si esa mayor factura desde lado de las importaciones, no se ve compensada con unos mayores ingresos desde el lado de los gastos al extranjero, entonces las empresas europeas se pueden ver empobrecidas por una depreciación del euro frente al dólar. Esto es lo que en economía se conoce como Teorema Marcial Lerner.

Cuadras-Morató: "Se puede retroalimentar la inflación y perjudicar la competitividad del país"

Europa es un continente muy dependiente de las importaciones energéticas, pues no ha querido desarrollar su industria energética interna y se ha dedicado a comprar el gas fuera de sus fronteras. Esto significa que una depreciación del euro frente al dólar no reduce significativamente nuestras importaciones, porque la cantidad de energía que consumimos es bastante estable en el corto plazo.

Esto, a su vez, significa que la factura global de la energía que importamos se encarece y, el efecto positivo sobre los productores de tener un euro débil, se lo puede terminar comiendo el incremento de los costes que, a su vez, “pueden retroalimentar la inflación y perjudicar la competitividad del país”, como señala Cuadras-Morató. 

¿Qué opciones tenemos?

 Según Fernández, pese a que, sin duda, el país que se ha visto más afectado por este fenómeno ha sido Alemania, quien era el motor exportador de la Eurozona (cabe destacar que había encadenado 30 años de superávits comerciales cada mes) y, desde mayo, y hasta que cambien las circunstancias, ahora es un motor importador, existe un interés generalizado en todos los países de la Unión Europea en controlar la inflación, ya que se trata de un problema común. “Y especialmente en España, donde el IPC registra aumentos superiores a la media europea”, añade.

Para Ruiz, esta situación es más bien un “sálvese quien pueda” porque, aunque todos pagan en euros, al final cada país busca su propio beneficio. Además, considera que las autoridades de la UE van a preferir ayudar a aquellos países que tiran de la economía europea (grupo en el que España no se encuentra). “España ya venía muy tocada de la crisis de 2008, tiene un sistema de pensiones deficitario y no ha hecho lo suficiente para salvar la situación, a pesar de los intentos de Europa… Su crecimiento siempre fue humo. No vino nunca desde el consumo interno”, sentencia.

La covid-19 ha disparado a máximos históricos el déficit y la deuda de la eurozona | iStock

La covid-19 ha disparado a máximos históricos el déficit y la deuda de la eurozona | iStock

Como afirma Cuadras-Morató, la cotización eurodólar depende de factores globales sobre los que las autoridades económicas de un país, como puede ser España, tiene un control nulo. Cuando un país entra a formar parte de la Unión Monetaria Europea, cede las competencias al BCE. “Sí que mantiene cierta autonomía en relación con la política fiscal, pero Europa cada vez interviene más en la misma, a fin de garantizar que la política fiscal y la política monetaria apunten hacia los mismos objetivos macroeconómicos”, concluye Fernández, a lo que Cuadras-Morató añade que no cree que las autoridades españolas puedan tener queja de la política monetaria del BCE hasta ahora.

Por ello, el aumento de los tipos por parte del BCE será positivo para reducir los precios. “Otra cosa es que haya países con particularidades distintas, como los más endeudados. Para éstos, el BCE ya ha anticipado que seguirá comprándoles deuda, a fin de evitar que tengan que pagar unas primas de riesgo muy superiores a los países del norte de la UE”, explica Férnandez.

Para Férnandez, ahora cabe esperar un impacto similar del euro, frente al dólar, debido al aumento de los tipos por parte del BCE. Aun así, “existe el riesgo de que se realimenten las tensiones inflacionarias y, por ello, es probable que tarde o temprano el BCE siga subiendo los tipos”, afirma Cuadras-Morató, como ya hizo hace poco la Fed.

Abandonada a la suerte de un mercado convulso

El euro se ha depreciado porque los motores que determinaban la demanda de euros frente a dólares han colapsado. En la actual coyuntura económica global un euro débil no sólo empobrece a los consumidores europeos frente al resto del mundo, sino que también, muy probablemente, está empobreciendo a los productores europeos frente al resto del mundo.

Por todo ello, el BCE, que es quien tiene a su disposición los mecanismos para hacer frente a este problema, ya ha aumentado los tipos de interés (mientras piensa ya en la siguiente subida) y, ahora, Europa está abandonada a la suerte de un mercado internacional convulso, volátil y tensionado.