En el primer artículo de esta serie comentábamos las oportunidades y los riesgos que una eventual candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno del 2030 podría presentar para el Alt Pirineu y l'Aran. Comentábamos que el turismo de nieve no puede resolver por si suele el futuro de la región. Hace falta, pues, presentar algunas vías complementarias.
Siempre es bueno preguntar a los ciudadanos
No parece una mala opción preguntar a la ciudadanía del territorio que tiene que soportar directamente los Juegos, con todas las ventajas y riesgos que comportan. Dada la especificidad territorial del proyecto, no tendría demasiado sentido hacer la pregunta a todos los catalanes, cuando los directamente afectados tienen un peso electoral tan bajo y su voluntad podría quedar claramente desvirtuada en el total.
No parece una mala opción preguntar a la ciudadanía del territorio que tiene que soportar directamente los Juegos, con todas las ventajas y riesgos que comportan
Menos aún que votara Barcelona -la ciudad, el área metropolitana, la región?- como proponía la alcaldesa Ada Colau. Acoger una eventual celebración de los Juegos de Invierno solo sería un acontecimiento adicional -importante, sí, pero limitado- para la capital catalana, puesto que presumiblemente solo se celebrarían allí las competiciones a puerta cerrada y que requieren grandes pabellones, quizás como el hockey sobre hielo. Nada de hacer saltos de esquí en la Zona franca, como proponía algún iluminado. Y, en todo caso, Barcelona sería una buena base logística si las comunicaciones mejoran lo suficiente como para desplazarse a los escenarios de competición durante el día y volver a dormir a la capital. Papel que tendría que compartir con Lleida, está claro.
Sin cheques con blanco
Ahora, el que sí que es importante, es que los ciudadanos del Alt Pirineu y el Aran puedan decidir no solo sobre una eventual celebración de los Juegos de Invierno en abstracto, sino sobre un proyecto al más acotat posible. Esto quiere decir que todo el mundo pueda acceder a una información bastante precisa y firme sobre los aspectos fundamentales del desarrollo de los Juegos.
¿Qué infraestructuras mejorarán y cómo serán? ¿Qué impacto urbanístico tendrán sobre el paisaje y el territorio todos los equipamientos, instalaciones y alojamientos necesarios? ¿Cómo se procurará rentabilizar en el futuro todas estas instalaciones y alojamientos? ¿Qué implicación directa tendrá la región en los Juegos -formación específica, impulso a nuevas iniciativas empresariales, innovación...- además de servir de escenario y para que unos cuántos propietarios del suelo hagan negocio? ¿De qué forma se evitarán todos los efectos perniciosos de una excesiva dependencia turística?
La desestacionalización turística y Suiza
Con la pandemia ya hemos comprobado el renovado atractivo que pueden tener los destinos no masificados, sea al campo o a la media o alta montaña. Desde el Alt Pirineu y l'Aran ya se han hecho esfuerzos para atraer visitantes fuera de la temporada invernal. Desde los deportes de aventura hasta el románico del Vall de Boí. Hay que continuar y reforzar esta línea de forma similar a como lo hacen otras áreas alpinas de Europa. Actividades como el senderismo, la ayuda y estímulo porque los labradores de montaña puedan complementar sus rentas con la agroturismo, la revalorización del resto del románico, el desarrollo de una ofrecida culinaria de calidad e, incluso, alguna implantación cultural relevante como por ejemplo han hecho recientemente en Andorra con una parte de la colección de la baronesa Thyssen. Todo ayudaría a la desestacionalización necesaria. Y es que si en el artículo anterior hablábamos de la presencia de segundas residencias, la información estadística añade que la gran mayoría están ocupadas como máximo un mes al año.
La simbiosis turismo y paisaje es inseparable. Tendríamos que poder llegar a como hacen a Suiza, donde en determinadas zonas los hoteleros dan ayudas a los labradores
La simbiosis turismo y paisaje ya hemos comentado que es inseparable. Tendríamos que poder llegar a como hacen a Suiza, donde en determinadas zonas los hoteleros dan ayudas a los labradores para que continúen explotando y manteniendo los prados de la zona, consciente que este paisaje humanizado es un atractivo imprescindible para todos los eventuales visitantes.
La agricultura de montaña en el contexto del cambio climático
La agricultura de montaña por definición es una agricultura todavía más difícil que la de las tierras planas. Pero el mismo cambio climático y la subida de las temperaturas ya hace que varios vinateros -encabezados por la familia Torres- estén implantado viñas a las zonas menos altas, como el Pallars Jussà. Y es que también hay que recuperar las viñas en Inglaterra, como en el tiempo de los romanos. Hay que aprovechar las oportunidades que en este ámbito se generan para la viña y para otros cultivos, como determinados frutales o cereales. Y hace falta prestigiar en el mercado las características específicas de los productos de la agricultura de montaña.
En el caso de la ganadería, y en época de macrogranjas, hace falta también diferenciar el producto extensivo y hacer partícipe el mercado. Los productores de leche y de sus derivados tienen todavía mucho margen para mejorar las estructuras de comercialización de su producción. Iniciativas exitosas en este campo -desde Leche Nuestra al Hayedo- no faltan. Ahora hace falta también que lleguen al Alt Pirineu y el Aran.
Todo ello requerirá, muy probablemente, el impulso y el apoyo inicial de la administración local y nacional. Un apoyo que seguro que ya está en muchos casos, pero que puede ser mucho más intenso e innovador. Y que junto a las inversiones olímpicas representa un esfuerzo económico menor.
Emprendimiento y teletrabajo
No todo, pero tiene que acabarse con el turismo y la lo agrolimentación. Tenemos algún ejemplo bastante exitoso de industria convencional bastante competitiva, cómo es el caso de los electrodomésticos Taurus en Oliana, en el Alt Urgell. E incluso de emprendedores singulares como es La Bruixa d'Or en Sort. Seguro que la generación de espacios de encuentro y de determinados acontecimientos o implantaciones puntuales -por ejemplo, de alguna escuela de negocios- ayudarían a crear un microclima favorable a la emprendimiento y a la innovación. En un tiempo propicio para las iniciativas empresariales descentralizadas y para el teletrabajo, los pequeños núcleos de la vegueria pueden acoger emprendedores y trabajadores expertos. Eso sí, habrá que mejorar la calidad y el alcance de las redes telemáticas.
Y es que una cierta dosis de teletrabajadores también puede ser beneficiosa, sobre todo si se produce entre los que ya tienen una segunda residencia infrautilizada. En este sentido, habrá que ser muy cuidadosos en los nuevos desarrollos urbanos de apartamentos y viviendas a la vez que se procura que unos eventual llegada de nuevos teletrabajadores no distorsione todavía más los mercados de la vivienda y expulse la juventud local. Las tensiones también pueden venir por un aumento de la afluencia de inmigración poco cualificada, que venga a cubrir puestos de trabajo mal pagados en la hostelería y a los servicios.
El reto de un desarrollo equilibrado
Los equilibrios siempre son delicados y no se trata tanto de impedir determinados fenómenos -por otro lado, habitualmente imposible de hacerlo- sino de modularlos y procurar que no estropeen el equilibrio general.
Este papel de moderación para el mantenimiento de los equilibrios y para mantener la cohesión tradicional de la sociedad de la región corresponde en primer lugar a las administraciones locales. En muchas partes del país ya hemos sufrido por la lucha a menudo desaforada para ver quién tenía el campanario más alto. O quien lograba más habitantes, o quienes captaba el centro comercial de referencia o hacía el equipamiento más grande. Esperamos que esta manera de hacer no se encomiende a una sociedad a la que, ciertamente, le hacen falta estímulos, pero que tiene que mantener la cohesión y la calidad de vida que le es intrínseca.
Los temores de la gran mayoría de quienes se oponen a la celebración de unos Juegos Olímpicos de Invierno se pueden resumir en el miedo a un crecimiento desaforado que en la montaña siga los parámetros que antes han malogrado la costa
Estos días la Generalitat se ha decidido a blindar los municipios costeros del urbanismo más voraz. Llega tarde y muchas de las consecuencias negativas ya son irreversibles. Los ayuntamientos que en su momento aprobaron el planeamiento urbanístico con el visto bueno de la Generalitat, los propietarios del suelo que ven caer un maná del cielo que hacía mucho tiempo que esperaban, promotores y constructores que hacen negocio y empresarios que buscan el dinero fácil y rápido han formado durante décadas una coalición de facto que ha acabado malogrando gran parte del territorio que había escapado de la especulación del periodo franquista.
Los temores de la gran mayoría de quienes se oponen a la celebración de unos Juegos Olímpicos de Invierno al Alt Pirineu y l'Aran se pueden resumir en el miedo a un crecimiento desaforado que en la montaña siga los parámetros que antes han malogrado la costa. El Gobierno de Catalunya, que hará muy bien de preguntar a los ciudadanos de la vegueria si quieren o no optar a los Juegos, es el primero que se tiene que comprometer de forma pública y solemne a evitar que este temor no se pueda hacer realidad.