Estos días hace 29 años que toda una ciudad y un país se volcaban a favor de los Juegos Olímpicos del 92, un acontecimiento que proyectaría Barcelona y el país en todo el mundo. Organizar unos juegos fue la excusa para pasar de la ciudad febril y caduca, a la ciudad moderna, abierta al mar, mediterránea y reconocida internacionalmente. Se asentaban las bases para construir una economía local, fuerte, moderna y diversificada.
En aquellos años, la ciudad se abrió al mar construyendo su fachada marítima, dignificando la Barceloneta, levantando el nuevo barrio de la Villa Olímpica o remodelando el Estadio Olímpico. Se recuperaba Montjuic cómo la montaña del deporte y la cultura, también suponía una oportunidad para dignificar el corazón de la ciudad, la Ciutat Vella y el barrio del Raval, con la construcción, unos años más tarde, de su nueva rambla. La ciudad tenía una gran oportunidad para darse a conocer en el mundo.
Los Juegos Olímpicos del 92 eran otras épocas, tiempos en que se conseguían grandes acuerdos en política
Eran otras épocas, tiempos en que se conseguían grandes acuerdos en política. A pesar de las diferencias entre administraciones, todos coincidían que a Barcelona le hacía falta un revulsivo, un proyecto alentador que sirviera para impulsar y hacer progresar la capital de Catalunya.
Un debate barcelonés que viene de largo
Estos días ha resucitado el debate sobre la idoneidad de presentar la candidatura Barcelona-Pirineos para los Juegos Olímpicos de Invierno del 2030. El Govern de la Generalitat, en el marco de las futuras negociaciones con el Gobierno Sánchez, ha planteado esta posibilidad. Es uno de los proyectos recurrentes que no acaban nunca de ver la luz y resultan difícilmente aceptados por una mayoría social, debido a los momentos de crisis económica y social que vivimos.
Hace diez años ya lo intentó el alcalde, Jordi Hereu, cuando vivía una situación no fácil en el Govern de la ciudad. Sufría un importante desgaste en las encuestas y necesitaba un revulsivo que le ayudara a mejorar. Posteriormente, el alcalde Xavier Trias apostó, con la voluntad de impulsar el proyecto para 2026, pero decayó cuando Ada Colau ganó la alcaldía. Hoy, la propuesta ha resurgido de la mano del Govern Aragonés.
Si en 92, la excusa fue obtener más recursos y construir nuevas infraestructuras para transformar la ciudad, hoy la explicación es similar con el objetivo de generar un proyecto alentador para el Pirineu catalán. El modelo sigue siendo el mismo.
Organizar unos Juegos Olímpicos de Invierno puede ser beneficioso y productivo, siempre que se desarrollen con sostenibilidad, eficiencia en la inversión y garantías que revierta a medio-largo en el territorio
Y aquí es por donde llora la criatura, la falta de un buen sistema de financiación propia para Catalunya. Organizar unos Juegos Olímpicos de Invierno puede ser beneficioso y productivo, siempre que se desarrollen con criterios de sostenibilidad, eficiencia en la inversión y con garantías que revierta a medio-largo en el territorio. El cambio climático, pero, puede ser un obstáculo.
Los juegos más ecológicos de la historia
Aun así, el comité organizador de Tokyo 2020 se ha fijado cómo objetivo que sean los juegos más ecológicos de la historia, velando por el uso de electricidad renovable, una mejor eficiencia energética, la movilidad eléctrica o el aprovechamiento del 60 % de las sedes deportivas.
Cómo cualquier empresa que se obliga a cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los ODS de Naciones Unidas, el Comité Olímpico Internacional, el COI, es el primer interesado en hacer cumplir estos criterios en la organización de los juegos. Necesitan que ganen candidaturas con proyectos innovadores, que aprovechen infraestructura construida, cómo por ejemplo, las viviendas vacías que tenemos en los pueblos del Pirineo y que podrían acoger la villa olímpica.
Coronar el Pirineo
Y no menos importante, Barcelona como capital, por primera vez, se tendría que poner al servicio del territorio, huyendo de discursos centralistas o acaparando inversiones en beneficio únicamente de la ciudad o su región metropolitana. El Pirineo sufre una despoblación importante que lo obliga a repensar su futuro, ligado a un modelo que lo vertebre con el resto del país.
Barcelona como capital, por primera vez, se tendría que poner al servicio del territorio, huyendo de discursos centralistas o acaparando inversiones. El Pirineo sufre una desploblación importante que le obliga a repensar su futuro
Apostar por el deporte de montaña y un modelo de turismo diversificado puede ser un eje estratégico importante, invirtiendo a su vez en un territorio muy interconectado de sur a norte y del este al oeste, donde los hubs y los ecosistemas de innovación y tecnología no necesariamente tengan que ubicarse en las áreas metropolitanas. Generar nuevas oportunidades y una nueva economía tiene que estar al alcance de todo el territorio. Que se pueda vivir con las mismas condiciones tanto en Barcelona, como Puigcerdá, Deltebre, Les Borges Blanques o L'Armentera.
Evidentemente, la respuesta a todo esto no nos la da únicamente una buena planificación u organización de unos juegos olímpicos, sino sobre todo dotarnos, de forma permanente, de una buena financiación para Catalunya. Quizás, entonces, no nos harán falta más excusas para seguir avanzando.