Soy procurador de los tribunales y me he visto obligado a paralizar mi actividad profesional porqué mi trabajo está absolutamente relacionado con la actividad judicial y ya saben que nuestros juzgados, con la excepción de ciertos procesos y medidas urgentes que no suponen ni el 5% del total, han cerrado.
Vivimos días observando con admiración como el personal sanitario; las fuerzas de seguridad; los periodistas o los trabajadores que distribuyen alimentos y suministros básicos, están ahí, sacrificándose denodadamente para que las constantes vitales de nuestra sociedad no desfallezcan y, mientras tanto, los que pertenecemos al mundo de la justicia, salvo las honrosas excepciones que por motivos de urgencia han tenido que actuar, estamos en nuestras casas, protegidos de la pandemia, pero incapaces de relacionarnos unos con otros porqué, simplemente, nuestra administración de justicia no está preparada para que sus funcionarios puedan teletrabajar y aunque parezca incomprensible, en pleno siglo XXI, nuestra administración no ha sabido reaccionar para que la maquinaria judicial no se hubiera detenido.
Cuando cada día salgo al balcón para aplaudir a todo el personal sanitario, pero también a todos aquellos otros que trabajan para que no nos falte de nada, pienso en mi Justicia y me sabe mal, muy mal, que todos los que nos dedicamos a colaborar con un servicio público tan esencial, ni estamos, ni se nos espera...
Pero en fin, lo hecho, hecho está y de nada sirve lamerse las heridas. Veamos si somos capaces de enmendar esta triste hoja de servicios. Veamos si en previsión de que la incorporación al trabajo será lenta i paulatina, dotamos a los funcionarios con herramientas informáticas para que puedan teletrabajar y así unos podremos volver a presentar escritos y demandas y los otros podrán dictar y notificar resoluciones que no precisen de actos presenciales.
Veamos si somos capaces de planificar un plan de choque ambicioso y a la vez audaz y solidario como el que han sabido hacer nuestros sanitarios. Pensemos que cuando retomemos la normalidad, un tsunami de nuevos escritos y demandas colapsarán un sistema ya de por sí muy saturado y será imprescindible un gran esfuerzo humano que se inspire en el que han tenido que adoptar todos aquellos que se dedican a cuidar de nuestra la salud.
Nuestro Consejo General del Poder Judicial ha comunicado que una comisión de expertos está trabajando ya en un plan de choque. Se dice que analizarán desde reformas procesales hasta la concentración y especialización de juzgados y no seré yo quien cuestione su capacidad y autoridad pero, si me lo permiten, desde la experiencia de muchos años de pisar cada día los juzgados, me atrevo a decir que para volver a la normalidad, la respuesta no puede ser otra que trabajar más, mucho más. En definitiva, habrá que prever soluciones que permitan respuestas a la altura del monumental reto que la sociedad necesita.
Porque, digo yo, si muchos sanitarios jubilados han vuelto a sus antiguos puestos de trabajo para echar el hombro en lo que haga falta; los estudiantes en prácticas se han incorporado al sistema sanitario y todos los demás han dedicado jornadas interminables a salvar vidas, ¿no sería posible que los que trabajamos para la Justicia asumiéramos también un reto colectivo transcendental y todos, desde nuestros despachos, casas o retiros jubilados, echáramos nuestro hombro?.
La respuesta para mi es muy clara, para sacar adelante el colapso, tendremos que ser más productivos y resolutivos. Sin duda, algunos procesos pueden simplificarse, pero no nos engañemos, si no reforzamos las plantillas de ciertos juzgados y tribunales, si no ganamos en eficacia, el reto que se nos viene encima nos acabará desbordando.
Algunas ideas estarán en la mente de muchos o incluso alguien ya las habrá escrito, pero me gustaría insistir en la necesidad de contratar de forma urgente todos aquellos interinos que hagan falta y, sugiero, que en su proceso de adaptación fuesen ayudados por aquellos funcionarios jubilados que de forma voluntaria acudieran a echar una mano; deberíamos insistir en habilitar el mes de agosto o parte del mismo y, por supuesto, señalar vistas y juicios los lunes y viernes con la misma intensidad que el resto de la semana.
Nuestra Justicia hasta ahora ha quedado confinada y sin capacidad de respuesta, pero estamos aún a tiempo de reaccionar y conseguir, cuando el reto nos caiga encima, recuperar nuestra maltrecha dignidad.
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