El kit de supervivencia de Europa

Los discursos de autosuficiencia energética, alimentaria, tecnológica o de tierras raras cobran nuevo protagonismo

El vídeo protagonizado por la comisaria Hadja Lahbib, forma parte de la nueva estrategia de preparación frente a las crisis | EP
El vídeo protagonizado por la comisaria Hadja Lahbib, forma parte de la nueva estrategia de preparación frente a las crisis | EP
Enric Llarch | VIA Empresa
Economista
Barcelona
29 de Marzo de 2025

El aclamado biopic de los primeros años de carrera de Bob Dylan se desarrolla en una época convulsa para los Estados Unidos, la primera mitad de los años sesenta. Son los años de las luchas por la igualdad racial, del asesinato de Kennedy y de los grandes líderes negros, del inicio de la revuelta juvenil que cuestiona el orden y los valores surgidos después de la II Guerra Mundial. Y los años también -1962- de la crisis de los misiles de Cuba. En una escena de A Complete Unknown -título, por cierto, tomado del texto de una de las canciones más reconocidas de Dylan, Like a Rolling Stone- el artista que representa Joan Báez sale desesperado a las calles del Village de Nueva York. Desde la televisión se advierte que al día siguiente por la mañana quizás los habitantes de la Costa Este habrán muerto a causa de los misiles soviéticos. Los pocos taxis que encuentra pasan a toda velocidad y las calles están vacías. Bueno, no del todo. En uno de los clubes del barrio, se escucha desde el sótano la voz de Bob Dylan cantando contra los señores de la guerra. 

 

Retorno al pasado 

Alguien, quizás para descalificarlo, argumentaba que la política exterior de Trump parece propia del siglo XIX. Una situación como la de 1962 ahora mismo no tiene sentido. Los misiles nucleares actuales tienen un alcance mundial y no es necesario colocarlos en el patio trasero del enemigo, sea Cuba o sea Ucrania, para que sean una amenaza real. Aún más, los expertos dicen que la ubicación más efectiva de los misiles nucleares es en submarinos que, en alta mar, son prácticamente indetectables, a diferencia de las bases terrestres convencionales.  

Por lo tanto, el expansionismo territorial de unos y otros tiene un trasfondo más simbólico que de poder real. Los Estados Unidos hace más de 200 años, intentaron incorporar las aún colonias británicas del actual Canadá. Los estados proteccionistas y de base industrial del norte no hacía mucho que se habían impuesto en la Guerra de Secesión a los de carácter agrario y esclavista del sur, más abiertos al comercio internacional. Solo dos años después de acabar la guerra, los Estados Unidos compraron Alaska a una Rusia que temía que la región acabara en manos de una Inglaterra contra la cual acababa de perder la guerra de Crimea. Y ya tenemos el círculo completo. 

 

El expansionismo territorial de unos y otros tiene un trasfondo más simbólico que de poder real

Para conseguir el control de las provincias británicas del Canadá, los Estados Unidos contaron con el apoyo francés, que ya les habían ayudado en la guerra por su independencia. Inglaterra era el enemigo a batir y unos pretendían controlar Norteamérica sin obstáculos y los otros -con Napoleón a la cabeza- hacer lo mismo con Europa. Los Estados Unidos no pudieron quedarse con el Canadá, pero lograron expulsar a los británicos de Norteamérica y ejercer una enorme influencia sobre el nuevo vecino del norte.  

Si en el caso norteamericano tenemos esta tendencia de retorno a la geopolítica del pasado, ¿qué no hemos de decir de la Rusia de Putin? No es solo el control del Mar Negro y el anhelo inmemorial de acceso a los mares cálidos -hasta ahora, el mar Báltico se helaba cada año en invierno. Es dotarse de un colchón de seguridad en términos de territorio propio o de estados fieles para mantener el núcleo del país a resguardo. Tal como hicieron con Napoleón y con Hitler. Ya hemos comentado la inutilidad de estas marcas -existentes desde los tiempos del imperio romano y desde Carlomagno- en caso de un conflicto nuclear, pero es evidente que en un conflicto convencional sí que sirven. De hecho, estos meses a menudo se ha comparado la invasión de Ucrania con la guerra de trincheras de la I Guerra Mundial. Otro retorno al pasado. 

La isla del tesoro

Un pueblo de Groenlandia | iStock
Un pueblo de Groenlandia | iStock

Ahora Trump pretende emular la compra de Alaska con la adquisición de Groenlandia. El inmediato descubrimiento de oro en el río Yukon hizo de la compra de Alaska un gran negocio para los Estados Unidos. Ahora, con más indicios de albergar tierras raras y otros materiales imprescindibles para las nuevas tecnologías, Trump pretende hacer lo mismo aprovechando el deshielo ártico en curso. No es una cuestión estrictamente militar, porque ahora ya tienen una base. Como a Rusia, a los Estados Unidos ya les va bien un aumento de la temperatura global porque pone en valor los dominios árticos: nuevas rutas comerciales, explotaciones mineras, nuevos asentamientos poblacionales... No resulta extraño, pues, que se nieguen a implementar medidas para limitar el calentamiento global. 

Por su parte, la diminuta Dinamarca, miembro fundador de la OTAN, parece que no se puede plantear ni siquiera una eventual defensa aérea de sus dominios en Groenlandia. Sus aviones militares, comprados a los Estados Unidos, están sometidos a un eventual bloqueo de funcionamiento en caso de que se empleen para intereses contrarios a los norteamericanos. Ahora llamarán a las mujeres al servicio militar obligatorio. No les servirá para defender Groenlandia, aunque sí podría servir para una eventual defensa pasiva en caso de invasión terrestre. 

Así de los aviones daneses es lo mismo que pasaba con tanto armamento europeo adquirido a los Estados Unidos. Para cederlo a Ucrania hacía falta el permiso explícito de los norteamericanos para poder ser operativo. Ahora, la eventual -y voluntariamente restringida- compra de armamento europeo a países terceros no podrá tener ninguna limitación operativa por parte del fabricante. Es una de las condiciones formuladas por Ursula von der Leyden que no ha recibido mucha atención de los medios de comunicación. 

Por cierto, el cobalto, uno de los minerales raros -que tantos conflictos origina en el Congo, donde hay el 70% de las reservas mundiales conocidas- ya no es necesario para construir las nuevas superbaterías de automóvil. Estas funcionan con litio, más abundante, tanto en Norteamérica como en los Andes. Ahora, de momento la patente es del gigante automovilístico chino BYD. Por lo tanto, esto de los minerales escasos y codiciados podría no ser tan permanente como el oro y revertirse o volverse irrelevante a medida que avance la tecnología. 

El kit de la comisaría 

El “gracioso” anuncio de la comisaría europea de Gestión de Crisis sobre el kit de supervivencia de tres días parece que ha conseguido, a pesar de las críticas y parodias generales, su principal objetivo: concienciar a muchos europeos de la necesidad de prepararse para una eventual catástrofe. Principalmente en forma de guerra convencional. Aunque sea a costa de aumentar el alarmismo y el descontento social.  

A pesar de los maquillajes discursivos, no es un anuncio que se haya preparado para después de la pandemia de la covid-19 ni tampoco nos recomiendan que acumulemos mascarillas quirúrgicas. Parece otro retorno a un pasado no tan lejano, cuando las masías remotas se preparaban para pasar el invierno con la despensa y la leñera bien llenas. Ahora con una radio, analógica, es claro. Solo hay que pensar el alboroto que provoca la caída de la red de internet. O una caída eléctrica. Las distorsiones para la vida cotidiana que genera un hecho aparentemente menor como este son considerables. Es una impresión subjetiva, no sé si compartida por la mayoría, pero la imagen de la comisaría belga sacando componentes del kit de su bolsa de mano tenía un aire de déjà-vu, de años sesenta.   

En cualquier caso, nos encontramos con otra regresión de la globalización. No podemos fiarnos casi nada de las cadenas de suministro de los demás, ni que estos sean amigos o socios tradicionales. La filosofía del just in time entra en crisis profunda. Contar que los suministros nos llegarán puntualmente y que no hay que almacenar casi nada -sean componentes industriales, medicamentos o alimentos- comienza a pasar a la historia. Los discursos de autosuficiencia energética, alimentaria, tecnológica o de tierras raras cobran nuevo protagonismo. Volvemos al pasado. 

La voluntad de influir en los votantes de los países occidentales también nos devuelve a los años 30 del siglo pasado

Y nos lo han repetido. Los conflictos actuales tienen un componente híbrido cada vez más relevante. Si en todas las guerras, la moral de la retaguardia es determinante, en las democracias modernas, condicionar el pensamiento de los ciudadanos aún es más relevante. Por eso, son los dictadores o los que tienen prácticas autocráticas los más propensos a iniciar conflictos, porque pueden prescindir más de la ciudadanía y de la opinión pública. La voluntad de influir en los votantes de los países occidentales también nos devuelve a los años 30 del siglo pasado, cuando la emergencia -a menudo a través de mecanismos democráticos- de líderes populistas y autoritarios facilitó la expansión del nazismo alemán. 

Por un rearme keynesiano 

¿Cómo financiará el rearme la UE? | iStock
¿Cómo financiará el rearme la UE? | iStock

Como ya avanzamos en estas mismas páginas, Europa intentará que el rearme actúe también como herramienta de política industrial y keynesiana. Evidentemente, esto comporta que la mayor parte del gasto se efectúe dentro de la misma Europa, siempre que la competitividad del producto final se mantenga. La flexibilización de las reglas de endeudamiento y el financiamiento europeo pretenden hacer más viable y más pasadera ante la opinión pública este nuevo gasto. El presidente español promete que no irá en detrimento del gasto social. La cuadratura del círculo. De momento, acaba de negarse a comprometer 1.500 millones de euros para resolver el problema de Rodalies en Cataluña 

Mientras tanto, el primer ministro laborista británico, Keir Starmer, ya ha anunciado la reducción de las ayudas sociales para financiar el rearme. Esperemos que sea una reducción lo suficientemente eficiente en un país donde los subsidios públicos han creado una nueva clase social de familias que viven de las subvenciones, condición que se hereda de padres a hijos.  

No es del todo como pagar a la gente para que haga agujeros en la tierra -porque las armas tampoco sirven para nada si no se utilizan, y más vale que no se hagan servir-, pero sí que tienen efectos tractores sobre el resto de la economía. Debería ser la vieja teoría -y práctica- keynesiana de elevadas inversiones públicas -aunque sea endeudándose- en sectores productivos que arrastren el resto de la actividad industrial y de suministros, rentas salariales al margen. Y también en términos de investigación básica y aplicada. Por eso, desde Catalunya, como de otros territorios de tradición industrial y tecnológica, debemos procurar que el nuevo flujo de recursos públicos no vaya a parar exclusivamente a las regiones españolas donde el franquismo reforzó la actividad armamentística: los territorios más alejados de la frontera francesa y europea -Galicia incluida- y Madrid, por supuesto. 

Todo dependerá de que el atolladero en que el abandono del amigo americano y el expansionismo del oso ruso nos han puesto se convierta en una oportunidad de futuro y de prosperidad

Cataluña, con una tradición metalúrgica y una intensa especialización en el sector del transporte, debe poder derivar con facilidad parte de su actividad hacia materiales de defensa. Lo mismo en cuanto a los proveedores del Airbus, único ejemplo plenamente exitoso de Europa de competitividad mundial a través de la colaboración entre proveedores de diferentes países. El carácter único del Airbus no debería impedir que fuera repetible. De ello dependerá que el atolladero en que el abandono del amigo americano y el expansionismo del oso ruso nos han puesto se convierta en una oportunidad de futuro y de prosperidad. Como lo ha sido para los Estados Unidos hasta ahora. Este será el verdadero kit de supervivencia de Europa.