La rodilla es una articulación formada por la parte alta de la pierna (tibia y peroné), la parte baja del muslo (fémur) y por la rótula. Como se trata de una articulación poco congruente, hay una especie de amortiguadores entre el fémur y la tibia que los adaptan: son los meniscos (interno y externo), que están adheridos a la tibia y adaptados al fémur. Todo ello está rodeado por fuera por un tejido que llamamos "cápsula" que sella la articulación. Por fuera, en ambos lados, está el ligamento lateral interno y el ligamento lateral externo. Situados en el centro de la rodilla hay dos ligamentos responsables de la estabilidad final: el ligamento cruzado anterior y el ligamento cruzado posterior. Finalmente, el interior de la rodilla está tapizado por cartílago, que es como el parquet de un piso.
Hay deportes, como por ejemplo el fútbol o el esquí, en que es fácil lesionarse la rodilla. Los deportes que coleccionan más lesiones de rodilla son aquellos donde hay cambios constantes de ritmo y de dirección o en los que se utilizan calzados especiales como botas con tacos o esquís. Las botas con tacos y los esquís son capaces de trabar la pierna del deportista, mientras se hace una torsión con carga forzada de la rodilla y provocar gran tensión en la rodilla. Si a todo esto le añadimos un cierto grado de flexión de la rodilla, obtenemos el mecanismo lesional que con más frecuencia lesiona la rodilla en estos deportes. A partir de aquí, pequeñas variaciones en la posición de la articulación y de la carga facilitarán que se rompan los meniscos, los ligamentos cruzados o los ligamentos laterales, solos o asociados.
Si un familiar, amigo o conocido nos cuenta que ha tenido un dolor repentino mientras jugaba al fútbol o esquiaba y nos cuenta que la rodilla ha "girado" sobre sí mismo o que ha tenido la sensación de que "se le iba", debemos sospechar una lesión importante. Si, además, tenemos la ocasión de ver que la rodilla está hinchado o que no se estira y flexiona con normalidad, lo mejor es recomendarle que se aplique hielo y que visite un médico de nuestra clínica. Sin duda, si la lesión es importante, este médico hará un diagnóstico con la exploración y pedirá una resonancia magnética que lo confirme.
Pero a veces no es suficiente con un buen médico, sino que éste debe tener conocimientos profundos de biomecánica deportiva y debe estar al tanto de una técnica que actualmente ya está consagrada y que es poco invasiva: la artroscopia.
La artroscopia es una técnica que aprovecha que la rodilla es una articulación cerrada y sellada herméticamente por la cápsula y los ligamentos laterales. Debido a este hecho, la rodilla puede hincharse de líquido estéril mediante un circuito cerrado de irrigación. De esta manera podemos reproducir en su interior un espacio líquido similar a una pecera.
Si a esta articulación llena de líquido introducimos un pequeño tubo conectado a una fuente de luz, que a su vez está conectada a una cámara de vídeo minúscula. Todo esto lo conectamos a un monitor para poder ver por dentro, en tiempo real, lo que le pasa a la rodilla. De esta manera el médico podrá saber si la rodilla de nuestro familiar, amigo o conocido tiene una lesión de menisco, de ligamentos o de cualquier otro tipo. Además de todo esto, el médico podrá reparar la mayoría de las lesiones intrarticulares de rodilla. Así, con pequeñas incisiones de más o menos un través de dedo, podremos abarcar la mayoría de las lesiones articulares del deportista.
Hay muchas técnicas y formas de proceder durante la artroscopia según el tipo de lesión, pero todas tienen un objetivo común: la máxima eficacia con la mínima agresión y una recuperación mejor y más rápida.