Siete millones de rosas. Catalunya se prepara para recibir el primer Sant Jordi laborable después de la pandemia con un ritmo frenético en cuanto a ventas. Ni la amenaza de lluvia ni el hecho de celebrar la fiesta un martes parece que detendrá a catalanes y catalanas a salir la calle y comprar casi una rosa por habitante de media. Este año, se estima que se regalen un 20% más que en 2023, según el Gremi de Majoristes de Mercabarna-flor. Sólo el 23 de abril supone un 30% del volumen de ventas del sector de las floristerías catalanas. También las editoriales y los libreros se frotan las manos: los puestos en las calles animan a la gente a adquirir más libros que nunca. Pero Sant Jordi es una jornada que va más allá de estos dos negocios.
"Es un día de salir a la calle, y esto siempre es bueno para el consumo. El impacto en estos dos sectores es obvio, pero el otro gran beneficiado es el sector de la restauración", apunta David Sánchez, presidente de Comertia. "Siempre que hay jornadas en la calle, la gente tiende a consumir, a comer, almorzar y merendar fuera", añade. Sólo hay que hacer un ejercicio de comprobación: es casi imposible encontrar un hueco para comer en los restaurantes con mejor valoración en barrios como Gràcia o l'Eixample, en Barcelona. La disponibilidad es casi nula desde hace días, a pesar de ser horario de mediodía. Muchos restaurantes ofrecen directamente mesa para cenar.
No hay prevista ninguna campaña de promoción entre los establecimientos próximos a las paradas con el fin de respetar al sector de la floristería y los libreros
Pero no sólo bares, cafeterías y restaurantes se llenan los bolsillos durante la fiesta. "También hay un beneficio para el sector de la moda y aquellos establecimientos situados en las arterias principales de las grandes ciudades como Barcelona, Manresa o Vic, por ejemplo, pero no de igual manera. Diríamos que moverían cifras similares a la de cualquier sábado de compras", subraya Sánchez. Es decir, los negocios de servicios próximos a los puestos de rosas y de libros acabando saliendo beneficiados de rebote. Aun así, no hay prevista ninguna campaña de rebajas ni de descuentos, tal y como sucede con otras fechas del calendario. "No hacemos ninguna promoción porque entendemos que este es un día importante para los sectores de la floristería y las librerías, y deben tener su jornada propia. Digamos que si una persona tiene 100 euros para gastarse, el dinero se tiene que destinar para libros y rosas", afirma el presidente de Comertia.
El turismo, fuera de juego
Pero no todo el sector de los servicios sale beneficiado: los hoteles, por ejemplo, no notan esta jornada. Tanto el Gremi d'Hotels de Barcelona como la Oficina de Turisme de Catalunya aseguran no tener un impacto extraordinario en cuanto a número de reservas. El dato confirma lo que ya sabíamos: Sant Jordi continúa siendo una fiesta tradicional catalana y que todavía no traspasa las fronteras. "Es un día importante porque impacta, a la gente le gusta cuando pasea, ve cómo están las calles y cómo se regalan rosas y libros. Creo que se tiene que hacer promoción para atraer, como hacen otras culturas y poblaciones con sus festividades. Tenemos que hacer un trabajo de comunicación y de integración para que los que vengan de fuera disfruten, se sientan parte y si después lo quieren replicar allá de donde sean, que lo hagan", explica Sánchez.
Este hecho abre un viejo debate entre la población catalana. ¿Debería ser Sant Jordi festivo? Estamos hablando de la jornada más señalada del calendario cultural del territorio, junto con la Diada de Catalunya. Es una pregunta complicada y que no cuenta con unanimidad en el mundo del comercio. "Evidentemente, se notaría. Cuando Sant Jordi cae en sábado hay más disponibilidad porque la gente tiene todo el día. Por lo tanto, hay más tráfico y es más disperso", argumenta Sánchez. Pero desde el punto de vista del presidente de Comertia, hay derivadas que pesan más, como es el caso de la meteorología. "Si el tiempo no respeta, impacta más que si el día coincide en festivo o laborable. Quizás cualquier otra persona te diría lo contrario, pero yo pienso que entre la parte económica y la sentimental, tiene que pesar más la segunda en fechas como Sant Jordi", asevera.
2024, el último Sant Jordi con rosas catalanas
A pesar de que el sector de la floristería factura más que nunca, no todo son buenas noticias. Cada vez hay menos rosas catalanas el día de Sant Jordi. Para este 2024, está previsto que sólo un 2% de las siete millones de flores que se venderán se produzcan en el Estado español. Colombia lidera el ranking con el 63% del total, y Países Bajos (20%) y el Ecuador (15%) cierran las tres primeras posiciones. Normalmente, este último país es el principal proveedor, pero este año ha frenado en seco su producción debido a varias incidencias climatológicas. Su precio subió, y por lo tanto los floristas catalanes tuvieron que buscar en el país vecino.
Según Miquel Batlle, presidente del Gremi de Majoristes de Mercabarna-flor, el de este año será el último Sant Jordi con rosas catalanas. "Actualmente, no es rentable producir el volumen de rosas que pide Sant Jordi. Se necesitan unas infraestructuras muy bien montadas y esto vale mucho dinero", lamenta Batlle. Aun así, el dirigente tiene muy claro que hay el "terreno para cultivar, pero no hay gente que lo haga". Tampoco la sequía es un factor que influya en este caso. De hecho, según explicó el florista Eduard Maynegra a la ACN, a veces "las rosas tienen enfermedades por exceso de agua" y, de hecho, las de este año "son de muy buena calidad".
Entre 96 y 485 euros, el precio de alquiler de un espacio para montar un puesto este 2024 en Barcelona
Tampoco es el mejor Sant Jordi para el sector de los libros. Barcelona se convierte cada 23 de abril en la capital mundial de la literatura, no sólo por la cantidad de obras que se venden al aire libre, sino por la presencia de algunos de los mejores autores del mundo, que aprovechan la cita para firmar sus trabajos a pie de calle. Otros negocios optan para montar su puesto y vender in situ sus productos. Sin embargo, este año la cosa ha cambiado en la ciudad condal. La Cambra del Llibre anunció que este 2024 habría tarifas de entre 96 y 485 euros, que variarían en función de la medida de cada parada.
El motivo tiene que ver con la densidad de establecimientos. "El espacio urbano que se ocupa es muy extenso, hace falta una aportación importante por parte de las administraciones y otra por parte de la Cambra del Libre", expone Éric del Arco, presidente del Gremi de Llibreters. En este sentido, el Govern se hará cargo de 200.000 euros y el Ayuntamiento de Barcelona de 30.000 euros. Está previsto que la aportación con la nueva cuota llegue a los 45.000 euros como máximo, es decir, un 17% del coste total. "En la feria del libro de Madrid, el coste por cada puesto se encuentra entre los 2.000 y 3.000 euros", recuerda Del Arco. Eso sí, la cita dura tres semanas y no se trata de una jornada única, como es el caso de Barcelona.