Anna y Helena acaban de abrir su peluquería. Han seguido el camino de muchas pequeñas empresas de nueva creación: dos profesionales deciden instalarse por su cuenta y se convierten en una pyme. Independizarse era un proyecto anhelado de hace tiempo, pero han sido las circunstancias las que las han empujado a iniciarlo. La empresa en la que trabajaban, una pequeña cadena con algún centro propio y algunas franquicias, después de unos meses de pagarlos con retraso, ha decidido cerrar sin ningún aviso a finales de mes. Les han dejado la mensualidad pendiente y, quizá en un año y medio, recuperarán el 80% a través del FOGASA.
Trabajaban en la calle principal de una populosa ciudad de tradición industrial del Vallès. Nuestras protagonistas están convencidas de que no se trataba de un problema de mercado o ubicación, sino que la peluquería, y la cadena, estaba mal organizada. De hecho, la tendencia creciente de establecimientos dedicados al cuidado personal en el sentido más amplio parece ir más allá de una moda pasajera. Ha superado sin problemas la práctica femenina de dejarse el pelo sin teñir a raíz de la pandemia y realizan todo tipo de tratamientos de belleza más allá de la peluquería estricta.
La nueva peluquería está en un barrio cercano al centro de la misma ciudad que ya conocen. De hecho, han logrado captar algunas clientes de la antigua empresa a pesar del cambio de ubicación. Están cerca de un ambulatorio y de una escuela, con lo que confían en que tendrán suficiente público potencial. Ya han realizado alguna campaña de promoción con hojas volantes a las puertas de ambos centros. Sin embargo, en el mismo local ya había habido una peluquería y en el lado mismo hay otra. La ubicación no lo es todo a la hora de determinar el éxito de un proyecto como el suyo. Deberán evitar los errores (¿cuáles?) que llevaron a cerrar el negocio anterior y deberán superar la competencia del establecimiento vecino.
Sin formación empresarial
Anna y Helena son peluqueras y conocen bien el oficio y la atención al cliente. Sin embargo, no tienen ninguna formación empresarial ni el tema les atrae demasiado. Con los pocos ahorros de una y la capitalización del paro de ambas han logrado los recursos para abrir el negocio. Desde el Servicio de Ocupación de Catalunya (SOC) las pautaron un poco y les obligaron a presentar un plan de negocio. Lástima que no les proporcionaran también una mínima formación empresarial. Ahora están en manos de una gestora -ya es la segunda- que pone en orden las cuestiones fiscales. Están obcecadas por pagar a todo el mundo inmediatamente -proveedores, alquiler...-, aunque sea a costa de sus propias retribuciones. El tema del IVA todavía lo tienen poco interiorizado a la hora de hacer números y en las campañas de promoción quizás no han escogido los días más adecuados. La actividad se resiente durante la semana previa al cobro de pensiones y nóminas. Y los primeros días de la semana tampoco tienen mucha demanda.
Veremos si la dedicación y el saber hacer son suficientes para sacar adelante el negocio y superar estas carencias de gestión. Y que todo vaya bien para que las tradicionales disputas entre socios de un negocio no lleguen demasiado pronto. El SOC, con el resto de dinero de la prestación por desempleo, se responsabiliza de pagar directamente la cuota de autónomos que corresponde a las dos. Una cuota bastante pequeña durante los primeros años para las empresas de nueva creación, pero así entran sin darse cuenta en el camino de la regularidad fiscal. Una regularidad, por cierto, que falló a una de las emprendedoras. Se encontró que durante seis meses la empresa anterior donde había trabajado no la había dado de alta en la seguridad social y, por tanto, no tenía una prestación por desempleo -y ahora, una capacidad de inversión en el nuevo negocio- del volumen que se esperaba.
La capitalización del subsidio de desempleo es una buena herramienta para reconvertir trabajadores expulsados del mercado de trabajo en autónomos o micropymes
El sistema de capitalización del subsidio de desempleo, que lleva más de treinta años funcionando, se ha demostrado una buena herramienta para reconvertir a parte de los trabajadores expulsados del mercado de trabajo en trabajadores autónomos o micropymes. Las facilidades fiscales y en la seguridad social parecen adecuadas para favorecer el nacimiento de estas pequeñas experiencias empresariales. En total, el proceso de poner en marcha la empresa les costó más de dos meses y medio. El ayuntamiento les dejó empezar con una declaración jurada que después vendrán a comprobar. Sin embargo, un error administrativo a la hora de presentar los papeles en el SOC no se les comunicó de inmediato y retrasó todo el proceso un mes. Hemos avanzado, pero todavía nos falta mejorar en la agilidad y eficacia de los procesos de creación de empresas. Y mientras, las chicas, pagando el alquiler de un local, que tardaron 40 días en empezar a explotar.
La tradición emprendedora de profesionales de todo tipo es lo que ha marcado la tradicional abundancia de pymes en la economía catalana: el anhelo de conseguir mayores ingresos -nuestras protagonistas sólo cobraban el equivalente al salario mínimo interprofesional, como establecía el convenio del sector- pero, sobre todo, la tradición libertaria del país, en su sentido más amplio. La voluntad de no ser mandados, especialmente cuando se considera que tus jefes no son suficientemente competentes.
Modelo alemán
Las organizaciones del sector siempre se reflejan en el modelo alemán de pequeñas y medianas empresas, como referente a lo que aspirar. Se quejan, con razón, de que salvo en el caso de las microempresas de nueva creación, la legislación actúa con muy pocas diferencias con las pymes que entre las grandes. Se exclama, además de que las grandes corporaciones acaban pagando mucho menos impuestos, sobre todo de sociedades, gracias a la multitud de mecanismos de desgravación a las que ellas no pueden acceder, sobre todo en I+D+i. Esto sin hablar de las grandes multinacionales que utilizan las técnicas multilocalización como herramienta para reducir la factura fiscal. Quisieran, también, que los beneficios reinvertidos, dado que tienen muchas más dificultades en la financiación externa que las grandes corporaciones, tuvieran un trato fiscal más favorable. Todo esto es cierto y razonable, y se explica por la poca sensibilidad que desde España se tiene por un fenómeno -el de las pymes- que les es mayoritariamente raro.
En Alemania existe una gran densidad de pymes muy competitivas. Sin embargo, hay diferencias notables. Las pymes alemanas son mayores que las nuestras. Y, sobre todo, predominan en el sector industrial, donde tienen una marca propia que las acredita como tales (GmbH). Por eso mismo, están mucho más integradas y colaboran mucho más entre sí. Ésta es precisamente una de las críticas generalizadas a nuestro sistema de pequeñas y medianas empresas. Todo el mundo ve en el vecino más a un competidor que a un posible socio. Los procesos de integración son escasos por lo que “más vale ser cabeza de sardina que cola de merluza”.
La mayoría de las pymes tiene problemas de relieve generacional, especialmente si los hijos han visto el sacrificio de los padres
La mayoría de las pymes tiene problemas de relevo generacional, especialmente si los hijos han estudiado y han visto como los padres se han sacrificado -a veces hasta la autoexplotación- y no quieren seguir el mismo camino. Por eso hoy, buena parte de los nuevos servicios personales comercio alimentario y de compra cotidiana, bares restaurantes...- han pasado a manos de la inmigración extracomunitaria, esta sí decidida a hacer los sacrificios necesarios para salir adelante y, por tanto, protagonistas de muchas de las pymes de nueva creación.
Las pymes emergentes
No podríamos dejar pasar esta panorámica general sobre las pymes en nuestro país sin hablar de las startups o empresas emergentes. En realidad, al principio casi siempre se trata de empresas pequeñas y medianas, pero la dinámica de su negocio ha favorecido que se las trate con una denominación específica y en inglés, que siempre parece más novedosa y da más prestigio. A diferencia de Alemania, donde son mucho menos amantes del riesgo, en nuestro país han florecido todo tipo de empresas emergentes que habitualmente se caracterizan por ofrecer servicios -otra vez- nuevos a una demanda potencial que habrá que ver si acabará concretándose y hacer el negocio viable. El atractivo de Barcelona para gente joven de todo el mundo y la potencia de las escuelas empresariales de la ciudad también han ayudado a que muchas de estas empresas emergentes sean iniciativas de extranjeros. Sin embargo, al igual que ocurre con las pymes tradicionales, el afán de continuidad es muy reducido, mucho más aún. En la mayor parte de casos, se trata de inflar al máximo el volumen de actividad -aunque sea perdiendo dinero y financiando las pérdidas con aportaciones de capital externas-, conseguir el máximo de clientes y vender la empresa por un buen pico a otra foránea, sea una competidora extranjera que todavía quiere aumentar más de volumen o alguna empresa que quiere ofrecer un servicio que hasta ahora no prestaba y que considera que es una oferta de futuro similar o del mismo ramo.
Tanto las pymes tradicionales, como las empresas emergentes tienen en Catalunya una limitada vocación de continuidad y toda la estructura productiva del país se resiente de una insuficiencia de empresas grandes y multinacionales.
Muy probablemente la pyme peluquera de nuestras protagonistas nunca llegará a convertirse en ninguna gran empresa importante en su ramo. La complejidad de la gestión empresarial está muy lejos por ahora de las preocupaciones y los intereses de Anna y Helena. Más bien piensan sólo en ver como aguantan el primer año y consolidan a una clientela suficientemente fiel que les permita ganarse la vida de forma razonable. Es un objetivo suficiente ambicioso para ellas y debemos desearles toda la suerte y el acierto del mundo. Sin embargo, nuestra economía y nuestra prosperidad necesitan otro tipo de pymes, con otra ambición que nos lleve a una estructura empresarial más competitiva.