A raíz de algunas conversaciones que he mantenido con varios profesionales del turismo en Catalunya entiendo que, en general, la temporada de verano de este año ha ido bastante bien. Esto es bueno y necesario. El turismo representa una buena parte de nuestra economía y muchas familias del país dependen de este sector. Ahora bien, el director de un hotel de la costa, al preguntarle si mantendría su negocio abierto en invierno, me comentó que, a pesar de la fuerte inversión que había hecho en reformas (estamos hablando de un cuatro estrellas superior) y la continuidad del buen tiempo, no abriría en invierno porque todos los establecimientos de su entorno más cercano también cerrarían y, por lo tanto, sería difícil ofrecer un buen servicio a los clientes.
Esto me hizo pensar que Catalunya tiene una gran cantidad de infraestructuras, muchas de alto nivel, que quedan sin uso o bien un uso muy reducido durante la temporada baja, es decir, casi durando medio año. Si nos fijamos en los aeropuertos, por ejemplo, según datos del Idescat, de los cuatro internacionales que tenemos en Catalunya, el de Girona pasa de tener un máximo de 280.000 pasajeros por mes, durante el verano, a solo tener 14.000 al mes durante el invierno. El caso del aeropuerto de Reus todavía es más exagerado, al oscilar de unos 175.000 a solo unos 400 pasajeros. Por su parte, el aeropuerto de Lleida-Alguaire mengua de unos 2.900 a unos 1.900 clientes cuando, de hecho, durante los meses con más actividad del año 2019 tenía más de 11.000. Por lo tanto, el aeropuerto del Prat es el único que mantiene un nivel de actividad importante durante todo el año en el país.
Catalunya tiene una gran cantidad de infraestructuras, muchas de alto nivel, que quedan sin uso o bien un uso muy reducido durante la temporada baja
Del mismo modo, si analizamos los datos que afectan los hoteles de Catalunya veremos un fenómeno similar. En los últimos 20 años hemos pasado de tener 245.000 plazas hoteleras a disponer de unas 320.000. En verano, la media de ocupación hotelera es de cerca del 80%, mientras que durante los meses de invierno estamos apenas por encima del 50% de media -y esto incluye el turismo de esquí. Esto querría decir que Catalunya tiene el equivalente a la mitad de los hoteles del país cerrados durante casi seis meses. No es positivo para nuestra nación mantener estas infraestructuras improductivas durante tanto de tiempo. Especialmente, si tenemos en cuenta tres factores que ya están teniendo un impacto relevante en la industria del turismo mundial: la subida general de las temperaturas, la irrupción del teletrabajo poscovid y el aumento general de la esperanza de vida.
Últimamente, en la zona mediterránea, estamos sufriendo unas sequías que no se habían visto hace tiempo, así como unas alzas de las temperaturas que pueden hacer repensarse a los turistas volver otro año de vacaciones a nuestro país. Aun así, este proceso de calentamiento nos ofrece también una buena solución, dado que va asociado a unas mejores temperaturas durante el otoño y también durante el invierno y la primavera. Por este motivo, habría que repensar maneras de reequilibrar el flujo del turismo en Catalunya para hacerlo permanente durante todo el año, al mismo tiempo que implementamos medidas para volverlo más sostenible, es decir, con un consumo más repartido del agua y otros recursos necesarios. En resumen, empezar a pensar soluciones para hacer frente a un flujo turístico que puede menguar durante los meses de verano, debido a la sequía y el calor intenso, pero que también puede crecer durante el resto del año, si sabemos gestionar bien la nueva situación.
Habría que repensar maneras de reequilibrar el flujo del turismo en Catalunya para hacerlo permanente durante todo el año
El segundo factor relacionado con el escenario mundial que nos descubrió la gestión del asunto del Covid. Durante los periodos de confinamiento, mucha gente tuvo que teletrabajar. Esta práctica, ya consolidada en muchos países europeos, está permitiendo que cada vez más, centro y norte-europeos prefieran pasar parte del invierno en lugares más cálidos. Estas personas buscan destinos con un invierno suave y que ofrezcan precios razonables, con una franja de luz diurna similar a la del horario laboral de su país y, sobre todo, que estén muy conectadas en materia de transportes. Catalunya, con un mejor aprovechamiento de sus infraestructuras, reuniría todas estas condiciones.
El último factor es el alargamiento de la esperanza de vida. Este fenómeno ha incrementado notablemente la cantidad de jubilados existentes en el mundo y también en los países del centro y norte de Europa, con un poder adquisitivo medio-alto que podría considerar la posibilidad de pasar largas estancias en Catalunya en temporada media o baja. Además, este nuevo turismo potencial se podría ver favorecido por la ampliación prevista de rutas de trenes, incluyendo los nocturnos, que conectarán Catalunya con otros lugares de Europa.
Pero para poder aprovechar estas y otras buenas oportunidades, hay que hacer los deberes. La Agència de Turisme de Catalunya hace un trabajo excelente con los medios de que dispone. Estoy convencido de que su plan estratégico de cara al año próximo tendrá en cuenta los factores que aquí hemos comentado. Aun así, no puede hacerlo sola, del mismo modo que el sector de la hostelería no puede implementar estos cambios de manera aislada. Hace falta que las instituciones públicas y las privadas trabajen juntas, incluyendo los ayuntamientos, los consejos comarcales y las cámaras de comercio. Hay que afinar nuestras estructuras, hacerlas más atractivas para aprovechar la oportunidad de negocio que ofrecen los cambios comentados y, al mismo tiempo, alargar el tiempo de explotación del sector, haciéndolo más sostenible y respetuoso con el medio ambiente.
Una estrategia de turismo más equilibrada y constante a lo largo del año nos permitiría incrementar las conexiones con otras megaregiones económicas
Esta estrategia también tendría otro impacto importante que no podemos despreciar. Tal como dice el profesor estadounidense Richard Florida cuando nos habla de las megaregiones económicas del mundo, de la cual Catalunya-Occitania sería la undécima en importancia, solo las que aprendan a interconectarse internamente y externamente tendrán posibilidades de consolidarse y crecer. Así, una estrategia de turismo más equilibrada y constante a lo largo del año nos permitiría incrementar las conexiones con otras megaregiones económicas y hacerlo desde diferentes puntos del territorio, mejorando la competitividad económica de todo el país. En definitiva, ahora que se ha acabado la temporada de verano, haremos bien de priorizar esta oportunidad de adaptarnos a una nueva realidad mediante un mejor uso de unas infraestructuras que muchos países desearían tener y que no nos podemos permitir el lujo de infrautilizar.