El Ebro, el Iber, el río que daba nombre a todo un país es un río que conecta norte con sur en una amplia zona de 85.534 Km2, un río que se alimenta de tierras normalmente húmedas, de altas montañas, de tierras semidesérticas y, finalmente, se vierte al mar por tierras mediterráneas. Las cuales, de vez en cuando, pero a menudo, le regalan unas lluvias extraordinarias, tanto extraordinarias como irregulares. En general, lo podemos definir como un río de curso irregular pero caudaloso.
El río acaba en el delta de su mismo nombre. Un delta en riesgo de hundimiento por dinámicas de la geología, por falta de sedimentos que lo alimenten y por un cambio climático que incrementa día a día el nivel del mar.
De tanto en tanto el Ebro sufre sequías en su cuenca y los caudales se resienten, pero no a menudo, dado la amplitud y diversidad de su cuenca. Sin embargo, muchas veces su caudal es muy abundante. Ahora estamos en esta situación. No hay que hablar de hectómetros cúbicos, estos figuran en las estadísticas de la Confederación hidrográfica del Ebro, solamente hay que verlo para saber que baja mucha agua, muchísima más del caudal ecológico.
En el mismo momento que el Ebro lanza al mar riadas de agua, a pocos kilómetros de allí se encuentra la mayor sequía conocida. Una falta de agua que seca naturaleza, agricultura y cultura. ¿Cuál es la barrera que impide llevar agua donde hace mucha falta? Se dice que la causa que bloquea el agua es la supervivencia del delta, el cual necesita los sedimentos para resistir. Un argumento difícil de sostener cuando sabemos que las aguas antes de trasvasarse pueden filtrarse. Al margen de que la principal causa de falta de sedimentos son los pantanos, imprescindibles para regular y gestionar el agua del río.
Mientras el Ebro lanza al mar abundantes riadas de agua, a pocos kilómetros de allí se encuentra la mayor sequía conocida
No, la causa principal es la insolidaridad territorial. Palabra de la que nadie se hará propietario y ningún gobierno se atreverá a referirse a ella. Sin embargo, un mundo que funciona y tiene futuro es un mundo solidario. A mí me cuesta imaginar otro mundo si tengo que imaginar un futuro para todos.
Hablemos de compensaciones. Exijamos reciprocidad. Incorporemos criterios de seguridad que eviten cualquier abuso de la gran ciudad sedienta. Hagámoslo como queramos o podamos, pero no hay excusas, hagámoslo.
Los periodos de caudales muy por encima de las necesidades ecológicas pueden resolver situaciones graves de sequía, evitar consumos energéticos de aguas desaladas y recargar acuíferos, el otro gran embalse que estamos vaciando.