
Hacía más de veinte años que no había vuelto a Mallorca, desde que fuimos unos veranos con mis hijas aún pequeñas. Nos alojábamos en casas particulares, que conseguíamos a través de un arquitecto, que hacía de intermediario. El primer año, sin embargo, fue un amigo quien nos puso en contacto con los propietarios. Con el dinero del alquiler, aquel verano se iban a dar la vuelta a Mallorca en barco. Todo esto, pues, antes de las plataformas y siempre en términos informales. Prácticamente todo el mundo, quiero decir, se ha beneficiado de una forma u otra del turismo en las Islas Baleares.
Miquel Barceló defendiendo Sa Dragonera

Las noticias sobre la saturación de la isla nos habían hecho desistir de volver en temporada alta, como en tantas otras destinos en que solo puedes disfrutar de una cierta tranquilidad fuera del verano, o más allá y todo. Así que ahora que hemos tenido la oportunidad, hemos estado la segunda quincena de febrero. Cuando íbamos en los veranos, ya tuve la sensación de que aunque hubiera zonas muy destrozadas, aún quedaban muchas otras vírgenes o poco ocupadas.
De hecho, Mallorca ha sido desde hace décadas la pionera en las reivindicaciones ciudadanas para salvar de la ocupación urbanística y la sobreexplotación turística amplias zonas de la costa. Una de las acciones más emblemáticas fue la defensa del islote de Sa Dragonera, frente a Andratx, con una ocupación de semanas durante 1977. Un grupo catalán precisamente, Pamesa, vinculado a la propiedad de Codorniu, quería hacer allí una urbanización de lujo.
Una de las acciones más emblemáticas fue la defensa del islote de Sa Dragonera, frente a Andratx, con una ocupación de semanas durante 1977
Entre los ocupantes de Sa Dragonera había un joven Miquel Barceló. El pintor explica que fue una experiencia iniciática. Una vez se fue todo el mundo, él se quedó dos semanas más, vigilado expresamente por un guardia civil. Después decidió que quería dedicarse a pintar y se fue a Barcelona para iniciar lo que sería una brillante trayectoria artística.
De luchas y reivindicaciones de estas hubo muchas durante aquellos años de transición política. Una de las últimas fue la del gran arenal de Es Trenc, al sureste, cerca de la gran concentración hotelera de S’Arenal. También la Albufera de Alcúdia consiguió así no verse completamente urbanizada y tantos otros rincones de la costa, algunos con las calles ya trazadas o con algunas pocas construcciones ya levantadas.
Todas estas zonas liberadas de la urbanización han ido transformándose en parques naturales, formalmente protegidos y ahora al alcance solo de los senderistas. La misma Serra de Tramuntana se convirtió en 2011 en Patrimonio Mundial por la Unesco como Paisaje Cultural.
Grandes empresas turísticas y, también, corrupción
Y es que hay que recordar que en 1997 se abrió el túnel de la carretera de Sóller, que puso aún más al alcance la principal población de la Serra de Tramuntana. Como tantas otras poblaciones, situadas más o menos en el interior para protegerse de los piratas que durante dos siglos asolaron la isla, el antiguo puerto de pescadores se ha convertido en el centro turístico que ha concentrado la urbanización y la actividad turística. Los respectivos núcleos antiguos han quedado bastante al margen. En el caso de Sóller la urbanización se empina por las laderas de los cerros que rodean el puerto, seguramente uno de los últimos ejemplos de urbanismo intensivo en toda la isla.
El túnel era de peaje. Ya hace años que no. Los escándalos financieros derivados de su construcción se llevaron por delante la carrera del entonces presidente balear, Gabriel Cañellas. Otro presidente, Jaume Matas, y una presidenta destacada del Consejo de Mallorca, Maria Antònia Munar, fueron condenados por corrupción. Y es que el dinero fácil asociado a la construcción y al turismo genera a menudo comisiones y sobornos en que unos, generalmente empresarios, corrompen y los otros, políticos, se dejan comprar.
Vale decir, sin embargo, que el negocio turístico mallorquín también ha generado, a diferencia de Cataluña, importantes grupos hoteleros y turísticos que se han internacionalizado no solo en destinos de sol y playa, sino también urbanos, en Europa y en Estados Unidos. Aparte de los grandes grupos -Meliá, Barceló, Riu, Iberostar...- muchos otros grupos menores han surgido con un planteamiento y una ambición similar. Precisamente, los límites físicos que ofrecía el negocio turístico en la isla los incentivaron a dar el salto a la península y después al extranjero.
Rehabilitación y mejora en vez de nueva construcción
Como en todas las zonas de sol y playa, en Mallorca se aprovechan los meses de invierno para poner al día o reformar si hacen falta establecimientos, negocios y residencias. Pero lo que me sorprendió más de este viaje fue la casi absoluta falta de grúas, es decir, de nueva construcción. Apenas alguna en Palma. Esto implica un verdadero límite, seguramente condicionado por la planificación urbanística, al crecimiento inmobiliario.
Como en todas las zonas de sol y playa, en Mallorca se aprovechan los meses de invierno para poner al día o reformar si hacen falta establecimientos, negocios y residencias
En el ámbito estrictamente hotelero, en 2020 se estableció que se podía ampliar hasta un 15% la superficie de los hoteles existentes para mejorar su calidad, pero no se podían generar nuevas plazas. En Palma también se han implantado diversas figuras para frenar el crecimiento de nuevos establecimientos hoteleros. De hecho, el gran reto es modernizar la oferta ya existente -a menudo bastante obsoleta- en vez de crear nuevas. El debate sobre el levantamiento de la moratoria hotelera está ahora en manos del gobierno conservador de las Baleares.
Hay que recordar que después de Cataluña, las Baleares han sido la única comunidad autónoma que ha creado la tasa turística sobre las estancias de los visitantes. Un impuesto generalizado en Europa y en muchos lugares de Norteamérica y que en el Estado español aún es muy poco implantado. Hubo un primer intento pionero que una vez los conservadores retomaron el control del gobierno de las Baleares, retiraron. Pero ahora que han vuelto a gobernar, nadie ha cuestionado la tasa.
Límites a cruceros y a vehículos

Es más, Palma fue pionera en restringir el acceso de cruceros al puerto. Las autoridades pactaron con las compañías que solo podrían atracar dos el mismo día. Un día que fuimos a Palma, una dependienta nueva comentaba que si en pleno mes de febrero el núcleo antiguo, y el mismo establecimiento, estaban así de llenos, ¿qué pasaría en agosto? Otro camarero más experimentado le advirtió que había un crucero en el puerto, un monstruo gigante visto de lejos, que había inundado de italianos el núcleo antiguo de la ciudad. Este es el problema de los cruceros: mucha gente de golpe -a menudo en grupos, que generan más impacto- visitando en pocas horas los principales y más próximos atractivos turísticos del lugar. Las colas para entrar a la catedral, con visita de pago, eran considerables.
Otra limitación turística impulsada por un Consejo de Mallorca con mayoría conservadora se refiere a los vehículos que circulan por la isla en temporada alta. Se prevé que el verano de 2026 se limiten los actuales 325.000 coches que llegan por los puertos de la isla y también se frene el crecimiento de los 75.000 vehículos de alquiler existentes. Formentera, con un gobierno local tradicionalmente conservador, ya tiene implantado este límite y no puedes llevar, como antes, el vehículo en ferry. En las otras islas también lo están discutiendo. A pesar de que vimos muchos y nuevos autobuses que conectaban diferentes poblaciones de la isla, los mallorquines se mueven arriba y abajo siempre en coche. En medio de la crítica generalizada, alguno ha dicho que los mallorquines no cojan tanto su coche.
Dependencia energética
Otro elemento que en el paisaje mallorquín brilla por su ausencia son los molinos. Bien, de molinos tradicionales quedan unos cuantos, la mayoría restaurados. Lo que no hay son aerogeneradores. No hemos visto ni uno. Y pocas placas solares en los tejados. De las dos centrales térmicas cerca de Alcúdia, una cerró en los años 80 y la otra solo funciona la mitad de su capacidad. Hay otra más moderna y de ciclo combinado cerca de Palma. La mayoría de la electricidad consumida viene, desde 2011, con un cable, desde la península. Ahora proyectan otro que entrará por Alcúdia. El agua la beben de las desaladoras. No parece que esta dependencia energética y el recurso al agua de mar desalada amoine mucho a nadie.
Viviendas y negocios en manos de extranjeros
Un elemento derivado del turismo, aunque formalmente no se considere como tal, es el gran número de extranjeros que se instalan a vivir, muchos de forma permanente, en la isla. De hecho, gran parte de los comercios en zonas turísticas son en manos extranjeras, con camareros o dependientes del mismo país de origen. No se trata de chinos o pakistaníes, como aquí, sino de alemanes o italianos, estos últimos muchos que provienen del sur. No hace falta decir el impacto que tienen no solo en términos lingüísticos, sino de productos ofrecidos. Hacía tiempo que no había visto tantas pizzerías juntas, sinónimo de comida relativamente económica y del gusto de todos.
Gran parte de los comercios en zonas turísticas son en manos extranjeras, con camareros o dependientes del mismo país de origen
El impacto, sin embargo, no acaba aquí. Muchas familias alemanas y británicas eligen la isla para quedarse a vivir, aunque no se dediquen al negocio turístico. Muchos lo hacen en pueblos del interior. Unos pocos, en fincas -posesiones, les dicen allí- aisladas, por las cuales, según los anuncios de las inmobiliarias, pueden pedir fácilmente cinco o ocho millones de euros. Dicen que los alemanes ni se integran ni molestan a diferencia de los británicos. Todos los comercios autóctonos que quedan chapurreaban bastante inglés para que ni siquiera se tomaran la molestia no ya de aprender mallorquín, sino español tampoco.
Evidentemente, aunque en muchos casos se revitalizan en términos de población núcleos del interior o se recuperan fincas medio abandonadas, la presión sobre el mercado de la vivienda es muy elevada. Dicen que ya hay empresarios que compran antiguos inmuebles y hoteles obsoletos para adaptarlos para alojar a sus trabajadores de temporada.
El futuro a 40º

Todos los territorios tienen límites, aunque a veces nos olvidamos. Pero en una isla los límites físicos son mucho más evidentes. Seguro que esto ayuda a que desde posiciones incluso conservadoras, se vaya asumiendo que hay que limitar la afluencia de turistas, al menos en temporada alta.
En Mallorca, los más ecologistas están preocupados por cuándo, de aquí a pocos años, en verano las temperaturas superen a menudo los 40 grados. Este mes de febrero, sin embargo, el nivel de actividad parecía bastante elevado y en las zonas de playa muchos establecimientos estaban abiertos o comenzaban a abrir. Ciclistas -sobre todo alemanes- y senderistas también extranjeros, proliferaban por todas partes.
Antes se decía que la desestacionalización ayudaría a rebajar la presión durante la temporada alta, pero más bien parece llevar a generalizar la afluencia turística durante todo el año. En Mallorca y en todas partes. Quizás los mallorquines tendrán que esperar a la generalización de los 40 grados durante el verano. Pero, vaya, viendo la promoción turística que hacen países tan cálidos como los del Golfo Pérsico, igual acabarán teniendo los mismos o más turistas también bajo las tórridas temperaturas que parece que nos esperan pronto.