En los últimos meses se está volviendo a hablar del déficit fiscal, un tema que estamos debatiendo desde hace décadas. Si hacemos memoria, Ramon Trias Fargas, que fue consejero de economía de la Generalitat a principios de los años ochenta, ya habló en su libro Narración de una asfixia premeditada (1985). Y más recientemente, en el 2012, el presidente Mas hizo una propuesta al presidente Rajoy para mejorar este tema, pero la respuesta fue negativa. Ahora, con motivo de los equilibrios en el Congreso de Diputados, el debate vuelve a estar sobre la mesa y ayer el gobierno español se comprometió a volver a publicar los datos de balanzas fiscales que permiten conocer el nivel de déficit. Otra muestra de la oportunidad del tema es que Economistes pel Benestar acaban de publicar el informe para mejorar el déficit fiscal que ya ha sido subscrito por varios colegios profesionales e instituciones catalanas.
El déficit fiscal es la diferencia entre lo que aportan los habitantes de un territorio al Estado, en concepto de impuestos, y el gasto que este territorio recibe por parte del Estado. De acuerdo con los últimos datos de la Generalitat, el déficit anual es de 21.982 millones de euros. Este déficit es relevante por mucho motivos. En primer lugar, porque tiene que ver con el nivel de bienestar de las personas y este, no lo olvidemos, es el objetivo final de la economía y de los gobiernos. El concepto de bienestar está relacionado con la salud física y mental de las personas, con la satisfacción laboral, con la posibilidad de poder vivir la vida que queremos. Y de esto depende mucho la calidad de la enseñanza, el sistema de salud, vivienda, ocupación, infraestructuras, reducción de desigualdades, etc. Todo esto está influido por el déficit fiscal.
El déficit fiscal es la diferencia entre lo que aportan los habitantes de un territorio al Estado, en concepto de impuestos, y el gasto que este territorio recibe por parte del Estado
Y 22.982 millones de euros es una cifra elevada si la comparamos con el PIB catalán, puesto que representa un 8%. Es un dato superior al que tienen aquellas regiones de otros países donde se ha calculado. De acuerdo con datos de Economistes pel Benestar, las regiones que tienen más déficit fiscal en Estados Unidos, Canadá, Bélgica o Australia, lo tienen en una franja que oscila entre el 2% y el 4% del PIB. 22.982 millones también es elevado si lo comparamos con el presupuesto de la Generalitat, puesto que es una cantidad que supera al gasto conjunto en sanidad, enseñanza y gasto social.
A continuación, nos podríamos preguntar por qué existe el déficit y la respuesta tiene varias partes. En primer lugar, la causa está en el hecho que se presupuesta poco para Catalunya y se ejecuta menos. Por ejemplo, si hablamos de infraestructuras, cuando se comunican los presupuestos del Estado, Catalunya ya sale mal parada, pero después el problema es que el nivel de ejecución es muy bajo. En el 2021, por ejemplo, en Catalunya se ejecutó el 36% del presupuesto de infraestructuras, mientras en Madrid se ejecutó el 184%. Y el resultado es que Catalunya, que tiene el 16% de la población del Estado, paga el 19% de los impuestos, pero solo recibe el 13% del gasto estatal regionalitzado. Y esto es así desde hace muchos años.
En segundo lugar, es lógico que las regiones más ricas aporten más con objeto de poder aplicar solidaridad. Nadie discute que tenga que haber solidaridad, el problema es la magnitud de este déficit. En este punto conviene recordar que es razonable que la solidaridad tenga límites a fin de que no se dé la paradoja que una región más rica acabe más pobre que otra región que recibe solidaridad. En Alemania, por ejemplo, pusieron en marcha hace unos años un sistema denominado ecualización para garantizar el principio de ordinalidad. Esto quiere decir que se tiene que conseguir que una vez hechas las aportaciones de las regiones más ricas, éstas mantengan el mismo orden en cuanto a riqueza disponible per cápita. En España no pasa esto. Así, en el 2021, de las comunidades autónomas de régimen común, Catalunya era la tercera en riqueza generada (detrás de Madrid y las Islas Baleares), pero una vez hechos los pagos de impuestos, los recursos recibidos hicieron que Catalunya quedase la número 10.
Cuando se comunican los presupuestos del Estado, Catalunya ya sale mal parada, pero después el nivel de ejecución es todavía más bajo
Y esto, no tiene un efecto neutro en el bienestar de las personas. De acuerdo con los datos de la Unión Europea, en el 2022, de las 240 regiones europeas, Catalunya era la 76 en PIB per cápita, pero en el Índice de Progreso Social era la 135. Este índice mide esencialmente el nivel de bienestar de cada región. Esta diferencia tan importante se debe al empobrecimiento que genera el déficit fiscal. Se genera riqueza, pero el déficit fiscal hace que una parte importante no llegue a las personas.
Por poner un ejemplo, el País Vasco, que es más rico que Catalunya y ocupa el lugar 51 en el PIB per cápita, todavía gana posiciones en términos de Índice de Progreso Social, puesto que es la región 48 de Europa. El País Vasco debido al sistema de concierto no tiene el problema de déficit fiscal que sí que tiene Catalunya. Otro aspecto a tener en cuenta es que el déficit fiscal provoca peores infraestructuras e infrafinanciación en la mayoría de los servicios que presta el sector público. Esto está influyendo negativamente en la percepción de la población sobre la calidad del autogobierno y de la gestión pública.
Por argumentos como los expuestos, este es un tema relevante; y ahora que hay capacidad para influir más en el gobierno del estado, hay la oportunidad de intentar mejorarlo. Es el momento de conseguir acuerdos que mejoren el bienestar de las personas. Ahora sí que toca.