El Mercedes de mi amigo Paco

Progresamos adecuadamente, pero el gasto que generan los avances a veces no compensa con los costes medioambientales, sociales y psicológicos derivados

Un cotxe Mercedes Un cotxe Mercedes

Se ha dedicado toda la vida al transporte a través de la mayoría de los países de Europa. Es un manitas con los coches. Se conoce palmo a palmo el territorio, no solo las carreteras. Su Mercedes, comprado hace 35 años, y rehecho pieza a pieza, me ha enseñado muchas cosas. Cada verano nos vamos con su flamante coche a dar una vuelta por el Baix Ebre, la Ribera d'Ebre, el Matarranya o la Franja. El Perelló, su casa, es siempre el punto de origen del periplo. El año pasado fue al canal Xerta-Sénia, una acequia vacía de casi 10 kilómetros que debería llevar desde hace décadas agua hacia el País Valenciano, pero espera tiempos mejores para hacerlo; el anterior a Mont Caro y las urbanizaciones dispersas. Espero la fecha con ansias. Él elige el itinerario.

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"¿Qué te parece este ruido?", dice Paco. "Hace años que lo descatalogaron, pero es un auténtico Mercedes; cada día suena mejor después de 35 años". Cogemos este año la carretera de Rasquera. Atravesamos por Móra d'Ebre hasta Gandesa, dejando atrás la Sierra de Pàndols y de Cavalls, con vestigios impresionantes y conmovedores de la batalla del Ebro, para seguir hasta Villalba de los Arcos y la Pobla de Massaluca. Primera parte del trayecto; almuerzo de tenedor y tira millas. "Me encapriché y lo fui a buscar a Alemania", me explica.

La vieja Enher

Llegamos hasta Fayón; antes de entrar en el pueblo, subimos a la Ermita del Pilar. Un cerro impresionante y majestuoso. Abajo del todo, el Ebro y el Matarranya se superan y se abrazan como un olivo gigantesco: desde el año 1967 este territorio forma parte del embalse de Riba-roja. La iglesia es reciente, de los cincuenta, sobre una de las antiguas torres ópticas edificadas durante las guerras carlistas para comunicarse a través del Bajo Aragón; está construida con piedra y ladrillo, con ábside circular. En medio del mar que rodea tres cuartas partes de lo que vemos desde la altura, sobresale el campanario de la iglesia del pueblo primitivo de Fayón, construido junto a la antigua mina de carbón, la Mineta. Si en la Sierra de Pàndols y de Cavalls la batalla del Ebro fue cruenta, en esta confluencia, el 25 de julio de 1938, las tropas republicanas cruzaron el Ebro, iniciando la parte más decepcionante de la guerra civil, la derrota. Naturaleza muerta extraordinaria.

Avanzamos por el camino del progreso, sin tener en cuenta que paralelamente debemos tener el mismo cuidado de que lo que creamos sea realmente bueno tanto para la sociedad como para el planeta

"Primero, trabajé en Jorge Juan, una de las mayores transportistas españolas", me dice. "Fueron quince años extraordinarios de arriba para abajo por toda Europa. Posteriormente, durante veinte años, con una empresa sueca, líder europea del transporte: yo cargaba mi camión con frutas y hortalizas en España para llevarlas a Suecia; de allí llevaba guisantes, sí, guisantes, hacia algún país de Europa del Este. Para llegar, tenía que bajar haciendo ruta por la República Federal Alemana; y volvía a casa, con calamares del Mar Negro", añade.

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Bajamos de la cima y nos acercamos a la puerta de la antigua fábrica de Enher, cerrada. Viejos y antiguos recuerdos de actividad feroz, de cargas y descargas. Me habla de las aduanas internacionales, donde a veces tenía que parar dos y tres días. Del cambio de moneda, diez o doce diferentes. Del trato con los policías nacionales. De la nieve medio año. De las averías y pinchazos. De las noches en el camión. "Yo no era partidario, para separar una cosa de la otra", dice Paco.

Años felices

Torre de la antigua iglesia de Fayón | Google Maps
Torre de la antigua iglesia de Fayón | Google Maps

Paco se independizó después y creó su propia flota: "Los años 80 y 90 fueron tiempos duros para el pequeño empresario. Mandaban las fusiones, las adquisiciones y la internacionalización. Los bancos confiaban en ti hasta que dejaban de confiar". Su carrera la terminó dignamente, muy dignamente, en su pueblo y alrededores. "Lo vi y supe que sería mío. Un vuelo a Alemania y bajé con él en dos días de ruta. De eso este año hará 35 años. Poco a poco lo he ido recuperando. Pieza a pieza. He reciclado todo lo que he podido y confirmo que me ha permitido tener un coche barato, muy barato. Me he gastado cuatro duros... sin contar mis horas. Es un coche antiguo, pero gasta poco. Tira bien. Tiene estabilidad. El modelo todavía es muy bonito. Con esta piel que le he puesto parece señorial. Y el sonido es auténtico Mercedes. ¿Qué más quieres? Tal vez dirás que no tiene las comodidades de uno de esos modernos, híbridos, lleno de sensores, de última generación...".

Cualquier tiempo pasado nunca será mejor: es distinto

Encaramos la vuelta por Riba-roja y Ascó, dejando atrás la gran chimenea de la nuclear, hasta llegar a Móra d'Ebre. Dejamos a la derecha el paso de la Barca de Miravet y avanzamos de Rasquera al Perelló pasando a un palmo de Mas d'en Curto. Segunda parte del trayecto y final de etapa. No es un canto al pasado. Ni a la nostalgia. Ni un alegato contra el progreso. La nuclear es más eficiente que el carbón. Pero no tengo nada claro que un coche moderno sea más seguro y confortable que el de Paco, ni que haga menos gasto de energía producirlo; cada vez que nota un ruido extraño, busca una solución; y cada vez que se estropea un componente, lo cambia por otro reciclado. "Ahora todo tiene que pasar por la máquina; incluso cuando quieres saber el nivel del aceite del motor...", añade. "¿Era necesaria tanta electrónica?".

Cualquier tiempo pasado nunca será mejor: es distinto. Progresamos adecuadamente -en momentos de la historia como el actual, más aceleradamente-, pero el gasto que generan los avances a veces no compensa con los costes medioambientales, sociales y psicológicos derivados. Avanzamos por el camino del progreso, sin tener en cuenta que paralelamente debemos tener el mismo cuidado de que lo que creamos sea realmente bueno tanto para las personas y para la sociedad como para el planeta. Un poco más de calma a veces no viene nada mal. "Podría ir más deprisa -interrumpe Paco mis pensamientos mientras llegamos al Perelló-, pero no tenemos ninguna prisa; hemos visto lo que queríamos y hemos llegado a tiempo a todas partes. Por otro lado, tampoco podemos, las señales de tráfico no nos dejan correr más".

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