Tras unas horas, la turista americana de las botas brillantes volvió a entrar por la puerta. Esta vez no se dejaría vencer: quería tres tortitas, dos bolas de helado y tanta crema condensada como su plato pudiera transportar hasta su mesa. Y lo quería ahora. La turista llevaba la cabeza trenzada de hacía pocos días, seguramente por alguna mujer de Playa del Carmen a cambio de más pesos de los que cobraría en un hotel de la zona a lo largo del día. La turista americana llevaba un traje ajustado e iba acompañada de un grupo de personas heterogéneas, que no se podría discernir si eran familia o un grupo de amigos. Grandotes, embriagados y haciendo mucho ruido, aquella mesa tenía una misión clara: aprovechar al máximo todo lo que estaba incluido en el precio del resorte. Como una tropa de elefantes con una sobredosis de azúcar, la tropa de americanos arrasaba todo lo que encontraban por delante: actividades, agua, toallas, comida, bebida, espacio. Todo estaba a su servicio y disposición. El resto de personas de la sala no contaban, la población local les agradecía su presencia y derroche; el resto de turistas eran un decorado, así como el ecosistema que les rodeaba. Parecía que todo estuviera perfectamente articulado y programado para convertirse en una distracción muerta, un escenario inerte sólo pensado para pasar unas happy hollidays.
Durante el día alquilaban un pequeño taxi en el que un guía local les explicaba algunas de las características más esenciales de la cultura y naturaleza de la zona. "Amazing", "Fantastic", "Wow", "Beautiful". Los turistas, enamorados con lo que veían y les rodeaba, no paraban de comprar souvenirs y comer distintos aperitivos de las distintas tiendas que había. Cuanto más compraban los turistas, más tiendas se abrían y mayores eran los precios de lo que se vendía. Los turistas, con sus "Amazing", "Fantastic", "Wow", "Beautiful", seguían comprando para huir de una espiral de trabajo asfixiante en sus países de origen. Cuanto más asfixiados, más compraban. A más horas extras, más camisetas, pendientes, imanes y bolsas con frases divertidas. Y la rueda seguía girando y haciéndose enorme a costa de los árboles, la línea costera, las playas paradisíacas y las prospectivas de supervivencia de las comunidades indígenas.
Cuando las desigualdades se disparan, lo hace también la ley del más fuerte. Cuanto más fuerte es la explotación de las clases medias, mayor necesidad de vacaciones y mayores ganas de derrochar el dinero que ha podido ahorrar a lo largo del año. Cuanto mayores son los turistas que se mueven alrededor del planeta, mayor es la contaminación de la tierra y peores son los resultados de las emisiones globales. A más turistas, mayor presión por el territorio, más población local se ve abocada a puestos de trabajo precarios y vidas estrechas y más suben los precios y prostituyen su tierra. Al final, toda explotación sistémica termina derivando en otra. Cuando se ahoga, se inicia una cadena que sólo puede ser aplastada a partir de un cambio de dirección en la relación y una apuesta por la gentileza, por la calma, por el cuidado. Lo más revolucionario que podría pasar a territorios masificados y extremadamente turísticos sería que los cuidáramos. Y esto quizás pasaría por no ir, o por ir a hacer cosas que fueran buenas por su territorio, como visitar reservas, invertir en museos y actividades de preservación histórica o invertir en materiales sostenibles y jornadas laborales razonables. No es necesario que esté todo incluido, no es necesario que esté todo disponible cada hora del día, no es necesario tener camionetas entre los diferentes resortes para evitar andar cinco minutos. No son necesarios alcoholes baratos aguados y tampoco hacen falta cantidades ingentes de comida. Hay otra forma de viajar, otra forma de promover la economía de un lugar sin necesidad de explotarla y hacerla súbdita de unos visitantes estacionales. Hay, en definitiva, cosas mucho más "Amazing", "Fantastic", "Wow" y "Beautiful" que un resorte a todo incluido.
Conservar, cuidar, compensar
No creo que la abolición del turismo sea la solución de los problemas de las vacaciones de masas, sino la forma que han tomado y la relación dañina que ejercen con los territorios, tanto con su población local como con su medio natural. Así, algunas de las ideas o líneas estratégicas que se han valorado para mejorar la presencia turística en la región de Cancún y Quitana Roo en general son:
- Elaborar estudios e investigaciones para conocer en mayor profundidad los impactos del turismo en el territorio, así como las consecuencias negativas que ha tenido la actividad económica de las últimas décadas.
- Estudiar los impactos de esta actividad económica en las poblaciones de la zona y sus perspectivas de futuro para promover programas públicos que les permitan mejores condiciones de vida y oportunidades laborales dignas.
- Promover la protección de espacios de interés natural, histórico y cultural para evitar su proliferación como espacios turísticos y preservar sus especies y particularidades, reforzando la legislación existente.
- Apoyar las iniciativas existentes en la región para promover un turismo sostenible y facilitar, a partir de ayudas financieras o logísticas, para impulsar un cambio sistémico.
Concienciar a las masas turísticas de los impactos en la región de este tipo de prácticas, y castigar a las malas prácticas desde los países de origen.