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Una apuesta por el nacionalismo industrial

El politólogo Miquel Vila defiende la necesidad de una industria nacional fuerte para Catalunya

Apostar por la industria en tiempo de coronavirus | iStock
Apostar por la industria en tiempo de coronavirus | iStock
politólogo especializado en relaciones internacionales y en China
Beijing
28 de Abril de 2020

Qué produces, dónde produces y con quién lo produces no había sido nunca tanto importante. Estas decisiones no afectan sólo a las empresas, sino también al conjunto de la ciudadanía, motivo por el cual ya no las podemos pensar sólo en términos de competitividadeconómica. No sabemos cuál será el impacto económico de todo esto, pero sabemos que una vez pongamos los pies en la tierra, nos romperemos algún hueso. Ante un escenario incierto, fortalecer de las capacidades propias es lo que da siempre más opciones. Y esto hoy implica decidir apostar por poner sobre la agenda el impulso de una la política industrial propia, como eje central de la receta social del sobiranismo catalán ante la crisis. Esto no es nuevo, pero la covid-19  nos está haciendo pulsar el acelerador.

 

No es casualidad que la industrialización y la construcción de la nación sean dos de los pilares de la emergencia del mundo moderno y de la sociedad de masas. El regreso a Occidente del debate sobre política industrial, no se ha dado por una cuestión puramente económica, sino que como todos conocemos ha sido por una sensación de pérdida de posición al mundo debido a la competencia geopolítica con China y su liderazgo tecnológico.

 

En la UE, el debate del 5G puso sobre la mesa algunas voces abogando por la creación de campeones nacionales europeos. Aquí, sin embargo, el problema es que nacional y europeo no son intercambiables

Donald Trump, Brexit, Boris Johnson... Todos ganarían bajo la idea subyacente de la necesidad de reforzar la industria como base de la soberanía nacional. En la izquierda, Bernie Sanders o JeremyCorbyn llevaban programas que incorporaban ideas en esta línea. De hecho, Johnson antes del estallido de la covid-19, prometió emprender un proceso para reindustrializar el norte de Inglaterra, los antiguos feudos laboristas que le habían apoyado. En la UE, el debate del 5G puso sobre la mesa algunas voces abogando por la creación de campeones nacionales europeos. Aquí, sin embargo, el problema es que nacional y europeo no son intercambiables.

En estas discusiones sobre política industrial, hay elementos que han ido mucho más allá de lo que a menudo encontramos en un debate sobre economía. O tal vez hemos recuperado el significado real. Hemos visto cómo se han entrelazado nociones como bienestar y cohesión social; el retorno de puestos de trabajo de calidad, que reforzaran la seguridad y la autoestima; la recuperación de territorios marginados. En definitiva hemos visto un proceso de introspección sobre los fundamentos que debe tener un país. Y en general la respuesta ganadora ha sido la que liga país y actividad económica.

Industria nacional

Industria y soberanía nacional toman dos caras de la misma moneda. Y la política industrial, entendida como el impulso y la coordinación del desarrollo del país, debe tomar una visión integral focalizada en seguridad nacional, vertebración social y territorial y proyección exterior.

La dimensión de seguridad la vemos. Primeramente, porque ciertos elementos sensibles y estructurales no se pueden dejar en manos de otros países. Segundo, cómo estamos sufriendo estos días, que en situación de crisis, disfrutar de una industria propia permite producir los recursos básicos para dar respuesta. Y en tercer lugar, la industria sigue siendo el elemento fundamental de la riqueza de un país y por lo tanto de su autonomía respeto los otros.

La política industrial tiene que buscar aprovechar mejor las capacidades intelectuales del país

La industria sirve para la vertebración territorial y social con la creación de un grueso de puestos de trabajo de calidad y por vía de la creación de una red de industrias subsidiarias, no necesariamente competitivas en sí mismas, pero sí en la aportación que hacen en general al conjunto del país y en relación con otros sectores industriales más punteros. La política industrial, además, también tiene que buscar aprovechar mejor también las capacidades intelectuales del país. De nada sirve en el país hacer inversiones en investigación y acontecer un hub tecnológico si después no se cuenta con un tejido industrial indígena que se pueda aprovechar.

Finalmente, la política industrial es también la base de la proyección exterior. Hablar de política exterior hoy implica hablar de geoeconomía. Esto implica pensar qué se gana y qué se pierde cuando las industrias del país se atan a unos sectores determinados con los otros países y en los diferentes niveles de las cadenas de producción. Estas decisiones tienen que ser planificadas desde un punto de vista del interés nacional. Al fin y al cabo, como organizamos la inserción de nuestro país en las "cadenas de valor global" es una parte fundamental de la presencia de nuestro país en el mundo.

Una propuesta para Catalunya

Catalunya ya cuenta con un tejido industrial indígena bastante importante, a pesar de que su peso ha caído en las últimas décadas. Más allá de los eslóganes vacíos habituales no ha habido ninguna gran propuesta de impulso industrial desde las ringleras del sobiranismo catalán. El drama humano de la pandemia, nos muestra que no podemos seguir negligiendo en esta tarea y que hace falta que apostamos claramente por una política industrial catalana.

La receta concreta habrá dibujarla teniendo en cuenta el conjunto de necesidades del país. Aprovechar el hundimiento del mundo del turismo para avanzar una transformación económica hacia nuevos sectores, podría ser una manera de empezar los cambios. Otra podría ser reforzar un tejido de pymes y cooperativas con arraigo del país que puedan desarrollar algunas manufacturas que actualmente se encuentran deslocalizadas. Catalunya cuenta con un tejido social amplio, como las Cámaras de Comercio, sindicatos nacionales, entre otras entidades que podrían poner estas cuestiones encima de la mesa.

Aprovechar el hundimiento del mundo del turismo para avanzar una transformación económica hacia nuevos sectores, podría ser una manera de empezar los cambios

Un estado catalán independiente es obviamente la pieza clave para poder desarrollar esta política en su máxima capacidad. Pero parece ser que nos tocará empezar a trabajar con lo que tenemos. La Generalitat, incluso en su limitado estado actual, dispone de herramientas como el Instituto Catalán de Finanzas, que podría servir para tirar las primeras propuestas. Sin ir más lejos, el País Vasco ha sido capaz de desarrollar políticas en este sentido. La primera revolución industrial la hicimos con mucho menos.

Hace falta que el nacionalismo catalán en su conjunto, incorpore la política industrial en su propuesta. Especialmente teniendo en cuenta que el Estado español probablemente seguirá la vía de un cierre corporativista a favor de los intereses del Ibex 35. Así, hace falta que entendamos esta apuesta con una visión amplia, siendo conscientes de que una industria nacional fuerte, sin ningún tipo de duda, construirá unas bases de poder que permitirán acercar a Catalunya a su libertad.