La reciente puesta en órbita del nanosatélite Enxaneta ha hecho que volvamos a prestar atención a la aventura espacial y a los retos que lo rodean. Y, en esta ocasión, la noticia del despegue del Enxaneta a bordo de una lanzadora rusa Soyuz, ha puesto en primer plano la estrategia catalana del NewSpace. Quizás convendría aclarar el concepto de NewSpace para entender las potencialidades y oportunidades que puede generar para nuestro país.
La palabra NewSpace hace presuponer que, por el hecho de ser nuevo, tiene que haber un "espacio viejo" al que confrontarse. Y, efectivamente, así es. El NewSpace transforma las ideas y maneras de hacer conocidas hasta hace muy poco en la conquista del espacio, las tecnologías que lo permiten y los negocios que se pueden derivar. Veámoslo.
El momento de máxima atención mundial por el espacio, sin ningún tipo de duda, se produjo el julio de 1969 cuando Neil Armstrong dejó la primera huella humana en la superficie de la Luna. Eran los tiempos de la guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética que, además de otros asuntos, también se manifestaba con una frenética carrera espacial. El presidente JF Kennedy planteó a la agencia espacial norteamericana NASA, creada en 1958, el desafío mayúsculo de hacer llegar una misión tripulada a la Luna.
El reto se logró con éxito y la NASA aconteció un referente en el entonces incipiente sector aeroespacial. La Agencia Espacial Europea (ESA, de sus siglas en inglés) nació en 1975 y con los años siguieron agencias otras potencias (Canadá en 1989, China en 1993, Japón en 2003, etc.). Este conjunto de agencias institucionales y la industria aeroespacial que se desarrolló al suyo cercando conformaron lo que, en contraposición al NewSpace, podemos denominar OldSpace, BigSpace o simplemente, el "espacio tradicional".
Misiones relevantes
El OldSpace se caracteriza por el desarrollo de grandes programas con apoyo gubernamental, presupuestos elevados y ejecutados por las grandes industrias aeroespaciales mundiales, como por ejemplo Lockheed o Boeing a los Estados Unidos, o potentes conglomerados, como Thales Alenia Space, Airbus o Arianespace a Europa. En el caso europeo el ESA juega un papel fundamental. Alimentada por las contribuciones presupuestarias de sus países miembros, el ESA articula varios programas para impulsar la industria aeroespacial europea. Entre otros, citamos el programa de Observación de la Tierra, el programa Científico o el programa de misiones tripuladas y exploración, llevados a cabo por consorcios industriales encabezados por los gigantes antes mencionados y complementados por empresas de menor dimensión que suelen diferenciarse por especialización tecnológica.
El ESA tiene un importante registro de misiones relevantes. En el ámbito de la observación remota de la Tierra las misiones Sentinel aportan hoy en día valiosa información para estudiar la evolución medioambiental de nuestro planeta. El ESA contribuye a la exploración científica del universo y ha participado, junto a la NASA, en proyectos emblemáticos cómo el telescopio espacial Hubble, la sonda Ulyses que orbita el sistema solar o Cluster II que investiga la esfera magnética terrestre. En el ámbito de las misiones tripuladas, la ESA ha aportado el módulo Columbus de la Estación Espacial Internacional y una larga lista de instrumentación y equipamientos para evaluar el efecto de la microgravedad en la biología humana.
El satélite que irá al espacio, conocido como el modelo de vuelo, se ha sometido a un riguroso proceso de integración, prueba y verificación para asegurar el éxito de la misión
Una buena parte de las misiones espaciales comportan el diseño, la fabricación, el lanzamiento y la puesta en servicio de un satélite. Un satélite es un prodigio de la técnica pues se encuentra prácticamente todas las disciplinas científico-tecnológicas combinadas: ingeniería de materiales para hacerlos lo más ligeros posibles, ingeniería mecánica para diseñar estructuras resistentes a las enormes aceleraciones que se producen en el momento del lanzamiento, ingeniería química para los sistemas de propulsión, ingeniería electrónica y telecomunicaciones para controlar y comunicarse con el satélite desde tierra, y otras muchas.
En el modelo del "espacio tradicional", la construcción de estos complejos widgets está regulada por normas estrictas determinadas por las agencias espaciales y pensadas para minimizar la aparición de fallas cuando el satélite está en el espacio. Así, estos estándares definen desde la calidad de los componentes electrónicos hasta la redundancia de los sistemas críticos o la fiabilidad del SW de los ordenadores de a bordo. Se hacen varios modelo del satélite que pasan por diferentes etapas de calificación y pruebas con revisiones exhaustivas para certificar que el proceso de diseño es correcto. De este modo, el satélite que irá al espacio, conocido cómo el modelo de vuelo, se ha sometido a un riguroso proceso de integración, prueba y verificación para asegurar el éxito de la misión.
Romper con la dinámica
Todos estos procedimientos son extremadamente costosos, tanto en recursos como en tiempo, lo cual explica por qué las misiones espaciales requieren presupuestos tan elevados, necesitan años de preparación y solo pueden implementarse por grandes consorcios industriales con la experiencia y medios adecuados.
El 'NewSpace' es un serio competidor del espacio tradicional
El NewSpace, justamente, rompe esta dinámica y se aparta de los modelo promover desde las agencias espaciales de carácter gubernamental al menos en cinco aspectos fundamentales. Primero, el NewSpace aparece por el impulso de la iniciativa privada y de las potencialidades emergentes de negocio. Segundo, propone una flexibilización de los procedimientos de diseño y construcción de los widgets espaciales. Tercero, busca una reducción del tiempo de desarrollo. Cuarto, aprovecha la ventaja competitiva de las nuevas tecnologías. Y por último, y como consecuencia de los anteriores, consigue una drástica disminución de los costes del ciclo de desarrollo. Esto hace que el NewSpace acontezca, en algunos aspectos, un serio competidor del espacio tradicional. Por ejemplo, en el mercado de los lanzadores Space X (empresa aeroespacial creada por Elon Musk) aparece cómo una alternativa de menor coste que lanzadores como Ariane 5 o Vega.
Un nanosatélite es otro elemento fundamental del NewSpace. Se construye ensamblando CubeSats, elementos unitarios con un volumen de 10 cm cúbicos (algo más que un cubo de Rubik) y un peso en torno a 1 kg. Los nanosatélites más grandes tienen hasta 12 CubeSats, y un peso de 12 kg. Un nanosatélite de estas características tiene un coste aproximado de 2 millones de euros y un tiempo de desarrollo de dos años. Si lo comparamos con una de las joyas de la corona de la ESA, ENVISAT, el satélite de observación de la Tierra más grande, posado en órbita en 2002, que superaba las 8 toneladas, con un coste de producción y operación de 2.300 millones de euros y más de 10 años de desarrollo, podemos calibrar la revolución que el NewSpace introduce al sector aeroespacial.
Nuevas oportunidades en el espacio
El valor y la potencialidad de los nanosatélites radica en lo que se denomina payload, es decir el conjunto de aparatos e instrumentos con que se equipa la plataforma de CubeSats y que determinan las aplicaciones y servicios a ofrecer. Desde la perspectiva catalana, el interés del NewSpace se patentiza en la estrategia del mismo nombre y que se ha empezado a desplegar con el despegue del Enxaneta. Uno de los ejes de esta estrategia donde Catalunya puede tener un gran recorrido es, precisamente, la creación de nuevos servicios basados en los nanosatélites y sus aplicaciones comerciales. Los nanosatélites cómo el Enxaneta se ubican en una órbita terrestre baja (LEO en inglés), alrededor de unos 500 km por encima de la superficie de la Tierra. Una órbita LEO es a la vegada polar, es decir, el satélite sobrevuela los polos de la Tierra cada vez que completa un ciclo. Esta configuración permite pensar en varios servicios: telecomunicaciones para la Internet de las Cosas, observación de la Tierra, misiones de cariz científico o proyectos de demostración en órbita de soluciones extremo a extremo. Con todo, un único nanosatélite es insuficiente para dar cobertura continua en el territorio catalán y se prevé en el futuro elevar una constelación de nanosatélites para garantizar esta cobertura y continuidad de servicio.
El 'NewSpace' abre muchas oportunidades a un ecosistema aeroespacial emergente a Catalunya que abraza a empresas y startups en el sector
Lejos de frívolas referencias a la "NASA catalana", el hecho es que el NewSpace abre muchas oportunidades a un ecosistema aeroespacial emergente a Catalunya que abraza a empresas y startups en el sector (como es el caso de la adalid Sateliot o las iniciativas de la ESA-Business Incubator Centro de Castelldefels), universidades de referencia como la UPC (donde se gestó Open-Cosmos, emprendida líder en la producción de nanosatélites, que opera al Reino Unido), dinamizadores esenciales cómo el Instituto de Estudios Espaciales de Catalunya, y centros tecnológicos y de investigación cómo Eurecat o Y2CAT que contribuyen a la innovación y a la transferencia de conocimiento al sector aeroespacial en ámbitos como la explotación de datos satelitales, la inteligencia artificial o el 5G, entre otros.
Y todo esto sin olvidar, por supuesto, un tejido empresarial preexistente y que trabaja desde hace muchos años en proyectos, estudios y misiones espaciales de la ESA y que a buen seguro también identificará oportunidades de negocio bajo el paraguas del NewSpace.