Esta es una historia de San Juan. El pasado 24 de junio hice el siguiente tuit: "El PIB lo mide todo menos aquello que vale la pena vivir. Cuánta razón tenía Zygmunt Bauman". En pocas horas recibí diferentes mensajes de colaboradores del diario reivindicando "un PIB diferente". Hace días que las previsiones del FMI o del Banco de España sobre el Producto Interior Bruto llenan las portadas de prácticamente todos los diarios, pero por lo que es más que por lo que podría ser. Recuerdo una lejana entrevista con el catedrático Xavier Sala-i-Martin en VIA Empresa donde aseguraba que "el dinero es una manera de comprar dopamina y nos sirve para hacer cosas que nos dan placer. El PIB es una forma de comprar droga, dicho a lo bestia".
Estudié en detalle qué quería decir y qué medía exactamente el PIB en segundo de carrera de Economía en la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Concretamente, hice un trabajo sobre el PIB y el bienestar en la asignatura Historia Económica de España. Todavía guardo los apuntes de aquella presentación sobre un posible índice de bienestar socioeconómico que midiera a la vez la educación, la salud pública, la alimentación, la democracia, la desigualdad o el medio ambiente, entre otros.
Sala-i-Martin: "El dinero es una manera de comprar dopamina y nos sirve para hacer cosas que nos dan placer. El PIB es una forma de comprar droga, dicho a lo bestia"
Y si el actual PIB fuera el perfecto imperfecto? Para entendernos, cuando hablamos del Producto Interior Bruto es tan importante aquello que se mide como aquello que se deja de medir. El PIB calcula la producción de bienes y servicios finales en un país durante un periodo determinado. Ahora bien, el PIB no calcula el nivel de desarrollo en cuanto a bienestar, recursos públicos, felicidad o vida de los ciudadanos. Más calidad que cantidad.
Las limitaciones del PIB más grande
La directora de Análisis Económico de la Cambra de Comerç de Barcelona, Carme Poveda, se estrenaba a mediados de mayo en VIA Empresa con el artículo Cómo medir el crecimiento en la nueva economía? La pregunta es abierta y las reflexiones más que numéricas: "Desde el 2013 y hasta que ha llegado la maldita crisis del coronavirus, el PIB catalán ha crecido un 24% en términos nominales (18% descontando el efecto precios) y el PIB per cápita similar. Quiere decir esto que ganamos un 24% más? Que somos un 24% más felices? Que tenemos un 24% más de servicios públicos? Nada de todo esto."
La economista pone de manifiesto "las limitaciones del PIB" y es que a menudo nos obsesionamos en saber qué país o región tiene el PIB más grande o con más crecimiento, sin plantearnos, por ejemplo, cómo está distribuido este PIB entre la población. Más allá de algunas potenciales variables ya mencionadas, Poveda añade también la calidad de vida o del aire, la esperanza de vida, la cobertura de servicios públicos, el tiempo para llegar al trabajo, la tasa de pobreza o el precio de la vivienda, entre otros.
En un titular: "Sin tener en cuenta estos parámetros, podemos hablar de tasas de crecimiento del PIB pero no podemos hablar del bienestar." En las Naciones Unidas y otras instituciones económicas implicadas con la Agenda 2030 ya están trabajando contemplando sobre todo tres factores de crecimiento: sostenido, sostenible y equilibrado. Sin deuda, con cuidado del planeta y distribución.
La riqueza de unos cuántos beneficia a todo el mundo?
Estos días estoy releyendo La riqueza de unos cuántos beneficia a todo el mundo? (Arcadia, 2014) del sociólogo Zygmung Bauman donde se plantean reflexiones sobre "votar con el monedero", la desigualdad, el crecimiento económico o "algunas grandes mentiras" que hay alrededor de todo ello. No faltan tampoco citas a Mateo, Adam Smith, John Maynard Keynes, Stuart Mill, Stiglitz, Cervantes, Kant, Nietzsche o Shakespeare. El PIB también es para pensar, hacer memoria y mirar hacia adelante.
"Esta crisis del coronavirus cambiará muchas cosas. Por qué no puede cambiar también la forma en qué medimos el crecimiento económico y el bienestar de los territorios ahora que ya sabemos diferenciar entre lo que es urgente y lo que es importante?", se pregunta Carme Poveda. La Cambra de Comerç de Barcelona presenta la Memoria económica de Catalunya este viernes con una visión post coronavirus sobre las infraestructuras y las empresas catalanas.
Poveda: "Esta crisis del coronavirus cambiará muchas cosas. Por qué no puede cambiar también la forma en qué medimos el crecimiento económico y el bienestar de los territorios ahora que ya sabemos diferenciar entre lo que es urgente y lo que es importante?"
Podemos estar de acuerdo o no en que el PIB es el perfecto imperfecto o el imperfecto perfecto, pero dónde seguro que coincidiremos es que el PIB no mide todo aquello que a menudo vale más la pena vivir. Como la calidad de una buena cena entre amigos para la verbena de San Juan o una noche de verano al aire libre, o como saber seguro que nuestros sanitarios nos salvarán la vida y que nuestros profesores nos enseñarán a leer, escribir, pensar y vivir.
Y sí, el PIB también tendría que ser salud, educación, felicidad y tantas otras cosas. Decía Ernest Lluch que "los economistas sabemos interpretar lo que ha pasado, pero no sabemos prever lo que pasará." El oficio de profeta quizás no es para economistas, pero acabemos cómo hemos empezado recordando la entrevista de economía en colores con Xavier Sala-i-Martin:
El dinero hace la felicidad y la felicidad hace el dinero?
No sabemos muy bien qué es la felicidad. Nuestro cuerpo a través de la evolución ha generado un sistema para inducirnos a reproducirnos y mantenernos vivos con un mecanismo de premio y de castigo. Todos los sentimientos están asociados a un neurotransmisor. Se premia la comida y el sexo y se castiga el fuego, el dolor... Pero para que esto funcione, la sensación de felicidad tiene que ser temporal. El dinero es una forma de comprar dopamina y nos sirve para hacer cosas que nos dan placer. El PIB es una manera de comprar droga, dicho a lo bestia. Esto de buscar la felicidad me parece absurdo. En el mundo feliz de Adolf Huxley, lo único que hacen es comer Soma. Desde el punto de vista biológico si lo único que hacemos es trabajar y producir PIB para que esto nos permita comprar los neurotransmisors que nos dan felicidad, saltémonos el PIB y demos drogas directamente. Los estudios demuestran que la gente rica es más feliz porque pueden comprar más chupitos de dopamina y no tienen la ansiedad de perder el trabajo, la casa... La euforia también es una gran parte de felicidad pero tiene que ser temporal. Uno de los orgasmos más grandes que he tenido ha sido el gol de Belletti en París. Ahora es un recuerdo distante, las victorias del pasado ya no cuentan y cada año tenemos que volver a ganar.