Pocas semanas antes de la temporada de verano, se prevé un alud turístico parecido o superior al del 2019 cuando llegaron a Catalunya 19,38 millones de turistasinternacionales, el máximo de la historia. Los datos del primer trimestre y de Semana Santa permiten avanzarlo; de hecho se percibe día a día en nuestras calles que esto ha vuelto. Nos preguntamos lo mismo que hace cinco años cuando todo el mundo celebraba el éxito: ¿de verdad tenemos que aceptar esta cantidad de turistas en nuestro territorio? ¿Son los que realmente queremos? ¿Cuál es el momento de cortar con el pasado y empezar una obra nueva?
Hay destinos que frenaron hace años y ganan mejores márgenes que antes; otros que se lo continúan pensando; otros que creen que un día habrá que hacer un pensamiento; y muchos más que dicen esto es un bien de Dios y quien día pasa años empuja. El primer grupo crece demasiado despacio y el segundo y el tercero no salen de la dilatancia. Somos donde éramos y la bola continúa haciéndose gorda.
¿De verdad tenemos que aceptar esta cantidad de turistas en nuestro territorio? ¿Son los que realmente queremos?
La parametrización del sector turístico tiene una peculiaridad aquí y en todas partes. Cuando se realiza una planificación, en la mayoría absoluta de los casos no se pide casi nunca un mapa de capacidad de carga ni de nuestras playas ni de los monumentos ni de las ciudades más atractivas. No se hace porque el sector público nunca lo pide. Ayuntamientos, diputaciones, consejos comarcales o la misma Generalitat encargan planes estratégicos o planes de marketing por destinos, incluso por toda Catalunya, pero nunca exigen cuántos turistas soporta el territorio cuando queremos que vengan en temporada alta. El deseo secreto es que vengan los máximos posibles y más adelante ya haremos limpieza. Hay miedo en saberlo. O mejor, se intuye y prefieren desconocer muy bien la realidad.
La cuestión es sencilla. Por un lado, en Catalunya hay unas 122.000 empresas relativas al transporte turístico, a la hostelería y a otros servicios turísticos, cómo delimita Idescat. Trabajan 538.000 personas, que representa el 7,8% del global de la ocupación. De hecho, el sector continúa liderando la ocupación; llegan estos meses y crece enormemente la población ocupada gracias al turismo. En octubre mengua, cómo el año pasado un 4%, consecuencia de los que van al paro o se inscriben en las listas de los fijos discontinuos. Por otro lado, sabemos que la fricción de estas masas de turistas en verano con el territorio genera un detrimento de la calidad ambiental, más todavía cuando el acumulativo histórico de las visitas ha convertido nuestro litoral y muchos lugares atractivos en lugares devaluados.
En Catalunya hay unas 122.000 empresas relativas al transporte turístico, a la hostelería y a otros servicios turísticos
Ante el dilema de mantener los puestos de trabajo baratos y el volumen millonario de turistas o la cura definitiva del medio ambiente, se deja la decisión para mañana. Muchos creen aun que tomar medidas para frenar visitas en verano llevará a la miseria, a la reducción del número de empresas y de los lugares de trabajos, cuando es lo contrario: empresas y trabajadores más cualificados. A medida que pasa el tiempo y no se toman medidas drásticas, cuesta más caro limpiar, enderezar las zarpas de los efectos del cambio climático, aportar arena allá donde se escurre por efectos de la erosión; algunas de estas tareas ya se abandonan y otras se continúan financiando sin demasiada convicción.
Euforia
En Catalunya se ha cambiado de modelo. Según el último plan estratégico basado en el Compromiso Nacional por un Turismo Responsable el territorio avanza hacia más calidad, más desconcentración territorial, más focalizado en visitantes slow tourism; hay un cierto apoyo público verso esta transformación digital y verde. Ahora bien, el verano está aquí y todo el mundo se abona a la euforia esperando con candeletas el alud de turistas.
Por todas partes nos dicen que carecen trabajadores. No es mentira, pero justo es decir a los empresarios que muchos de ellos fueron los causantes de que huyeran; no hay que enumerar las causas del abandono por conocidas, pero sí recordar el trato que recibieron muchos de ellos durante la pandemia, a partir del cual hicieron decidir buscar trabajo en otros sectores. En treinta años de dedicación al sector, he encabezado y participado en numerosos proyectos de enderezamiento de la figura del empresario turístico y del trabajador del sector, pero no me he salido nunca. No hay desprecio social, pero poco interés; se pasa de puntillas: mejor no tocarlo.
El territorio avanza hacia más calidad, más desconcentración territorial, más focalizado en visitantes slow tourism
Dejar de plantearse la cuestión urgente es perder la oportunidad de hacer bien las cosas para mantener un territorio y un patrimonio capaz de hacer feliz a la gente que trabaja y enriquece el país. En este momento del ciclo de vida maduro y decadente del turismo de sol y playa, es duro repetir la pregunta de si hay que aceptar esta cantidad de turistas en nuestro territorio, si son estos los que realmente queremos y qué es el momento de cortar con el pasado y empezar una obra nueva. Se trata de escoger entre el volumen o el margen y hacerlo rápido, repetido por enésima vez; no hay un camino lento.