Poner dinero por amor al arte

El empresario y activista J.B. Cendrós transformó el éxito de la patente de la aftershave Floïd en mecenazgo, una apuesta económica por los proyectos culturales

Visitantes de la exposición de Cendrós
Visitantes de la exposición de Cendrós
Judith Vives
13 de Enero de 2017
Òmnium Cultural, la editorial Proa, el premio Sant Jordi, la Grande Enciclopèdia Catalana y el Teatro Romea tienen en común su defensa de la cultura catalana. Pero además, tienen otro punto de conexión en la figura del empresario J.B. Cendrós, que destinó parte de la fortuna forjada con la aftershave Floïd a promover la cultura catalana con estas y otras iniciativas.

Joan Baptista Cendrós y Carbonell (Barcelona 1916-1986) no sólo provocó una revolución en el mundo de la cosmética masculina con el popular aftershave Floïd sino que se convirtió en uno de los mecenas más originales del siglo XX en Cataluña. Ahora Palau Robert recuerda su mecenazgo y activismo a favor de la cultura catalana en una exposición que se puede visitar hasta el 30 de abril.

En el currículum de Cendrós secuenta el mérito de ser uno de los cinco empresarios fundadores de Òmnium Cultural (1961), ideólogo del Premio Sant Jordi (1959) y responsable de la repatriación de Ediciones Proa (1964), que hasta entonces funcionaba desde el exilio, en Francia. Pero es que además, Cendrós publica en catalán las novelas de James Bond y los polémicos Trópicos de Henry Miller, descubre Terenci Mustio, recupera Josep Carnero, patrocina el debut de en Raimon en París en 1966 y hace campaña por el Nobel a Espriu . A escala política, es el fundador de Izquierda Democrática de Cataluña.

La patente de Cendrós lo permitió ser un mecenas en Cataluña. Miquel Coll (Palau Robert)

Como empresario, con su innovador producto Floïd, creado por su padre en una pequeña barbería de Valls, Cendrós marca época con sus anuncios publicitarios. Y en paralelo a la actividad empresarial, desarrolla una "actividad filantròpica y catalanista" que encara hoy en día es muy desconocida. La exposición de Palau Robert, comissariada por Laura Cendrós y el periodista Genís Sinca, pretende dar a conocer esta figura singular de la empresa y la cultura catalana.

Sinca también es el autor del libro El caballero Floïd, una biografía de Cendrós en la cual ha trabajado los últimos cinco años, y que se presentará el próximo 23 de enero en un acto al Teatro Romea. Según Sinca, la figura y obra de Cendrós "rompe el tópico que ser mecenas catalanista es perjudicial", a pesar de que hoy en día, asegura el periodista, "todavía hay mucho miedo" sobre todo a la hora de patrocinar instituciones catalanas o estructuras de Estado, "cuando en Cataluña hay empresas que hacen mucha patxoca y que no tienen nada a apelar en España porque venden mucho más afuera".

Mecenas desde la época romana
El mecenazgo nace a la época romana (Gay Cilni Mecenas fue un consejero de Cèsar Augusto que protegió artistas contemporáneos) y logra su esplendor a partir del Renacimiento, cuando reyes y papas se convirtieron en mecenas de los grandes artistas de la época. A la era industrial, son los empresarios que han forjado grandes fortunas con sus negocios los que cogen el rol de mecenas de las artes. Sólo hay que pensar en figuras como la de Rockefeller en los Estados Unidos, un país donde el mecenazgo es plenamente reconocido socialmente y premiado a escala fiscal. En casa nuestra, J.B. Cendrós, junto a figuras como Josep Sunyol, Leopoldo Rodara o Lluís Carulla, han representado esta figura clásica del mecenas.

Actualmente, personajes de la industria farmacéutica como Joan Uriach, Antoni Vilacasas, Josep Esteve o Mariona Carulla, hija del fundador de Gallina Blanca, mantienen una importante actividad de mecenazgo a gran escala. Pero, según la opinión de Genís Sinca, en Cataluña este tipo de mecenazgo "todavía es demasiado tímido. A la gente todavía le hace cierta vergüenza decir que han colaborado en según qué, no quieren constar por el miedo a ser criticados, a que dirán". Aún así, los nuevos modelos impulsados por plataformas como Verkami representan un tipo de mecenazgo moderno que "implica a la gente directamente", añade.

Todos somos mecenas
Por otro lado, y según el profesor del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de ESADE, José Maria Álvarez de Lara, hoy en día "todos somos mecenas", tanto las grandes fortunas como las personas que modestamente invierten pequeñas cantidades en campañas de micromecenatge o crowdfunding , y también aquellas que contribuyen a proyectos culturales haciéndose amigos de un teatro o museo, comprando abonos de festivales o auditorios, o haciéndose socios de fundaciones.

Álvarez de Lara, que ha dirigido un estudio sobre patrocinio y mecenazgo en Cataluña, explica las diferencias entre estos dos conceptos. Mientras que el patrocinio va asociado a una marca y busca un rédito comercial (dar a conocer la marca y vender más), en el caso del mecenazgo, a menudo vinculado a personas físicas, "hay un factor de compensación económica pero también de reconocimiento social". En el caso de las instituciones públicas, hablaríamos de subvenciones.

El profesor de economía de ESADE asegura que hoy en día las subvenciones públicas van a la baja y que esto ha hecho aumentar la actividad de mecenazgo y patrocinios privados, especialmente en el ámbito cultural, pero también en el de la investigación científica y el Tercer Sector social. Instituciones como el Liceo o festivales como el Temporada Alta basan gran parte de sus recursos en estas aportaciones más o menos filantròpiques. Se dan casos, como el de la cervesera Damm, que puede patrocinar un acontecimiento como marca y al mismo tiempo financiarlo en forma de mecenazgo a través de su fundación.

Una muestra de la exposición sobre el empresario catalán. Miquel Coll (Palau Robert)

Si el patrocinio busca específicamente un rédito comercial, el mecenas se mueve en busca de reconocimiento, reputación, imagen y también por compromiso social. "Generalmente hay un vínculo emocional y es muy difícil que un mecenas invierta en algún sector que no le interese o guste personalmente". En una línea similar a la que apunta Genís Sinca, el profesor Álvarez de Lara también considera que hay que trabajar en el reconocimiento social del papel del mecenas.

En este sentido, considera que la Ley de Mecenazgo, largamente debatida y esperada, es errónea a contemplar sólo los beneficios fiscales y no incluir la idea de reconocimiento social, como sí que se hace en Francia. "Tanto los países de la Unión Europea como los Estados Unidos se han dotado desde hace años de instrumentos para favorecer el mecenazgo porque consideran la cultura como un sector económico de primera magnitud, que también llega a la ciudadanía y contribuye en el Estado de Bienestar". Para el profesor "es un error y un desprecio hacia los patrocinadores y mecenas, que no solamente intervienen por razones económicas, sino también culturales".

Ante esta realidad, en Cataluña se ha creado un frente común del sector cultural, la investigación científica y el Tercer Sector social con el objetivo de defender un proyecto de ley catalana que sirva de modelo a la española y que, entre otras cuestiones, propondrá que el mecenazgo deduzca un 25% del IRPF catalán. Por Álvarez de Lara, sin embargo, hace falta que "dejamos de estar tan pendientes de la Administración" y hace un llamamiento a la sociedad civil porque "se mueva y demuestre que el mecenazgo es útil y aporta un beneficio social que va más allá de las ventajas fiscales".