Se vive esquizofrénicamente en Argentina. Entre farsa y tragedia, entre relato y relato. El del gobierno, obsesionado por construir con sus guionistas un balance victorioso y alternativo a las duras inclemencias cotidianas, y el de la realidad, que se basta sola para ir derribando dato a dato, tragedia a tragedia, el frágil andamiaje del discurso libertario. Dos visiones inconciliables que dibujan escenarios opuestos. Uno triunfante y otro desolador. Uno, ciego al entorno, pendiente de las cifras de la macroeconomía, y otro, con lentes para vidas cansadas, atento únicamente al terreno que se pisa para poder sobrevivir.
“La inflación desacelera, las acciones suben, el riesgo país se modera, los precios se congelan. Al final del túnel se vislumbra el punto de luz que anuncia la próxima resurrección económica del país” pregona el gobierno, mientras el multitudinario colectivo de economistas argentinos sigue dividido entre los que guardan un prudente silencio y aquellos que, escandalizados por lo que ven, avisan que el supuesto punto de luz que palpita a lo lejos no es más que la llama humeante de las ruinas provocadas por el desastre económico originado por Milei y su ministro de Economía, el experto en desastres Luis Totò Caputo.
Dos visiones inconciliables que dibujan escenarios opuestos
¿Y los argentinos?
Cada vez más conscientes de que están pagando maltratos y humillaciones que no cometieron, y culpas de las que no guardan fechas ni recuerdo, la mitad de ellos creen estar viviendo una pesadilla. Lo dicen, lo repiten y se lo cuentan a quien quiera escucharles, quizás para creérselo. Una pesadilla a la manera de Cortázar, esa que te hace saber que no habrá despertar ni alivio, solo el horror sin fin de levantarse sin saber un día más si cada noticia, novedad, nueva ley o tuit presidencial será otro hurto, violación o despojo, indoloro o desgarrador, otro sueño pisoteado, el último o, con suerte, el penúltimo de sus vidas. Reclusos de una realidad irracional en la que, mientras a la misma hora que la canciller Mondino viaja a París para pedir el ingreso de Argentina en la OCDE, herramienta estratégica para que la Argentina “se convierta en un país desarrollado y plenamente integrado al mundo de acá a 25 años”, uno de esos economistas adoctrinados por el virus socialista, más sensible a la principal preocupación de los trabajadores argentinos, la de la desocupación personal o de algún familiar cercano que a aceptar el relato oficial, asegure que en Argentina “los pobres son tan pobres que ya no pueden ser más pobres de lo que son”. Requetepobres sin horizonte de vida a 25 años vista.
La tozuda realidad de cada día
En la realidad paralela que Milei y su gobierno intentan imponerle al país, los logros conseguidos en sus primeros cinco meses de mandato constituirían un hito sobrehumano: la inflación estaría en sus mínimos históricos, los tarifazos brutales, inasumibles para millones de argentinos serían un simple reacomodamiento, los jubilados no solo no habrían sido afectados por el ajuste sino que habrían visto incrementados sus ingresos y, por supuesto los países hacen cola para invertir en el nuevo El Dorado en que se ha transformado la Argentina de los conquistadores libertarios.
Para Milei, la realidad es aquello que debe forzarse para que se autocorrija y termine coincidiendo con la teoría de los libros. Lo cree firmemente. De hecho se lo manifestó a un periodista del Financial Times cuando, meses atrás, este le preguntó si sus medidas de shock económico no eran arriesgadas, y Milei no tuvo ningún reparo en responder: “¿por qué van a ser arriesgadas si estoy haciendo exactamente lo que los libros de texto dicen que debo hacer?”. El camino correcto, el buen camino, es aquello que señalan sus economistas de cabecera, sus guías, su perro Conan y sus héroes, los grandes guerreros del mercado: Elon Musk en primer lugar, a quien ve como su hermano mayor, quizás su alter ego.
Desgraciadamente, para la sociedad argentina nada es cierto. La realidad no sostiene el discurso de Milei, antes bien lo contradice. Un litro de leche en Argentina cuesta igual que en Francia, donde los salarios, son varias veces más altos, y es más caro que en Finlandia y España; y una cesta de consumo en Estados Unidos en dólares cuesta prácticamente lo mismo que una cesta de consumo equivalente en Argentina. Con un dato significativo: hasta finales del año pasado, esta relación era completamente distinta. La canasta local no llegaba a representar ni el 40% del precio de la canasta norteamericana. Argentina, una de las economías más baratas de la región empieza ser la más cara en dólares, condenando a millones de sus ciudadanos a una economía de subsistencia.
Una cesta de consumo en Estados Unidos en dólares cuesta prácticamente lo mismo que una cesta de consumo equivalente en Argentina
Carlos Heller, diputado nacional por Unión por la Patria y presidente del Partido Solidario, supo resumir en una frase el pensamiento elemental de millones de argentinos sobre las supuestas bondades que para la población comporta una política económica basada, según el propio Milei, “en el ajuste más grande en la historia de la humanidad”: “No hay políticas económicas buenas que al mismo tiempo sean malas para la ciudadanía. Ese es otro discurso falso: nos va mal a la mayoría de los argentinos y las argentinas pero a la economía le va bien. Para nosotros es más simple: la única economía que sirve es la que le resuelve los problemas a la gente”.
Las cifras que no existen
Pero las cifras negativas no existen para Milei. Son, según él, fruto del odio de la casta, del adoctrinamiento comunista de muchos años. Que, según la Universidad Católica Argentina, un tercio de los trabajadores argentinos vivan en hogares pobres y que la cifra se acerque a niveles similares a la crisis del 2001 no entra en las urgencias de su gobierno. Como no entra la intención de combatir la epidemia de dengue que hasta mediados de abril se había cobrado más de 150 víctimas y 252.000 casos confirmados, y para la que todavía hoy no hay una estrategia de prevención o simplemente vacunas suficientes. Por supuesto, tampoco entran en sus planes la situación de los jubilados y pensionistas condenados a una brutal reducción de sus ingresos que no les permite acceder no sólo a su comida sino a los medicamentos más imprescindibles, o la creación de un proyecto nacional que defienda el mercado interno, el trabajo para millones de argentinos, la modernización y el apoyo a la industria, la producción nacional y la soberanía sobre las materias estratégicas. Retos que constituyen, desde su perspectiva doctrinaria, una cuestión estrictamente privada y, para los cuales “no hay plata”.
A punto de cumplirse seis meses del experimento Milei, sus supuestos méritos como economista heterodoxo pero brillante –tan alabados en el pasado reciente- están bajo sospecha. A medida que la parálisis y la incerteza generada por su victoria electoral se ha ido transformando en un creciente rechazo social y en una reacción progresiva de la oposición frente a la caótica, insolvente y ruinosa gestión económica del Ejecutivo, la construcción del personaje creado por el ecosistema televisivo y las redes sociales ha dejado paso a una duda cada vez más acreditada y extendida: la de un impostor que, lejos de cumplir con los preceptos de la escuela económica austriaca, los traiciona, y que, en contra de sus supuestas recetas imbatibles, no solo no contaba con ningún plan económico para el rescate del país sino que su modelo de gestión avanza entre contradicciones, avances, retrocesos e improvisaciones. Un rosario de faltas a a las que se añaden las cifras falsas, las mentiras confirmadas, las querellas por plagio y los méritos académicos inventados por el propio presidente o por sus publicistas.
Retos que constituyen, desde su perspectiva doctrinaria, una cuestión estrictamente privada y, para los cuales “no hay plata”
La suya es una política rígida, que tiene en cuenta únicamente el superávit fiscal y el equilibrio de las cuentas públicas, que apuesta por la industria ligada a la energía, la minería o la agroindustria, es decir, la economía extractiva, y olvida el resto de sectores productivos, en particular los sectores industriales del interior del país que no dependen el mercado externo. Condenándolos a ellos y a los miles y miles de puestos de trabajo que representan mientras se asegura la transferencia contínua de ingresos hacia los sectores económicos más poderosos.
Milei y sus ministros hacen oídos sordos a las cifras que van cayendo como piedras sobre las cabezas de los argentinos: un 42,2% de caída en construcción; un 21% en industria; un 13 % por retracción del consumo en la recaudación; 24% en salarios del sector privado y 30% en el sector público; un desplome histórico del Salario Mínimo Vital y Móvil, que está un 54% por debajo de último valor que tenía con Alberto Fernández; un 24% de deterioro en la jubilación mínima y un 37% en el resto; una indigencia que se sitúa en un 13,5 más que en el peor momento de pandemia (12%). Cifras oficiales que, pese a que afectan a una gran cantidad de empresas y deterioran la vida de millones de argentinos y argentinas integrantes de los sectores medios y populares, son negados por las autoridades.
Milei y sus ministros hacen oídos sordos a las cifras que van cayendo como piedras sobre las cabezas de los argentinos
Ni Milei, ocupado en su campaña personal como candidato a Líder universal del capitalismo, ni sus ministros, secretarios y subsecretarios muestran la más mínima señal de preocupación sobre los ingresos de la población y la actividad económica general. El relato oficial no tiene lugar para reconocer los peligros que acechan a la economía real, entregada como ofrenda al altar del superávit fiscal.
Los dólares que no llegan
Hoy, sus prioridades son otras: ante todo, la demorada aprobación en las Cámaras de la Ley Bases que, entre otros miles de efectos, eliminará “las trabas burocráticas” que le prometió a su amigo Elon Musk para sus negocios extractivos en Argentina, facilitando las privatizaciones de las empresas públicas y la venta de activos del Estado; o bien la llegada de los miles de millones de dólares que han de permitirle poner en marcha la dolarización del país; o bien cultivar y estrechar relaciones con las empresas, corporaciones y apellidos del Gotha financiero internacional.
Pero la Ley sigue enfangada y recortada en el Senado, pendiente todavía de volver al Congreso y de sufrir nuevas mutilaciones. Y en cuanto a los dólares que Caputo le prometió, no llegan. Parece que a la hora de la verdad nadie quiere prestarle dinero a la Argentina, ni el FMI, ni el BID, ni el Banco Mundial, ni tampoco los grandes fondos de cobertura, los fondos amigos. Los 15.000 millones del FMI no llegarán, ni tampoco se tienen noticias de los 30.000 millones que, de la mano de Mauricio Macri, tenía que aportar el emir de Dubai para sus inversiones petroleras en el sur del país. ¡La política, la maldita política!
También faltan los dólares de las exportaciones de cereales, la cosecha grande del país,, que tenía que comenzar a liquidarse en abril hasta mediados de año, y no ha llegado a hacerse porque para los cerealistas el precio del dólar tras la devaluación no les convenía y han decidido esperar tiempos más rentables para colocar su producto en el mercado internacional. Una variable clave para vislumbrar el cuadro económico general con la que ahora no se cuenta.
Un gobierno de medida anarcocapitalista
Pese a esos y otros muchos obstáculos, Milei presidente sigue viviendo en su propio mundo, en esa realidad paralela que le impide ver lo que sucede más allá de las fronteras del mercado que marcan los límites de su cosmovisión. Un predestinado, y más aún siendo presidente, no vive como el resto de los mortales. Habita una realidad paralela, superior. Y desde ese retiro inaccesible, improvisa. Su adicción a X, antes Twitter, no cede pese a las supuestas obligaciones de la presidencia. Tuitea y retuitea centenares de veces al día mostrando en las redes la violencia que los asesores le han lijado en otros espacios de su actividad presidencial. Y escucha poco y a pocos, salvo a los que está obligado a escuchar.
Milei gobierna con su hermana Karina, ahora Secretaria General de Presidencia; con su asesor estrella, Santiago Caputo, considerado una antena de los lobbys, sobrino del ministro de Economía y figura que nadie sabe qué grado de influencia o qué cargo ocupa en el entramado de gobierno; y por último con Nicolás Posse, el actual jefe del Gabinete de Ministros y monje negro de Milei, con el que trabajó en la Corporación América y junto con el que compartió marginaciones y humillaciones por parte del resto de empleados. El hombre que sufre fobia social y del que no se conocía la voz hasta hace días, cuando tuvo que defender los argumentos del gobierno ante los miembros del Senado. Ese es el círculo estrecho de colaboradores de Milei y su blindaje ante el mundo. En el Buenos Aires periodístico es cosa sabida que no despacha con el resto de ministros y que con algunos no cruza más palabras que las estrictamente necesarias.
Su adicción a X, antes Twitter, no cede pese a las supuestas obligaciones de la presidencia
De esa ausencia presidencial y de la falta de un plan de gobierno concreto, riguroso, nace el desgobierno del ejecutivo con sus idas y venidas, sus contradicciones, sus salidas anticonstitucionales, su insuficiencia de cuadros para garantizar el buen gobierno de la administración, además de las constantes fugas y dimisiones de altos cargos cuando no se ha cumplido todavía medio año de gobernanza. Porque es difícil, muy difícil trabajar para Milei o con Milei. Apto solo para pieles curtidas como la de Patricia Bullrich, su ministra de Seguridad; o Guillermo Francos, un histórico de la Corporación América, considerado como el dialoguista del gabinete y veterano en mil batallas políticas. El representante de Milei en la tierra a la hora de negociar o amenazar.
Cuando se piensa o se escribe sobre Milei, en especial desde que es presidente, suele olvidarse un elemento clave: su odio al Estado es auténtico. No se trata de un recurso electoral, de un guiño usado durante su campaña. La reducción de 18 a 9 ministerios, de 106 a 54 secretarias, de 182 a 149 las subsecretarías y el despido de miles y miles de funcionarios del Estado son apenas los primeros pasos de su proyecto de adelgazamiento de un Estado cuya estructura quiere desfinanciar, privatizar y finalmente destruir. La frase de Frederic Bastiat, el político francés del siglo XIX considerado uno de los mayores teóricos del pensamiento liberal, “el Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a costa de los demás”, el Milei presidente sigue haciéndola suya. Por más que ahora se alimente de sus arcas. El ataque frontal contra el Estado que lleva adelante la administración libertaria prosigue, por ejemplo mediante la voluntad de demostrar que es ineficiente, que los empleados sobran y el Estado no sirve. Algo de lo que Javier Milei está igualmente convencido. Hay una firme decisión de demostrar y, si es posible, de lograr su cometido, que no es otro que su desaparición.
Este artículo contiene una segunda parte que será publicada en VIA Empresa el domingo de la siguiente semana.