Cuando cursaba mi licenciatura de sociología, mi profesora de sociología del derecho solía decir que el derecho siempre iba detrás de los cambiossociales, que llegaba tarde, pero que siempre llegaba. Esta frase aparece por mi cabeza cada vez que tengo que adentrarme en el ámbito de la aplicación de la normativa europea en la protección de datos y, muy en especial, de datos personales en el entornodigital. El motivo es simple: soy socióloga y mi análisis suele partir siempre desde un punto de vista social y en relación con el cambio social, no únicamente desde un punto de solo legal.
¿Por qué me interesa este punto de partida? Porque cada vez más estamos siendo conscientes, después de una adopción masiva y acrítica de nuevas tecnologías, de los riesgos asociados, respecto a nuestra privacidad. Pero ¿qué sabemos nosotros, como usuarios, al respecto? Cuando imparto clases sobre ética y legalidad del dato, me gusta iniciar con un sencillo ejercicio durante el cual pregunto a mis estudiantes que me digan qué es un dato personal, en el ámbito digital. La mayoría de las veces, las respuestas se corresponden con “Mi nombre y apellidos, mi DNI, mi email, mi número de tarjeta bancaria”, pero pocas veces hablan de otros tipos de datos que sí están sujetos a esta protección al considerarse datos personales.
Cada vez más somos conscientes, después de una adopción masiva y acrítica de nuevas tecnologías, de los riesgos asociados respecto a nuestra privacidad
Para empezar a desgranar este tema, me gustaría que pensaran en un concepto clave que, seguramente, han oído muchas veces: el concepto de la transición digital. Es más que posible que la gran mayoría de ustedes asocien este concepto con la digitalización de procesos internos de las empresas, procesos que requerían de soportes físicos y que ahora se realizan de manera digitalizada. ¿Y si les dijera que podríamos considerar a ese proceso como parte de la primera oleada de digitalización y que hoy integramos en el concepto de transformación digital muchas otras cosas? Porque es lo que tenemos hoy en día y, aunque no vean aún la conexión, está directamente relacionado con el impacto de la ética y legalidad del dato y, por supuesto, el impacto en el ámbito del marketing digital.
La eclosión de las plataformas digitales, comercio electrónico, aplicaciones, etc. ha modificado de manera sustancial las interacciones que tenemos con las empresas y con las administraciones públicas y, por tanto, el concepto de transición digital. Y es precisamente hoy en día que el concepto de transición digital está muy relacionado en cómo las empresas, a través del uso de esas tecnologías para interactuar con los clientes, mejoran la experiencia de estos usuarios o clientes. De hecho, al integrar el componente tecnológico como parte fundamental de la experiencia de nuestros clientes, han cambiado literalmente las estrategias que debemos desarrollar para dirigirnos a ellos.
Esta interacción se basa en recibir (y utilizar de manera extensa) los datos de nuestros clientes. Por lo tanto, parte de esta experiencia y nuevas estrategias están relacionadas con la aplicación de la ética y la normativa y en cómo almacenamos, explotamos y usamos datos personales. Estas interacciones están protegidas, entre otras leyes, por el Reglamento Europeo de Protección de Datos.
¿Y a qué nos lleva todo esto? A la necesidad de generar una auténtica cultura del dato. ¿Cómo? Volviendo al viejo – que no anticuado- concepto de “ética empresarial” y, en este caso, ética aplicada a los datos.
¿Y a que nos lleva todo esto? A la necesidad de generar una auténtica cultura del dato
Esto es lo que realmente nos permitirá adaptarnos a esta nueva transición en qué las empresas deberán crear e implementar, de manera transparente e inequívoca, una estrategia, cultura y gobernanza claras sobre el dato dentro de la empresa, y deberán comunicar a sus audiencias, de manera clara, proactiva y, una vez más, muy transparente sobre el cómo y por qué utilizan sus datos. Mediante esta cultura y estrategia del dato, aportarán más valor al cliente, mejorarán las interacciones y se adaptarán de manera más rápida a la llegada de nuevas tecnologías, así como de nuevas regulaciones y, sobre todo, a los cambios que se están dando, de manera progresiva, en cuanto a la concienciación social respecto al uso de datos de carácter personal y la privacidad.