Estamos empezando a hablar sobre cómo será la salida del confinamiento al que estamos sometidos desde hace semanas y parece evidente que este tendrá que ser progresivo y ordenado. Y uno de los elementos clave será cómo se controla quién está infectado y quiénes no, de forma que podamos prever y evitar nuevos repuntes en la famosa curva de la covid19. La experiencia de países como Singapur o China nos hace ver que de manera necesaria tendremos que usar herramientas digitales que permitirán identificarnos, saber quién está y quienes no infectados o saber con quién hemos estado en contacto. Y a partir de aquí se ha abierto un debate alrededor del choque de derechos y libertades, choque entre el derecho a saber si en mi entorno hay alguien enfermo y así poder tomar medidas y el derecho a la privacidad y al uso de los datos de carácter personal. Pero ni este debate es real ni ahora es el momento de hacerlo.
"Uno de los elementos clave será como se controla quién está infectado y quienes no, de forma que podamos prever y evitar nuevos repuntes en la famosa curva de la covid19"
En primer lugar este debate no es real, así de claro. Y no lo es porque a día de hoy disponemos de tecnología y controles suficientes para poder administrar los datos necesarios para hacer el seguimiento de la pandemia sin vulnerar los derechos alrededor de la privacidad de cada uno de nosotros. Por ejemplo podríamos llevar un dispositivo (un teléfono o un brazalete digital) donde se recogieran datos biométricos (temperatura corporal para ver si tenemos fiebre, por ejemplo), datos de proximidad (de qué otros dispositivos hemos estado cerca) e incluso un certificado, por ejemplo a través de tecnología blockchain, que nos identificara como positivos o negativos en el test de la covid-19 (hace pocos días empresas como PwC, la startup especializada en blockchain Vottun y la consultora RocaSalvatella han presentado la primera versión del pasaporte sanitario digital en España, por ejemplo). En caso de que hubiera un potencial riesgo de infección o una confirmación, se podría avisar a los otros dispositivos que han estado en contacto con el primero para que hagan un confinamiento. Y esto se podría hacer de manera anónima, identificando con un número aleatorio cada dispositivo y guardando esta información en una base de datos que cumpliera todas las leyes alrededor de protección de datos. De hecho, Apple y Google ya están trabajando en esta solución basada en no identificar a la persona sino al teléfono a través de tecnología de proximidad bluetooth.
En segundo lugar ahora no es el momento de hacer este debate, el momento era cuando la sociedad en la que vivimos y la ambición de algunas personas y de algunas (quizás muchas) empresas viciaron este debate. Si ahora debatimos sobre la privacidad es porque en el pasado no lo hemos hecho bien, se han buscado todos los caminos y rendijas para usar los datos personales. En algunos casos de manera "legal" dando permiso (sin explicar muy bien el por qué) para explotar estos datos, por ejemplo de navegación en la red, para crear perfiles y personalizar ofertas de productos y servicios. En otros casos de manera ilegal (a pesar de que incluso partidos políticos y gobiernos lo usan) como los famosos casos del uso de datos por parte del gobierno de Donald Trump en las elecciones americanas.
Pero hasta ahora todos nos llenábamos la boca que esto era un riesgo, que la privacidad estaba en juego pero en el fondo ni nosotros mismos tomábamos acciones reales. Cuántas veces has leído las condiciones legales cuando aceptas una aplicación a tu teléfono? Cuántas veces te has leído las condiciones de las famosas cookies ahora que es obligatorio aceptarlas cuando visitas una web por primera vez?
Hemos dejado mercadear con nuestros datos, hemos aceptado (quizás sin saberlo) que cualquiera use nuestra información (sabes que la aplicación de la linterna de un teléfono móvil te pide hasta permiso para acceder a hasta 79 funcionalidades y datos de tu teléfono?) a cambio de dejarnos usar una aplicación o leer un contenido. Y lo peor de todo es que hemos pensado que alguien nos protegería; que por ejemplo el Estado perseguiría de oficio todas estos conductos para legales o directamente ilegales, sin poner conciencia que los primeros que tenemos que garantizar la privacidad de nuestros datos somos nosotros mismos.
"Hemos dejado mercadear con nuestros datos, hemos aceptado (quizás sin saberlo) que cualquiera use nuestra información"
Y aparecen expertos, estudiosos, teóricos de las libertades para difundir un mensaje a menudo confuso alrededor de los datos, de los peligros, las rendijas de seguridad (que SI, están, como se ha demostrar en los servicios online para hacer videoconferencias como Zoom, uno de los más descargados en estos días de confinamiento); pero no veo expertos, estudiosos ni teóricos que propongan medidas y soluciones para hacer efectivo el derecho a la libertad y la gestión adecuada de los datos.
Así que ahora, en el momento en que la privacidad tendría que estar garantizada (y que tecnológicamente puede ser) pero que sobre todo nos tendríamos que sentir protegidos en la gestión de nuestros datos, no pasa y pensamos más en si se están recortando nuestros derechos y libertades que no en si un uso racional de las mismas podrá ayudarnos a recuperar la libertad de salir de casa.