En el análisis de hace dos semanas les hablaba del informe que el señor Mario Draghi había presentado a la Comisión Europea. El mencionado informe hace diferentes sugerencias y da pistas valiosas. Pero se centra en el pilar fundamental que todo lo sustenta: la productividad. La mayoría de la gente lo asimila a la explotación, nada más falso. Todos deberíamos hacernos una pregunta que, de tan evidente, parece mentira que tengamos que repetirla una y otra vez: ¿por qué ahora trabajamos, aproximadamente, ocho horas al día y nuestros abuelos y bisabuelos trabajaban doce? ¿Y por qué, además, nosotros vivimos mucho mejor que ellos? La respuesta ya se la pueden imaginar: ellos eran mucho menos productivos que nosotros.
No se trata de producir más para consumir más, necesariamente. Se trata de producir más por hora trabajada y eso permite dos cosas fundamentales: (1) trabajar menos horas y (2) remunerar el estado del bienestar. El conjunto da una sociedad más justa y, en teoría, más agradable y feliz. Si queremos mantener los valores que han edificado Europa -a veces hay insensatos que no lo aprecian lo suficiente- debemos mantener el estado del bienestar. Y eso es lo que dice el señor Draghi y proporciona información sobre los caminos a seguir. Ahora bien, ¿qué es la productividad?
No se trata de producir más para consumir más, necesariamente. Se trata de producir más por hora trabajada
La productividad es la cantidad de bienes (materiales e inmateriales) que se producen por unidad de tiempo. Y la mejor unidad que se ha encontrado para medirla es el PIB producido por cada hora trabajada. Se toma el crecimiento del PIB de un año y se divide por el número de horas trabajadas. Ahora bien, en el crecimiento del PIB no solo participa el esfuerzo humano, sino también el dinero empleado en bienes que ayudan a producir ese PIB. Por lo tanto, podemos decir que los factores que afectan la productividad son el trabajo y el capital invertido. Cuanto más evoluciona un país, mayor importancia adoptan las inversiones en el capital acumulado. Un ejemplo sencillo: en un mundo donde todo lo hagan las máquinas y la gente no trabaje, la importancia del capital en la productividad es total, mientras que el trabajo realizado tiende a ser cero.
Ahora centrémonos únicamente en el factor humano. No todo el mundo trabaja igual y, como he dicho alguna vez, en catalán tenemos una frase que nos da la idea de lo que un día fuimos. Me refiero a “no es lo mismo trabajar que hacer faena”. Esto es el puro destilado idiomático de lo que es la productividad -desconozco si algún otro idioma lo tiene. El ejemplo es sencillo. Pongamos a dos personas, una hace un agujero y la otra lo tapa. Trabajan cada una mil horas al año. ¿Trabajo desarrollado? Dos mil horas. ¿Faena hecha (productividad!)? Cero. Claro que ustedes dirán que esos dos individuos o son burros o el burro es el que les encarga la faena. Y por mucho que bromeemos, las cosas van por ahí. Organización y formación son fundamentales. Miren el gráfico siguiente:
Y es que la productividad en España es baja, miren si no:
En los últimos años, la productividad en el mundo desarrollado ha disminuido de manera importante. De hecho, ya hace años -desde que comenzó la revolución tecnológica- que la productividad ha ido disminuyendo. Especialmente en Europa, y por eso el informe Draghi intenta explicar cómo combatir este efecto. Ahora bien, ¿cuáles pueden ser las razones?
Una generalista dice que los avances tecnológicos que hemos experimentado desde los años 1990 han sido enormes y que la historia demuestra que después de una revolución de este tipo hay unos años de descenso hasta que las ventajas de la revolución llegan a todos los ámbitos. Así fue durante la primera y segunda revolución industrial. La primera (último tercio del siglo XVIII hasta el primer tercio del XIX) aportó el vapor como fuente de energía. Pero la consolidación tardó décadas. La segunda trajo grandes avances en tecnología y organización productiva (último tercio del siglo XIX hasta el primer tercio del XX), pero los frutos se sintieron plenamente después de la Guerra Mundial. Ahora tenemos la tercera revolución, que es tecnológica -parece como si el patrón fuera revoluciones cada cien años, a caballo entre dos siglos.
Otros dicen que la modernización de los últimos años ha sido tan veloz que la disminución de la productividad también se explica porque no se comparan las mismas cosas. Ejemplo: la productividad en la fabricación de coches se puede medir en coches fabricados, de acuerdo. Pero, ¿es comparable un coche de hoy con uno de hace, solo, treinta años? ¿La complejidad en tecnología incorporada hoy en día, cómo se mide en unidades de productividad? O la aparición de herramientas gratuitas. ¿Cuál es la contribución de Google Maps, por ejemplo, al mundo del transporte? Y es gratis.
Hay otros que aseguran que la Gran Recesión de 2007 fue muy profunda. Efectivamente, lo fue más de lo que pensamos. Y que aún arrastramos la falta de inversiones que comenzó entonces y que todavía no se han cubierto. Bueno, razones seguro que hay muchas.
Lo que sí parece seguro es que la mejora de la productividad en los años venideros será una combinación de mejora en el nivel de formación de los trabajadores e inversiones en tecnología
Lo que sí parece seguro es que la mejora de la productividad en los años venideros será una combinación de mejora en el nivel de formación de los trabajadores e inversiones en tecnología. Está demostrado que las empresas que invierten en tecnología atraen personal más formado y todo ello las hace más productivas que las demás. Y dentro de estos parámetros (inversión en tecnología y formación) la competencia va por sectores.
Por tanto, no quiero terminar sin una de mis obsesiones: recordar que el turismo no forma parte de ese futuro. Sería bueno que nuestros gobernantes tomaran nota de ello. Pero también de su sector, del que son responsables. Miren el estudio llevado a cabo por el BBVA respecto a cuál ha sido la contribución a la productividad por hora trabajada de cada uno de los sectores económicos españoles entre 1995 y 2022 -es decir, el período de recesión en la productividad del que les hablaba. Quien no quiere aprender es porque no quiere.