La inesperada victoria de la izquierda en Francia abre interrogantes sobre cuál será la política económica del nuevo gobierno. Aunque la principal fuerza de la coalición Nuevo Frente Popular, la Francia Insumisa, renunció a los puntos más radicales de su programa -salida del euro y de la energía nuclear- para pactar con el resto de fuerzas de izquierda, las propuestas vigentes continúan siendo una enmienda a la totalidad a las políticas liberales seguidas por Emmanuel Macron durante estos últimos años.
El expresidente socialista François Hollande, vuelto a la política para unirse a la cruzada contra la extrema derecha, ya dijo de inmediato que la victoria de la izquierda, lejos de cualquier mayoría absoluta y necesitada de pactar con los macronistas, no les permitiría aplicar de forma completa el programa pactado. Sin embargo, resulta interesante analizar las propuestas económicas del Nuevo Frente Popular en un contexto europeo dominado por el neoliberalismo.
La "Francia olvidada"
Antes de pasar propiamente a las propuestas económicas, es necesario recordar la situación general de Francia. El mapa de las elecciones en la primera vuelta es especialmente significativo en este sentido porque presentaba como primera fuerza el partido de Marine Le Pen en todo el territorio con la excepción significativa de la región de París y los núcleos de algunas de las grandes ciudades francesas. Como en Inglaterra, con el Brexit, o en los Estados Unidos de Donald Trump, los habitantes de las zonas rurales y de las antiguas zonas industriales en declive -en Francia desde hace décadas- confiaban mayoritariamente en una fuerza que no había gobernado nunca y que les prometía un retorno al viejo orden que todos percibían como más próspero y más seguro. Un poco también como en la Italia de Giorgia Meloni. La política se convierte para muchos en un producto más de consumo y las ideologías se baten en retirada. Si un producto no te funciona, pruebas uno nuevo.
Los habitantes de las zonas rurales y de las antiguas zonas industriales en declive -en Francia desde hace décadas- confiaban mayoritariamente en una fuerza que no había gobernado nunca
El campo es desde hace décadas el jardín de Francia. O de París. La Política Agraria Común europea se creó para proteger la agricultura francesa y continúa siendo con diferencia el principal gasto comunitario sin haberse preocupado mucho por la agricultura mediterránea, propia de los países que se unieron a Europa en los años ochenta. A pesar de esto, la idealización del campo francés cada vez se corresponde menos con la realidad, como demostró la revuelta de los chalecos amarillos del 2018, que solo el estallido de la pandemia consiguió sofocar. El tradicional centralismo de París, ahora con unos Juegos Olímpicos a punto de inaugurar, ha polarizado los puestos de trabajo mejor pagados y los servicios más avanzados. En el campo se quejaban del aumento de la fiscalidad de los carburantes -imprescindibles para los desplazamientos internos, aunque el TGV comunique a los parisinos con el campo en un santiamén- y de los bajos ingresos familiares. El movimiento de los olvidados, decían.
En el norte de tradición industrial, la crisis del textil y la siderurgia lleva décadas arrastrándose. El esfuerzo de algunos grandes ayuntamientos, como Lille, para regenerar el tejido urbano o la descentralización de algún equipamiento emblemático, como las sedes del Louvre y del Pompidou en Lens (Paso de Calais) y en Metz (Lorena) no han sido suficientes para devolver el vigor y el bienestar económico perdidos con la crisis industrial.
Advertidos por el déficit y el endeudamiento
Hay un último aspecto a tener en cuenta antes de pasar a las propuestas económicas de la izquierda y es la situación macroeconómica del país, que lucha por no perder posiciones en medio de una globalización poco favorable a los intereses de la mayoría de los europeos. Las ayudas estatales durante la pandemia para salvar empresas emblemáticas como Renault y Air France son el argumento del gobierno saliente para justificar el endeudamiento del país hasta tres billones de euros.
En cualquier caso, el déficit público francés llegó el año pasado al 5,5% del PIB, medio punto por encima del año anterior y muy por encima de los resucitados topes establecidos por Europa del 3% del PIB. La economía francesa no acaba de recuperarse después de la pandemia y Francia e Italia han sido los estados presupuestariamente más indisciplinados, lo que les ha costado la apertura de un expediente por parte de la Comisión Europea junto con otros cuatro estados incumplidores.
El déficit público francés llegó el año pasado al 5,5% del PIB, medio punto por encima del año anterior y muy por encima de los resucitados topes establecidos por Europa
Además, el endeudamiento acumulado de Francia equivale al 110% del PIB, 137% en Italia, 106% en España. Por lo tanto, los recortes en el gasto -en plena reanudación de la carrera armamentista- y el aumento de la fiscalidad parecían hasta hace pocas semanas inevitables. El programa de la izquierda francesa prevé un aumento del gasto que algunos estiman en unos 179.000 millones de euros anuales y unos ingresos fiscales netos que podrían reducirse en 50.000 millones.
Propuestas económicas del Nuevo Frente Popular
1. Dejar sin efecto el controvertido retraso de la edad de jubilación de los 62 años actuales hasta los 64, que debía entrar en vigor a finales de este año, y reducirla hasta los 60.
La edad de jubilación en Francia es una de las más bajas de Europa. Recordemos que nosotros estamos cerca de acabar de implementar el tope en los 67 años. La problemática francesa, excepto por la generalización de los salarios de miseria de nuestro país, tampoco es muy diferente: inversión de la pirámide demográfica y jubilación masiva de los nacidos en el baby boom de la posguerra.
La edad de jubilación en Francia es una de las más bajas de Europa
No parece muy probable que, con la correlación de fuerzas actual, haya cambios tan radicales como los que se plantean, aunque los lepenistas también proponían fijar la edad de jubilación en los 60 años para todos los que hubieran comenzado a cotizar antes de los 20. La reforma de la edad de jubilación y el alargamiento del período de cotización para cobrar la pensión completa hasta los 43 años han causado un profundo malestar y descontento con Macron en toda Francia -quien terminó aprobándola por decreto presidencial, al margen de la Asamblea Nacional- y podría haber en este tema complicidades hasta ahora impensables.
2. Financiar el aumento de gasto con un aumento de la fiscalidad del trabajo a todos los tramos -excepto los de salario mínimo- y reimplantar el impuesto a las grandes fortunas.
El impuesto a las grandes fortunas ha aparecido y desaparecido varias veces en la historia reciente de Francia. Mitterrand, primero, y Hollande en 2011, lo implantaron. Macron, en 2017, lo eliminó, aunque no se atrevió a hacer lo mismo con la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales, a pesar de sus intenciones iniciales. Parece, por tanto, que es una de las medidas que tendría más posibilidades de implantarse, aunque las maniobras fiscales de estas grandes fortunas -recordemos solo el caso Depardieu- ya dejaron muy mermada la recaudación efectiva la última vez y que el Tribunal Constitucional Francés ya se pronunció en su momento en contra por cuestiones técnicas.
En cuanto al aumento general del impuesto sobre la renta, hay muchas maneras de hacerlo. Aquí, el PSOE ha optado por no deflactar -a pesar de la importante inflación de los últimos años- la renta a efectos del IRPF, con lo cual la presión real efectiva ha aumentado sin que nadie se diera cuenta demasiado. Puede ser también el camino que emprenda Francia.
3. Congelación de los precios de los alimentos básicos y de los combustibles
En España también sabemos algo sobre este tema. No se han atrevido a congelar por decreto, pero sí han reducido el IVA de determinados alimentos. En los que ya tenían un IVA súper reducido del 4%, no se ha notado mucho y la medida ha sido más propagandística que real. En otros, como el aceite de oliva, ha sido la caída de la producción por la sequía lo que ha impulsado un aumento desmedido de precios. El IVA del 10% se ha eliminado recientemente y, en el futuro, el aceite de oliva se incorporará al grupo con tipos súper reducidos. En Francia, con una agricultura periódicamente movilizada por las importaciones foráneas -sean españolas o marroquíes- resulta difícil pensar en fijar muchos precios a la baja.
Con un campesinado periódicamente movilizado por las importaciones foráneas se hace difícil pensar al fijar muchos precios a la baja
Podríamos decir lo mismo de fijar a la baja los precios de los combustibles. El ejemplo español, más o menos mejorado, será seguramente otra vez la referencia. En todo caso, tanto en términos presupuestarios como de lucha contra las emisiones no parece que estas rebajas fiscales tengan mucho margen para consolidarse.
4. Aumento del salario mínimo hasta los 1.600 euros netos
El salario mínimo francés es de 21.203 euros anuales, lo que corresponde a 1.767 euros brutos y 1.399 euros netos, siempre en doce pagas, que es como se acostumbra a contabilizar en Europa. La propuesta es aumentarlo en un 14%, que al ser en términos netos, podría financiarse parcialmente a través de la disminución del impuesto sobre la renta. El actual salario mínimo francés es comparable, ligeramente inferior, al británico y al alemán. Por cierto, el último aumento sustancial del británico fue un intento del gobierno conservador de evitar la proliferación de empresas que basan su rentabilidad en la sobreexplotación de los trabajadores -como el reparto a domicilio de comida, que por esta razón no existen en el Reino Unido- y que, en nuestro país, ocupan mayoritariamente a inmigrantes extracomunitarios.
No parece que esta sea la medida más difícil de implementar y se espera que no aparezca el Banco de Francia -como hizo el de España- augurando una gran caída de la contratación debido a la mejora del salario mínimo interprofesional (SMI).
5. Otras medidas
Lógicamente, el programa económico de la izquierda francesa contempla otras medidas -hasta un total de 150- más o menos concretas o a largo plazo. Entre las primeras, se incluye el aumento de 10.000 funcionarios y de los salarios de los becarios. También se propone mejorar la sanidad pública, construir vivienda social y ofrecer gratuidad completa -incluyendo transporte y actividades extraescolares- en la enseñanza obligatoria. Quizás lo más llamativo sea la propuesta -difícilmente viable dentro de la Unión Europea- de establecer un impuesto a los productos importados basado en los kilómetros de distancia recorridos. Sin embargo, un eventual gobierno de izquierdas podría reforzar una tendencia europea recién iniciada de establecer aranceles a productos importados, como las baterías eléctricas chinas.
La izquierda francesa busca un aumento de 10.000 funcionarios y de los salarios de los becarios
Además de tomar el control total sobre el suministro de agua, también proponen prohibir las importaciones de alimentos que no cumplan con los estándares ambientales y sociales adecuados. Recordemos que este debate ya tuvo lugar no hace mucho en Europa y los países del norte, con muy poca agricultura autóctona que defender, se opusieron porque quieren los alimentos lo más baratos posible, vengan de donde vengan.
En resumen, son propuestas y debates no muy alejados de los que tenemos sobre la mesa en nuestro país, con medidas que inevitablemente chocarán con las restricciones presupuestarias impuestas por Europa y otras que son más bien contrarias al libre comercio, un estandarte hasta ahora innegociable en esta misma Europa.